Sin el pesado condicionamiento de Mueller, quedaría abierto el camino de renovación de la última fase del pontificado de Jorge Bergoglio, quien en diciembre cumplirá 81 años. Para el relevo es favorito el arzobispo de Boston, cardenal Sean O’Mailley, de 73 años, que no por casualidad Jorge Bergoglio nombró hace poco miembro de la Doctrina de la Fe, adiestrándolo en los mecanismos de la congregación que estaría destinado a presidir.
El nombramiento de O’Mailley, que preside la Comisión Pontíficia de defensa de los menores y víctimas de los abusos sexuales en la Iglesia, superaría los continuos conflictos vividos entre la Comisión y la Doctrina de la Fe, con el Papa apoyando a los miembros de su criatura institucional contra los eclesiásticos pervertidos y la Congregación encargada institucionalmente también de estos “temas disciplinarios” de la Iglesia poniendo trabas burocráticas para defender sus espacios.
O’Mailley es uno de los principales purpurados de la Iglesia, un estrecho colaborador de Francisco y su amigo personal. Un franciscano tan apegado a su orden y a los carismas de San Francisco de Asís que sigue vistiendo el sayo marrón. Bergoglio lo nombró en 2013 uno de los miembros del Consejo de los nueve cardenales que ayudan al Papa a gobernar la Iglesia, el llamado G9, que acaba de terminar una nueva ronda de reuniones para seguir adelante con la reforma a fondo de la Curia Romana.