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Obispo venezolano: « los niños y ancianos se están muriendo de hambre»
02 - 09 - 2017 - IGLESIA - América

Monseñor Jaime Villarroel es obispo de Carúpano, en Venezuela. Atiende a Alfa y Omega en España, donde ha venido a «descansar» y a «visitar a instituciones que nos apoyan». (José Caldelero-Alfa y Omega)

Usted está en España y el ex presidente Zapatero en Venezuela. ¿Qué le parece su mediación?

Toda mediación es buena siempre y cuando busque el bien del pueblo venezolano. No debemos desechar ningún tipo de ayuda, siempre que venga con buena voluntad y trate de buscar una salida democrática. Lo peor es la violencia.

Ciertamente, el ex presidente Zapatero ha buscado acuerdos, ha estado mediando. Pero, en general, la presencia de Zapatero en Venezuela la he visto más plegada al Gobierno de Maduro. Parecía buscar un convenio que favoreciera al presidente que hoy está en ejercicio.

También ha querido mediar el Papa y la Conferencia Episcopal Venezolana, pero parece que Maduro escucha con más agrado lo que le dice Francisco que lo que le dicen los obispos.

El Gobierno siempre ha buscado poner al pueblo en contra de los obispos, haciéndoles creer que nosotros somos una cúpula de gente corrupta, que tenemos intereses personales.

Por otro lado, también ha buscado contraponer las posiciones de la conferencia episcopal y del Papa. El Gobierno quiere hacer creer que el Papa tiene una visión y los obispos otra. Y nada más lejos de la realidad. Los obispos siempre hemos estado en comunión con el Santo Padre. Y también el Pontífice ha mandado una carta a todos los venezolanos asegurando que la voz de los obispos es la voz del Santo Padre.

En Colombia habrá un nuevo encuentro de los obispos venezolanos con el Papa. ¿Qué podemos esperar de esa cita?

Se ha invitado a la presidencia de la conferencia episcopal a un encuentro con el Santo Padre en Colombia. Se está hablando de que en el marco de ese encuentro el Papa pueda pedirle al Gobierno que abra un canal humanitario para aliviar el sufrimiento de la gente y que reabra el diálogo con la oposición para encontrar una salida democrática.

Se espera también que el Papa pronuncie unas palabras de apoyo al pueblo venezolano, que está sufriendo mucho.

¿Cómo está actualmente la situación en Venezuela?

Hay mucha violencia, la delincuencia domina las calles y el Gobierno reprime cualquier tipo de manifestación en contra de su régimen. Se persigue a la gente a través de la policía y del ejército.

Por otro lado, la política económica está hundiendo cada vez más al país. Hay mucha falta de comida y medicinas. En Venezuela hay más de 20.000 neonatos muertos al año por falta de asistencia médica. En mi diócesis, los niños y los ancianos se están muriendo de hambre. La humillación que pasan los ancianos para cobrar una pensión es indignante.

La población vive una situación de abandono total y está desanimada y desesperada. La Iglesia está procurando acompañar a los que sufren y dar esperanza a la gente.

Esta semana la ONU ha presentado un informe sobre la situación en Venezuela en la que se habla de detenciones arbitrarias, torturas y ejecuciones.

Cada vez hay más evidencias de que se tortura a la gente que ha sido detenida previamente. Se está sustanciando un expediente en el que cada vez es más patente que existe una violación de los derechos humanos. Hay muchos testimonios de personas que han sido violentadas en la cárcel. Hay jóvenes que no tenían ni siquiera 20 años y han muerto por disparos de las fuerzas policiales.

Los países de la región cada vez son más conscientes de la situación y están tomando mucha distancia con Maduro. Ven que este es un Gobierno que está violando los derechos humanos, que está matando a su propia gente solamente por el afán y el deseo de mantenerse en el poder.

¿Y cómo se sale de esta crisis?

Los obispos tenemos mucha preocupación por la situación de Venezuela porque vemos que cada vez se agrava más. La oposición está dividida y muy debilitada. El Gobierno cada vez les cede menos espacios y si consiguen alguna cuota de poder, enseguida les es arrebatada por la fuerza.

A corto plazo no vemos una salida. El propio Maduro hizo saltar por los aires los acuerdos a los que se había llegado en la mesa de diálogo.

Y, desde luego, no vamos a salir de esta situación dividiéndonos cada vez más, sino uniéndonos. Tenemos que generar espacios de encuentro y de conciliación entre todos los ciudadanos. Yo creo que este es el camino para una salida democrática, que es la que queremos los venezolanos, y no por las armas.

En este sentido, ¿cómo valora el encuentro en la UCAB de principios de agosto entre opositores y disidentes?

La conferencia episcopal ve que este tipo de iniciativas es algo que ayuda. Hay muchas otras iniciativas favorables que también se están dando a través de la sociedad civil, pero que quizás no tienen la repercusión que ha tenido este encuentro porque se ha hecho en la UCAB que es la universidad católica que llevan los jesuitas.

El encuentro fue muy interesante porque se juntaron opositores con disidentes del régimen, que cada vez son más. Cada vez hay más personas del Gobierno, seguidores de Chávez, que se dan cuenta de la gravedad de la situación y dejan de lado a Maduro.

Última pregunta. La sede de la conferencia episcopal ha sido asaltada, por lo menos, en una ocasión. ¿Tienen ustedes miedo de que les pueda pasar algo?

La conferencia episcopal ha sacado documentos declarando la naturaleza de este régimen, que es totalitarista, con una tendencia comunista, que reprime y deja morir a nuestra gente de hambre. Por otro lado, la delincuencia está desatada en Venezuela. Ya no se respeta a las iglesias o, mucho menos, a la sede de la conferencia episcopal.

El gobierno directamente no nos ataca con violencia, pero sí exacerba, con un lenguaje muy violento, a sus partidarios para que vayan contra la conferencia, contra los obispos. Y ya hubo algunos conatos por parte de grupos afectos al Gobierno que han tomado iglesias, que han entrado en medio de una liturgia, o han tomado locales de algunas parroquias.

Nosotros somos prudentes, pero este es un momento para hablar con la verdad, aun cuando eso pueda tener un riesgo directo a nuestras vidas.