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Francisco aboga en Colombia por la cultura de la vida y del encuentro
12 - 09 - 2017 - PAPADOS - Francisco

La paz a través del perdón ha sido el eje del viaje apostólico del Papa Francisco a Colombia, del 6 al 10 de septiembre. Un perdón que no es desmemoria, como atestigua la imagen del Cristo de Bojayá, mutilada en un combate entre las FARC y los paramilitares, en mayo de 2002. (Fuente: Aceprensa)

La población civil se había refugiado en el templo de esa localidad y las FARC lanzaron al interior una bomba que causó un centenar de víctimas mortales, 48 de ellas niños.

 

“A la cultura de la muerte, de la violencia, respondemos con la cultura de la vida, del encuentro”
Ante esa imagen, el 8 de septiembre, Francisco presidió el encuentro de Oración por la Reconciliación Nacional, en la localidad de Villavicencio: “Cristo roto y amputado, para nosotros es ‘más Cristo’ aún, porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo, y para enseñarnos también que el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia”.

“Resulta difícil –añadió– aceptar el cambio de quienes apelaron a la violencia cruel para promover sus fines, para proteger negocios ilícitos y enriquecerse, o para, engañosamente, creer estar defendiendo la vida de sus hermanos. Ciertamente es un reto para cada uno de nosotros confiar en que se pueda dar un paso adelante por parte de aquellos que infligieron sufrimiento a comunidades y a un país entero”.

Un día antes, durante una reunión en la Casa de Nariño con las autoridades colombianas y el cuerpo diplomático acreditado en ese país, el obispo de Roma valoró los avances en el camino de la paz y la reconciliación, en especial en el último año. La tarea exige el compromiso de todos, señaló, y pidió “no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, las diferencias y los distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro”.

Sobre este tema volvió en otro momento, durante su homilía en la misa celebrada en Cartagena de Indias el 10 de septiembre. Allí, el Pontífice dejó entrever que hay que ir más allá de lo que diriman los tribunales: nada “nos exime del desafío de encontrarnos, de clarificar, perdonar. Las heridas hondas de la historia precisan necesariamente de instancias donde se haga justicia, se dé posibilidad a las víctimas de conocer la verdad, el daño sea convenientemente reparado y haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes. Pero eso solo nos deja en la puerta de las exigencias cristianas. A nosotros se nos exige generar ‘desde abajo’ un cambio cultural: a la cultura de la muerte, de la violencia, respondemos con la cultura de la vida, del encuentro”.

“Si Colombia –señaló más adelante– quiere una paz estable y duradera, tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección, que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias”.

Del laicado, las mujeres y los jóvenes en la Iglesia

“Ábranles [a los jóvenes] espacios concretos en las Iglesias particulares que les han sido confiadas, inviertan tiempo y recursos en su formación”
En un encuentro con miembros del Comité Directivo de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM), el Papa pidió a los obispos “cercanía y encuentro” con el pueblo: “Cercanía y encuentro son los instrumentos de Dios que, en Cristo, se ha acercado y nos ha encontrado siempre. El misterio de la Iglesia es realizarse como sacramento de esta divina cercanía y como lugar permanente de este encuentro. De ahí la necesidad de la cercanía del obispo a Dios, porque en Él se halla la fuente de la libertad y de la fuerza del corazón del pastor, así como de la cercanía al Pueblo Santo que le ha sido confiado”.

En esa ocasión dedicó unas palabras a la importancia de la mujer en el seno de la Iglesia: “Sin las mujeres, la Iglesia del continente perdería la fuerza de renacer continuamente. Son las mujeres quienes, con meticulosa paciencia, encienden y reencienden la llama de la fe”. También subrayó la relevancia de los jóvenes, en los que algunos solo ven decadencia o vidas arrastradas sin remedio al mundo del narcotráfico o la violencia.

“No se dejen capturar por tales caricaturas sobre sus jóvenes. Mírenlos a los ojos, busquen en ellos el coraje de la esperanza. (…). Ábranles espacios concretos en las Iglesias particulares que les han sido confiadas, inviertan tiempo y recursos en su formación”.

En cuanto al rol de los laicos, precisó que los grandes desafíos del continente latinoamericano exigen que se concrete un laicado cristiano comprometido con el desarrollo humano, con la consolidación de la democracia política y social, con la superación de la desigualdad y con el avance de modelos de desarrollo económico que sean ecológicamente sostenibles.

Vocaciones: no esperar por la “situación ideal”

“Dios manifiesta su cercanía y su elección donde quiere, en la tierra que quiere, y como esté en ese momento”
De igual modo, dedicó un espacio las vocaciones. El 9 de septiembre, en el centro de eventos “La Macarena”, de Medellín, Francisco se encontró con sacerdotes, religiosos, personas consagradas y seminaristas, y con sus familias. Allí, a los que responsabilizan a la crisis cultural actual por la escasez de vocaciones, les pidió que cambiaran el argumento:

“Dios sigue llamando –expresó–. (…) A mí no que no me vengan con el cuento de que: ‘No, claro, no hay tantas vocaciones de especial consagración, porque, claro, con esta crisis que vivimos…’ ¿Eso saben qué es? Cuentos chinos, ¿clarito? Aun en medio de esta crisis, Dios sigue llamando. Sería casi evasivo pensar que todos ustedes han escuchado el llamado de Dios en medio de familias sostenidas por un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia. Algunos sí, pero no todos”.

En tal sentido, llamó a no esperar por la “situación ideal”: “Esta es la situación real. Dios manifiesta su cercanía y su elección donde quiere, en la tierra que quiere, y como esté en ese momento, con las contradicciones concretas, como Él quiere. Él cambia el curso de los acontecimientos al llamar a hombres y mujeres en la fragilidad de la propia historia personal y comunitaria”.

Sobre cómo acompañar a los que dan el paso al frente, el Pontífice recomendó a los formadores que motiven la recta intención, “el deseo auténtico de configurarse con Jesús”, para que no se malogren. “Las vocaciones de especial consagración mueren cuando se quieren nutrir de honores, cuando están impulsadas por la búsqueda de una tranquilidad personal y de promoción social, cuando la motivación es ‘subir de categoría’, apegarse a intereses materiales, que llegan incluso a la torpeza del afán de lucro. Lo dije ya en otras ocasiones (…), no se olviden: el diablo entra por el bolsillo, siempre”.

La importancia social de la familia

“El respeto sagrado a la vida humana, sobre todo a la más débil e indefensa, es una piedra angular en la construcción de una sociedad libre de violencia”
En cuanto a la situación de la familia, Francisco la incluyó entre las inquietudes que compartió con los obispos colombianos en el Palacio Cardenalicio, en Bogotá, el 7 de septiembre. “Pienso –dijo– en las familias colombianas, en la defensa de la vida desde el vientre materno hasta su natural conclusión, en la plaga de la violencia y del alcoholismo, no raramente extendida en los hogares, en la fragilidad del vínculo matrimonial y la ausencia de los padres de familia con sus trágicas consecuencias de inseguridad y orfandad”.

“¿Qué otra cosa más fuerte pueden ofrecer [los obispos] a la familia colombiana que la fuerza humilde del Evangelio del amor generoso que une al hombre y a la mujer, haciéndolos imagen de la unión de Cristo y su Iglesia, transmisores y guardianes de la vida? Las familias tienen necesidad de saber que en Cristo pueden volverse árbol frondoso capaz de ofrecer sombra, dar fruto en todas las estaciones del año, anidar la vida en sus ramas. Son tantos hoy los que homenajean árboles sin sombra, infecundos, ramas privadas de nidos. Que para ustedes el punto de partida sea el testimonio alegre de que la felicidad está en otro lugar”.

El tema también salió a relucir en el mencionado encuentro del Papa con las autoridades en la Casa de Nariño. La Iglesia, dijo Francisco, es consciente de que los principios evangélicos tienen una dimensión significativa en el tejido social colombiano, por lo que estos pueden aportar mucho a la sociedad colombiana.

“En especial –añadió–, el respeto sagrado a la vida humana, sobre todo a la más débil e indefensa, es una piedra angular en la construcción de una sociedad libre de violencia”. A dicha consideración quiso además sumar, de modo preeminente, “la importancia social de la familia, soñada por Dios como el fruto del amor de los esposos, ‘lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros’”.