«Feliz Cuaresma, tiempo de cruz, tiempo de amor sepultado de cruces…». Así se despide monseñor Aguirre del email con el que la tarde del miércoles recordaba a esta redacción que muertos hay, diarios, en todas partes. Esta noche, los habitantes del pueblo en el que han entrado los guerrilleros de la Seleka, pasaron las horas en torno a los misioneros. «Me ha dicho uno de mis curas por teléfono satélite que tienen mucho miedo». Lógico. La zona donde se encuentra la misión franciscana sufrió la tarde del martes un ataque de los rebeldes, dejando a 25 muertos a sus espaldas.
El padre Gaétan Kabasha, también desde República Centroafricana, añade que desde el lunes los enfrentamientos entre facciones de la Seleka y los Antibalaka se han recrudecido. «Los enfrentamientos se saldaron con una veintena de muertos», afirma. Los habitantes de las poblaciones «huyen a las parroquias, donde son acogidos por los sacerdotes locales». Aunque algunos son asesinados, como los tres que murieron el miércoles al grito de «traidores».
Esta localidad, añade Kabasha, «está muy poblada y hay una gran mezcla de musulmanes y cristianos, se teme un derramamiento de sangre». Mientras, asevera el sacerdote, «los cascos azules brillan por su ausencia».