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Bassetti presidente. La historia jamás contada
27 - 05 - 2017 - IGLESIA - Europa

Con el nombramiento del cardenal Gualtiero Bassetti, de 75 años de edad, arzobispo de Perugia-Città della Pieve, a presidente de la Conferencia Episcopal Italiana [CEI], se inauguró la nueva modalidad de elección del presidente de los obispos de la nación - entre los cuales el Papa es primado -, modalidad que ha entrado en vigor en el 2014.(Sandro Magister-Settimo Cielo)

Anteriormente, el nombramiento era prerrogativa exclusiva del Papa.

En mayo de 1984 la Conferencia Episcopal había intentado cambiar esta praxis, alentada por el mismo Juan Pablo II a efectuar una "votación de consulta" sobre nuevas modalidades de nombramiento del presidente y del secretario.

Se descubre así que la idea de hacer elegir al presidente de la asamblea era compartida por una gran mayoría de los obispos, pero inferior a los dos tercios requeridos por la modificación del estatuto. Los votantes fueron 185 (sobre 226 que tenían derecho), la mayoría requerida era 151, y por el sí hubo 145, por el no 36 y por las papeletas blancas 4.

Para la elección directa del secretario los dos tercios fueron superados, con 158 votos. Pero al final Juan Pablo II prefirió dejar las cosas como estaban, teniendo en el corazón la intención de imprimir a la CEI la orientación querida por él y con dirigentes nominados por él.

Se llegó así a mayo del 2013, cuando el papa Francisco, en su primer encuentro con la CEI, pidió a los obispos que rediscutieran la cuestión desde el principio.

Y a continuación veremos cómo fueron las cosas.

En el mes de setiembre posterior, el consejo permanente de la CEI, es decir, la treintena de obispos que constituyen el consejo directivo, llevó a cabo una consulta entre todos los obispos, en las respectivas conferencias episcopales regionales.

El consejo permanente de enero del 2014 manejó los hilos de la consulta y constató que la orientación prevaleciente era confiar el nombramiento al Papa sobre la base de una lista de candidatos señalados por los obispos, consultados individualmente en forma reservada: lista para entregar entera al Papa, o bien reducida a los quince nombres más votados en una posterior selección por parte de la asamblea.

En el mes de marzo siguiente, el consejo permanente decidió proponer a la asamblea general, programada para mayo, que se sometiera a votación la propuesta de hacer escribir a cada obispo el nombre de su propio candidato, insertarlo en un sobre cerrado y entregar los sobres al Papa, el único habilitado para leer el contenido, antes de proceder al nombramiento.

En efecto, en la asamblea general del 19-22 de mayo es ésta la propuesta que se somete a discusión. Pero en las palabras con las que Francisco abre la asamblea algunas leen una invitación a los obispos a elegir su propio presidente, como acontece en el resto del mundo. Esto rápidamente enciende el debate, que se abre en la mañana del 20 de mayo y se cierra la tarde del 21.

Participan muchos y una docena de obispos – Mogavero, Valentinetti, Forte, Todisco, Pisanello, De Vivo, Cascio, Santoro, Regattieri, Mondello, Nunnari, Tiddia – invocan la elección directa. Pizziolo disiente. Merisi es favorable a la propuesta inicial. Betori, en nombre de los obispos de Toscana, también lo apoya, pero propone no una sino dos votaciones para restringir la lista de nombres a entregar al Papa.

Miglio, en nombre de los obispos de Cerdeña, lanza la idea que la asamblea vote una terna de candidatos para proponer al Papa. Bressan, Staglianò y Negri lo apoyan. Bassetti y Sorrentino dicen que esa es también la idea de los obispos de Umbria. D’Ercole y Lovignana invocan en este punto una pausa para reflexionar.

Las posiciones son varias y articuladas. Así la presidencia de la CEI – después de haber dado a conocer que las palabras del Papa no pretendían indicar alguna preferencia, sino sólo contar su experiencia en Argentina – propone una votación orientativa en base a cinco hipótesis:

a) votación secreta y entrega de todas las papeletas en sobre cerrado al Papa;
b) votación en dos tiempos: el primero para seleccionar una decena de nombres y el segundo para asociar a cada nombre las preferencias respectivas, para transmitir todo en forma reservada al Papa;
c) votación en dos tiempos: el primero para seleccionar una decena de nombres y el segundo para restringir la lista a sólo tres candidatos, para transmitir todo en forma manifiesta al Papa;
d) votación de tres nombres para transmitir al Papa;
e) elección directa de un solo nombre.

En la votación participan 204 prelados. Éste es el resultado:

a) 55 votos;
b) 33 votos;
c) 19 votos;
d) 24 votos;
e) 73 votos.

Una mayoría relativa opta entonces por la elección directa, pero está muy lejos de los dos tercios necesarios para la modificación del estatuto.

La presidencia de la CEI propone entonces una posterior votación orientativa en base a dos hipótesis fuertemente alternativas entre ellas:

a) el Papa nombra al presidente luego de haber consultado a los miembros de la CEI con modalidades a definir en el reglamento;
b) el presidente es elegido directamente por los obispos.

Esta vez votan 206 y el resultado está en casi perfecto equilibrio:

a) 102 votos;
b) 104 votos.

La situación es de total impasse. El cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la CEI, propone entonces dos caminos:

a) votación definitiva pero con el riesgo que no se llega a los dos tercios y, en consecuencia, también con el riesgo de proporcionar a los medios de comunicación la imagen de un episcopado dividido;
b) postergación de la cuestión a la futura asamblea extraordinaria de la CEI, programada para noviembre.

Se reanuda el debate. Vallini está por el aplazamiento, a causa de los efectos negativos y engañosos que se pueden presentar en los medios de comunicación, que hablarían de una Iglesia dividida, en paralelo a lo que sucede en política. D'Ambrosio comparte las preocupaciones de Vallini, pero por el mismo motivo auspicia que el voto no se postergue. También Sanguinetti está por el aplazamiento, pero propone retomar en consideración la propuesta de votar una terna para someterla al Papa, propuesta ahora apoyada con gusto también por Bettori, como buena hipótesis de mediación. También Monari está a favor de la terna, para que cada candidato obtenga al menos la mitad más uno de los votos.

Por el contrario, Forte sostiene que la terna pondría en una grave disyuntiva al Papa y propone pedir consejo al pontífice en forma explícita. Sobre esta última propuesta dicen estar de acuerdo Giuliodori y Di Cerbo. Pero D’Ambrosio y Brugnaro presionan para que se decida rápidamente. Sigalini lo rechaza, diciendo que no hay que apurarse. Moraglia y Parmeggiani insisten que está bien votar rápidamente. Padovano sugiere volver a escuchar las palabras introductorias del Papa. Raspanti vuelve a lanzar la idea de la terna. Molinari evoca directamente la solución extraída de los Hechos de los Apóstoles: echarlo a suerte. Todisco anuncia el retiro de su enmienda a favor de la elección directa. Bassetti juzga grave que no se llegue a una decisión. Sepe apoya con gusto la hipótesis de la terna con techo en el cincuenta por ciento.

En este punto, el cardenal Bagnasco, visto el desarrollo del debate, decide someter a una única votación, tanto la hipótesis que el presidente sea elegido directamente por los obispos como la hipótesis que el Papa elija de una terna de nombres elegidos cada uno por mayoría absoluta. Y Radaelli subraya que en el segundo caso se podrá adoptar el modelo electivo ya en uso en la CEI para la elección de los vicepresidentes, que establece un número definido de votaciones, más la eventual segunda vuelta, para cada nombre de la terna.

He aquí entonces el voto decisivo. Participan 190 prelados. Las papeletas válidas son 187, las blancas son 2 y las nulas 1. Votan "placet" a la terna en 156. Mientras que los "placet" para la elección directa son 31.

Pasa así el sistema experimentado por primera vez esta semana, con la elección el 23 de mayo de una terna compuesta por el cardenal Bassetti, por el obispo Franco Giulio Brambilla y por el cardenal Francesco Montenegro. Y con el Papa que nombra presidente de la CEI, el 24 de mayo, a uno de los tres: el primero.