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Ducha helada sobre las negociaciones con Pekín
10 - 09 - 2017 - IGLESIA - Asia

Francisco es el primer Papa que ha sobrevolado China. Pero que ponga un pie allí está por verse. En agosto la Libreria Editrice Vaticana ha dado a conocer un dossier que es una ducha helada mortal para quien sigue dando por inminente un acuerdo entre la Santa Sede y Pekín.(Sandro Magister-Settimo Cielo)

El dossier, editado por Gianni Cardinale, experto en geopolítica vaticana y firma excelente de "Avvenire" y de "Limes", no comenta sino que documenta lo que hasta ayer se conocía en dosis sólo parcial.

Proporciona por primera vez los nombres de los obispos de cada diócesis china, oficiales y clandestinos, legítimos e ilegales.

Pero sobre todo pone en línea las biografías, compiladas por la Secretaría de Estado, de 75 obispos muertos en China desde el año 2004 hasta hoy, todos ellos interrogados durante años o décadas de prisión, de trabajos forzados, de campos de reeducación, de arrestos domiciliarios, de policías permanentemente en las costillas.

Si éste es el tratamiento que el régimen comunista inflige a los obispos chinos en el terreno, es claro que todo esto deberá cesar, antes que el Vaticano acepte firmar con las autoridades de Pequín un acuerdo sobre los nombramientos de los futuros obispos.

El calvario de los obispos chinos, en efecto, no remite sólo a tiempos lejanos, a Mao Tse Tung y a la Revolución Cultural, cuando el objetivo declarado por el régimen era la aniquilación de la Iglesia Católica y la creación de un simulacro desligado de Roma y totalmente esclavizado.

Prosigue también después de la salida de prisión de los obispos o futuros obispos, obligados a trabajar en una mina de sal o en una cantera de piedra, a criar cerdos, a cocinar ladrillos, los más afortunados a poner suela a zapatos o a llevar a cabo un comercio ambulante.

Todavía en el 2005 hubo un obispo, Giovanni Gao Kexian, de la diócesis de Yantai, de quien se conoció su muerte después que desde 1999, secuestrado por la policía, se había perdido el rastro.

Lo mismo sucedió en el 2007 a otro obispo, Giovanni Han Dingxiang, de la diócesis de Yongnian, encarcelado durante veinte años, luego liberado pero de nuevo hecho desaparecer en el 2006, cuya muerte fue comunicada a los familiares después que ya había sido incinerado y sepultado en un lugar desconocido.

En el 2010 hubo también otro obispo, Giovanni Yang Shudao, de la diócesis de Fuzhou, muerto después de haber pasado veintiseis años en prisión y los otros "casi siempre mantenido en su domicilio y bajo un control estricto".

Para no hablar de las tribulaciones de los últimos obispos de Shanghai, el jesuita Giuseppe Fan Zhingliang, muerto en el 2014 después de "haber ejercido siempre el ministerio en la clandestinidad", y su sucesor Taddeo Ma Daqin, bajo arresto desde el 2012 por haberse distanciado de la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos – en obediencia a Roma que juzga la pertenencia a esa Asociación "incompatible" con la fe católica – y desde entonces nunca más liberado, a pesar que hace un año se retractó de su distanciamiento.

De este año son por último el secuestro y la detención en una localidad ignota del obispo Pietro Shao Zhumin, de la diócesis de Wenzhou, de quien primero la embajada de Alemania en China y luego la misma Santa Sede, el pasado 26 de junio, han pedido públicamente el retorno a la libertad, sin ser escuchadas.

Frente a todo esto, el optimismo del cual da señales el papa Francisco cada vez que se refiere a la cuestión China, puede explicarse sólo como un ejercicio de Realpolitik impulsada al extremo.

Porque es cierto que una negociación está en curso entre las dos partes, con encuentros cada tres meses, una vez en Roma y otra en Pequín. Pero al lado de la impresionante ausencia de libertad de la cual da prueba el dossier vaticano publicado en estos días, hay al menos dos obstáculos para llegar a un acuerdo sobre los procedimientos de nombramiento de los futuros obispos.

El primero es que la Conferencia Episcopal China, de la cual se esperaría la indicación de los candidatos, actualmente está conformada solamente por los obispos oficialmente reconocidos por Pequín, sin la treintena de obispos "clandestinos" que, sin embargo, son reconocidos solamente por Roma; y no hay forma de convencer a las autoridades chinas para integrar también a éstos.

Mientras que el segundo obstáculo está dado por siete obispos "oficiales" que el régimen pretende sean reconocidos también por la Santa Sede, tres de los cuales han sido excomulgados públicamente y un par de ellos con amantes e hijos.

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Esta nota ha sido publicada en "L'Espresso" n. 37 del 2017, en los kioscos el 10 de setiembre, en la página de opinión titulada "Settimo Cielo" confiada a Sandro Magister.

He aquí el índice de todas las notas precedentes:

> "L'Espresso" al séptimo cielo

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El artículo ya había sido publicado, cuando el sábado 9 de setiembre se conoció la noticia que el obispo Pietro Shao Zhumin, secuestrado desde hace meses en una localidad ignota, se encuentra en un hospital de Pequín, siempre bajo el control de la policía.

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Entre los obispos chinos hasta ahora "bajo arresto o imposibles de encontrar", según el meticuloso inventario publicado por la Libreria Editrice Vaticana, se agregan los tres siguientes a los arriba citados:

- Giacomo Su Zhimin, obispo de Baoding desde 1994, arrestado en 1996 y desde entonces sin más noticias sobre su suerte.
- Cosma Shi Enxiang, obispo de Yixian desde 1995, desaparecido desde el 2001. En enero del 2015 se difundió la noticia de su muerte, pero no ha sido confirmada por las autoridades chinas.
- Agostino Cui Tai, obispo coadjutor de Xuanhua desde el 2013, bajo arresto desde el 2014.

Además, es indicativo el diferente tratamiento impuesto por las autoridades chinas a dos obispos fallecidos a mitad de agosto: Paolo Xie Tingzhe, obispo de Urumqi (Xinjiang), y Silvestro Li Jiantang, obispo de Taiyuan (Shanxi).

Ambos pasaron décadas en los campos de trabajo forzado, pero mientras el primero no aceptó jamás inscribirse en la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos, el segundo sí lo hizo, y se convirtió en secretario de la Asociación en su provincia y en miembro de la Conferencia Consultiva del Pueblo Chino, el organismo que acompaña a la Asamblea Nacional del Pueblo.

La consecuencia es que el primero, jamás reconocido por el gobierno, fue sepultado rápidamente y de prisa, con los feligreses mantenidos a distancia, mientras que para el segundo, oficialmente reconocido, se prepararon honores públicos durante varios días:

> I due pesi e due misure del governo: i funerali di mons. Xie Tingzhe e di mons. Li Jiantang

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La lista de los obispos, tanto "oficiales" como "clandestinos", publicada en el volumen editado por Gianni Cardinale, llena por primera vez los vacíos del Anuario Pontificio, en el que desde hace décadas aparecen sólo los nombres de los obispos de las diócesis especiales de Hong Kong y Macao.

La lista adopta el detalle de las diócesis presentes en el Anuario, que se remite a la organización de la jerarquía católica china llevada a cabo por Pío XII en 1951.

Según esa organización las diócesis y las prefecturas apostólicas en China son en total 137.

Pero las autoridades chinas, entre tanto, han ordenado en forma diferente las circunscripciones eclesiásticas, sin dar participación a la Santa Sede, que no ha reconocido estas transformaciones (excepto en un solo caso, el de la nueva diócesis de Bameng, pero no incluida en el Anuario Pontificio) que reducen el número de las diócesis a menos de 100.

El resultado es un doble listado de circunscripciones eclesiásticas, el que deberá ser necesariamente llevado a una unidad en las negociaciones en curso entre las dos partes, respecto a los futuros nombramientos de obispos.

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En la introducción al dossier, Gianni Cardinale hace notar además que entre el 2007 y el 2010 "L’Osservatore Romano" ha informado de un cierto número de ordenaciones episcopales aprobadas tácitamente tanto por la Santa Sede como por las autoridades chinas.

No lo hizo oficialmente en la rúbrica “Nuestras Informaciones”, sino oficiosamente como crónica.

Estos son los nombramientos señalados como sigue:

- el 22 de setiembre del 2007 para Xiao Zejiang en Guiyang y Li Shan en Pequín;
- el 6 de diciembre del 2007 para Gan Junqiu en Cantón y Lu Shouwang en Yichang;
- el 23 de diciembre del 2007 para Li Jing en Yinchuan;
- el 22 de abril del 2010 para Meng Qinglu en Hohhot;
- el 29 de abril del 2010 para Shen Bin en Haimen;
- el 13 de mayo del 2010 para Cai Bingrui en Xiamen;
- el 30 de junio del 2010 para Han Yingjin en Sanyuan;
- el 15 de julio del 2010 para Xu Jiwei en Taizhou;
- el 19 de julio del 2010 para Yang Xiaoting en Yan’an;
- el 23 de setiembre del 2010 para Meng Ningyou en Taiyuan;
- el 30 de setiembre del 2010 para Wu Junwei en Taiyuan;
- el 12 de noviembre del 2010 para Li Suguang en Nanchang.

Pero el 20 de noviembre del 2010 se deterioró bruscamente el clima entre las dos partes, a causa de la ordenación ilícita, no aprobada por Roma, del obispo de la nueva diócesis de Chengde, instituida por el gobierno.

En esa ocasión, un comunicado de la Sala de Prensa de la Santa Sede – emitido cuatro días después – lamentó que las autoridades chinas hayan "decidido proceder unilateralmente, a costa de la atmósfera de respeto, fatigosamente creada con la Santa Sede y con la Iglesia Católica a través de las recientes ordenaciones episcopales".

Desde ese momento "L’Osservatore Romano" no ha dado más noticias, ni siquiera a modo de crónica, de consagraciones episcopales en China, no sólo las ilícitas impuestas unilateralmente por las autoridades de Pequín – porque las otras vinieron después –, sino tampoco las celebradas con mandato pontificio.