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Un Papa muy popular, pero no entre los obispos
29 - 05 - 2017 - PAPADOS - Francisco

Con el nombramiento a presidente del cardenal Gualtiero Bassetti, después del de hace tres años del secretario general, el papa Francisco tiene ahora el control pleno de la Conferencia Episcopal Italiana, en la que ya un tercio de los obispos han sido incardinados por él, también en diócesis de primera magnitud como Boloña, Palermo, el vicariato de Roma y pronto también Milán.(Sandro Magister.Settimo Cielo)

Los nombramientos son un elemento clave de la estrategia de Jorge Mario Bergoglio. Basta ver como está remodelando a su imagen el Colegio de Cardenales, que en el futuro elegirá a su sucesor. Luego de la última hornada de púrpuras, anunciada hace una semana para fines de junio, se torna más lejana la hipótesis que el próximo Papa pueda marcar un retorno al pasado.

Pero Italia aparte, la conquista del consenso de los obispos es para Francisco una empresa para nada fácil.

Los únicos episcopados nacionales con los que hoy puede contar son los de Alemania, de Austria y de Bélgica, es decir, los de las naciones en los que la Iglesia Católica está sufriendo la decadencia más dramática.

Mientras que, por el contrario, las mucho más vitales Iglesias de África son las que se han alineado en forma compacta, en los dos combatidos sínodos sobre la familia, contra las innovaciones queridas por el Papa.

Si además se observa a América, tanto del norte como del sur, para el Papa el cuadro parece todavía más desfavorable.

En Canadá, los seis obispos de la región de Alberta tomaron posición públicamente contra el vía libre dado por Francisco a la comunión para los divorciados que se han vuelto a casar, mientras que en Estados Unidos la Conferencia Episcopal eligió el pasado mes de noviembre como su presidente al cardenal Daniel N. Di Nardo, es decir, justamente uno de los trece cardenales de la memorable carta de protesta que hizo enfurecer a Bergoglio al comienzo del último sínodo.

En los medios de comunicación estadounidenses esta elección fue seguida como un referendum sobre el papa Francisco, y había motivo para ello. Un año antes, en su visita a Estados Unidos, Francisco había ordenado a los obispos que cambiaran de rumbo y se pusieran al día con él; y había hecho acompañar estas órdenes suyas con una serie de designaciones cercanas a su sentir, en primer lugar la de Blaise J. Cupich a arzobispo de Chicago y a cardenal.

Pero si hubo referendum, Bergoglio lo perdió totalmente. En la preselección del nombramiento a presidente, sobre diez candidatos elegidos entró sólo uno de los que le gustaban a él. Y también las elecciones de vicepresidente – monseñor José H. Gómez, arzobispo de Los Ángeles y miembro del Opus Dei – y de los jefes de las comisiones fueron todas contrarias a las expectativas del Papa.

También en América latina Bergoglio es poco amado.

En Colombia, no le gustó a los obispos, y lo han hecho saber, el apoyo prejudicial dado por Francisco al “sí” en el referendum para el acuerdo con los guerrilleros de las FARC, acuerdo que muchos obispos juzgaron como un fracaso y que en efecto fue rechazado por el voto popular.

En Bolivia los obispos justamente no soportan la relación tan ostentosamente amistosa entretejida por Bergoglio con el presidente "cocalero" Evo Morales, su acérrimo enemigo, especialmente desde cuando acusaron públicamente a las “altas estructuras” del Estado de relaciones con el narcotráfico.

En la Venezuela precipitada en la catástrofe, entre los obispos hay dolor y rabia cada vez que el presidente Nicolás Maduro se arroja contra ellos apelando al papa Francisco, jactándose de su apoyo. Y lamentablemente para los obispos las palabras pronunciadas por el Papa al comentar la crisis venezolana durante su última conferencia de prensa en el avión, al retornar de El Cairo, sonaron demasiado benévolas para el presidente y malévolas para la oposición.

Un análogo sentimiento de ser traicionados por el Papa surgió también entre los obispos de Ucrania, luego del abrazo en La Habana entre Francisco y Cirilo, el patriarca de Moscú, visto por aquéllos como un enésimo “apoyo de la Sede Apostólica a la agresión rusa”.

Para no hablar de China, donde Francisco continúa declarando que “se puede practicar la religión”, precisamente mientras algunos obispos, y justamente los que más quieren obedecer al Papa, son perseguidos y encarcelados.