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La voluntad poderosa del hombre no necesita a Dios
23 - 04 - 2017 - CULTURA - Grandes Ideas

Es la postura del ateísmo humanista sostenida por Nietzsche, entre otros muchos pensadores, antiguos y modernos. En su intento de dar respuesta a la eterna pregunta acerca del hombre, la modernidad, en no pocas ocasiones, ha desvinculado ideales y valores, originariamente cristianos, de sus raíces auténticas, y así ha desembocado en una cultura no siempre compatible con la filosofía cristiana, recogiendo amargos frutos de poco o nulo provecho para el hombre.(Juan Carlos garcía Jarama-Alfa y Omega)

El planteamiento radical consiste en la afirmación a ultranza de la autonomía del hombre. El conflicto entre Dios y hombre se plantea, básicamente, no sólo en el nivel teórico sino en el práctico. El hombre se considera, a sí mismo, el punto de referencia absoluto y horizonte de comprensión del mundo que le rodea. La libertad se erige en el gran –o único- valor y fuente de la conciencia de su dignidad. Atrás debe quedar toda forma de heteronomía, expresada tantas veces en el “tú debes” de cualquier mandamiento religioso, para dar lugar al “yo quiero” maduro, y desembocar finalmente en un absoluto “yo soy” de autoafirmación. La espontaneidad y autonomía que define la vida del niño (anterior a toda intromisión con un deber venido de fuera) es para Nietzsche el prototipo y un modelo referencial.

*El hombre, piensan algunos con el filósofo de la muerte de Dios, no ha de ser ya más un “camello” castigado sino un “león” audaz. Sólo una autosuficiencia capaz de dar al traste con los valores cristianos tradicionales, que oprimen y esclavizan al sujeto, y la afirmación rotunda de los nuevos valores de la vida natural, que se expresan en la voluntad suprema de poder, pueden dar lugar a la recuperación del verdadero hombre, del super-hombre. Dios no es más que el espejo del hombre. No le define ningún reclamo trascendente, ni la religión forma parte de su ser. Sin otro sentido definitivo ni vocación divina alguna, es la llamada de la tierra lo que caracteriza la existencia mundana de este ser que obedece, sin ninguna finalidad providente, al instinto de su fuerza. El ateísmo es, en sí mismo, algo instintivo.

* Lejos queda el ideal socrático del autoconocimiento y la filosofía de la verdad. Ahora se impone vivir; y la vida implica inventar, crear. El auténtico filósofo, en adelante, es el hombre violento y creador autónomo de la cultura: él manda, investiga y crea, impone la ley porque su deseo es la voluntad de poder. De esta forma los valores del pasado pierden su vigencia, pero también se elimina la estabilidad objetiva para los del futuro. Renovación constante, todo es un eterno fluir, una renovación perpetua.

*La pugna planteada, por quien así piensa, se mueve en el ámbito de la vida. Rechazando la cultura burguesa occidental y la moral de esclavos, propia del cristianismo, Nietzsche presenta una nueva moral heroica, basada en la fuerza vital y la voluntad de poder. Creo que es en este nivel, entonces, donde el creyente debe justificar los motivos de su fe: confesar y testimoniar la existencia de un Dios vivido como garante de la propia libertad y dignidad humanas. No podemos permanecer en el ámbito de la elucubración fría y abstracta de un Dios ideal que en nada nos afecta. La existencia de un Dios personal, que conoce y ama, que se compadece y salva al hombre creado por Él, nunca puede ser la amenazante presencia de un enemigo a eliminar. Claro que son necesarios los discursos y argumentaciones para exponer los motivos y refutar los errores sobre la existencia de Dios y la vida de los hombres. Pero, por encima de todo ello, el comportamiento gozoso de un creyente coherente puede convertirse en la mejor explicación que rebate el ateísmo y manifiesta el encuentro con Dios. A nosotros nos toca experimentar el gozo de una vida aliada con Dios y mostrar que, muerto el divino Fundamento, es el hombre quien en realidad muere: ¡Si el fuego desaparece, el reflejo se extingue!