El pasado mes de octubre Maupal ha representado de nuevo al Papa en un nuevo mural, en un callejón del Campanile, esta vez jugando al ta-te-ti, dibujando el símbolo de la paz, con un guardia suizo actuando como custodia. También este nuevo diseño fue retirado a las pocas horas, pero entonces ya había entrado en la historia:
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Así, cuando una empresa de moda llegó a reproducir en una camiseta el primero de los dos diseños, nadie en el Vaticano opuso resistencia. Más aún, monseñor Dario Viganò, prefecto de la neonata Secretaría de las Comunicaciones y muy cercano al Papa, expresó plenamente su elogio. El que, por cierto, coincidió con el del artista, según el cual el papa Francisco es "un hombre que con su simplicidad y gran apertura a las necesidades reales de la gente infunde confianza y esperanza, de la misma manera que lo hace un superhéroe".
Asegurados a Maupal los derechos de autor, la empresa recorrió con éxito el proceso para las necesarias autorizaciones vaticanas, con un contrato regular y con el beneplácito de la Secretaría de Estado.
A cambio del permiso para comercializar la imagen de Francisco como "Superpapa", la Santa Sede logró que el 9% del precio de venta de cada camiseta sea depositado en el Óbolo de San Pedro, es decir, en la alcancía de las ofrendas hechas directamente al Papa desde todas partes del mundo.
Hasta aquí no hay ninguna sorpresa, con un papa como Jorge Mario Bergoglio en simbiosis perfecta con los mecanismos mediáticos y publicitarios.
Pero hay un libro, editado hace un año, que desde la portada, también ella inspirada polémicamente en el arte callejero, plantea serios interrogantes sobre la bondad de esta festiva adhesión del Papa reinante a los cánones comunicativos habituales:
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El autor, Enrico Maria Radaelli, discípulo del filósofo suizo Romano Amerio, es una de las voces más cultas de la crítica teológica a las derivaciones de la Iglesia Católica, desde el Concilio Vaticano II hasta hoy. Lleva a cabo un buen juego, al mostrar cómo con el papa Francisco esa derivación no es solamente de imagen, sino sobre todo de doctrina.
Para él la "teología callejera" personificada por Bergoglio y por su magisterio ésta en la teología clásica, así como el "Arte callejero" de un Kendridge o de un Basquiat – o por qué no, de un Maupal – está en el arte inmortal de un Giotto o de un Miguel Ángel.