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Schickendantz: uno de los puntos de la reforma es reubicar al papado.
19 - 03 - 2017 - IGLESIA - América

 La llegada de un Papa del "fin del mundo" ha hecho que el centro de gravedad de la Iglesia se haya desplazado del Vaticano a las periferias. Esa es la convicción del teólogo argentino de la Universidad Hurtado de Santiago de Chile, Carlos Schickendantz. A su juicio, estamos en el "momento de la Iglesia latinoamericana", reconoce que, con Francisco, los "teólogos respiran". (Religión Digital)

Tiene usted un apellido complicado de pronunciar. ¿De dónde viene?

Es alemán. Pero mi familia alemana vino en el siglo XIX a Argentina. Somos completamente argentinos, aunque el apellido sea alemán. Mi madre era española. Se apellidaba Martínez Paz.

¿Seguís teniendo algunas raíces en España y Alemania?

No. De ninguna de las dos. Porque la familia Martínez está desde hace mucho tiempo en Argentina y los alemanes llegaron en el siglo XIX. No tenemos ningún tipo de vinculación con familiares.

Un ejemplo típico de mestizaje argentino.

Claro.

Eres cura diocesano

Soy diocesano de la diócesis de Córdoba en Argentina y he trabajado siempre con los jesuitas en la Universidad de Córdoba. Ahora, estoy trabajando también con los jesuitas en la Universidad Hurtado, de Santiago de Chile.

¿Los jesuitas te mandaron allí?

Me invitaron a trabajar. Yo estudié en Alemania, y ya había conocido a los chilenos allí. Hicimos buenos contactos y, cuando volví a Argentina, empecé a viajar a Chile como profesor invitado. Como profesor estable, pero viajando. Y ahora, llevo seis años trabajando como investigador en la Universidad Hurtado.

 

¿En qué te has especializado?

Trabajo normalmente sobre Teología Sistemática. Mi tesis doctoral la hice en Alemania, en Tubinga, sobre Rahner.

En Tubinga, nada menos y, sobre Rahner, además.

Sí, muy buena experiencia, la de dejarse formar.

Rahner pasa por ser el mejor. ¿Para ti también?

Sería difícil hablar en singular, sería injusto. Porque habría que poner a von Balthasar, Congar. Sería injusto...Es injusto decir uno.

Pero está entre los grandes, entre los más grandes.

Sí, entre los cinco mejores. Eso seguro.

Entonces, te especializaste en Sistemática, pero ahora escribes un poco de todo.

Ahora estoy bastante tiempo dedicado a la investigación. A investigar y a escribir. Hemos tenido diversos proyectos de investigación en camino. Uno, bajo el tema general de "Signos de los tiempos". Después, he estado trabajando bastante sobre Vaticano II, con conexiones en Europa. Y hace muchos años que me dedico a temas de reforma de la Iglesia. Aunque no he sido nunca profesor de Eclesiología, pero por interés personal y quizás, por la formación alemana también.

O sea, ¿que estás de moda?

El tema está de moda, y me alegro, porque escribir sobre este tema diez años atrás era bastante más complicado.

Yo creo que nadie lo imaginaba entonces, ¿no? Casi nadie hablaba de reformas, de renovación...

Que las ideas de reforma sean asumidas por el mismo obispo de Roma es un salto cualitativo, que se vivió en el Concilio y, ahora, lo estamos viviendo de nuevo con el Papa Francisco.

¿Cómo ha podido pasar algo así? Antes, en España, siempre que preguntaba a algún teólogo, si había alguna posibilidad de reforma en la Iglesia, y si la había, de dónde podía surgir, todo el mundo decía: de arriba no. Que tenía que venir por abajo. Y resulta que el Espíritu Santo nos ha descabalado a todos y ha empezado por arriba.

No empieza por arriba. Lo que a mí me parece genial del momento, y es la analogía del Vaticano II, es que se juntó: el movimiento de abajo y el movimiento de arriba. Y eso, crea un momento único de posibilidades, se abren escenarios, se crean espacios de libertad. Lo que hizo Juan XXIII en el Concilio: "Yo soy garante de la libertad para que discutan los obispos". Se abren espacios de libertad que pueden ser momentos creativos súper importantes.

¿Se está aprovechando debidamente esa oportunidad de oro, única?

Es difícil saberlo. Es verdad que se está produciendo mucho. Ojo, también sobre el tema de la reforma de la Iglesia hay ya mucho hablado, y mucho escrito. Muchas de las cosas hay que ponerlas en práctica, simplemente. El Papa no puede hacer todo. Eso depende de muchos factores. El problema es que entremos en una dinámica donde sea posible conversar, discutir, discernir, ensayar, corregir...

Pero sin que tener la espada de Damocles siempre pendiendo, que hasta ahora era lo que pasaba.

Claramente, los teólogos ahora respiramos. Es un nuevo ambiente y un nuevo momento.

 

Incluso se contesta cualquier pasito que da el propio Papa. Diría que hasta se le desobedece.

Pero con esa misma desobediencia se está reformando el papado. Si ya los que eran tan obedientes al papado se animan a plantear dudas y a escribir en contra, ellos mismos están devaluando en cierto sentido la figura papal, que es uno de los puntos de la reforma de la Iglesia: Reubicar al papado. Como obispo de Roma y en la comunión de las Iglesias.

Eso mantenías en tu conferencia. Me llamó la atención el que centras toda la reforma en torno a la reforma del papado.

No solo en la reforma del papado. Pero sí creo que es el núcleo, porque si tú tomas la mayoría de los asuntos (la promoción del laicado, la revalorización de las iglesias locales, la revalorización de las conferencias episcopales), todo es de una reformulación del centro romano.

Desgraciadamente, en el segundo milenio se orientó la Iglesia hacia poseer un centro de gobierno. Y hay que tener cuidado para que, en las reformas que se están proponiendo ahora, no se potencie aún más la figura de un obispo de Roma, porque nos resulte atractivo. Pero que no es lo que debe ser, según una concepción de eclesiológica abierta. Esta nueva concentración de la Iglesia en la figura del obispo de Roma muestra una cierta anomalía.

Sí, dicen que caemos en la papolatría que antes criticábamos.

Exacto. Por eso, el gran servicio que tiene que hacer el obispo de Roma ahora, es descentralizar su ministerio para que crezcan las otras instancias eclesiales: Las diócesis, la participación del laicado, etc.

Francisco lo está haciendo, al menos teóricamente. Está diciendo sí a la sinodalidad, sí a la colegialidad.

Sí. Es indudable que ha dado pasos importantes. El discurso de octubre 2015 con ocasión del Sínodo, cuando se cumplieron 50 años de la creación del Sínodo de los obispos, fue tremendamente importante desde el punto de vista de la eclesiología. Claramente, el Papa está actuando en este sentido.

Está pidiendo a los obispos mayor capacidad de iniciativa, advirtiendo que él no puede resolverles todos sus problemas. Si le dicen que en Brasil faltan sacerdotes, les pide que traigan una propuesta corajuda...

¿Por qué el episcopado no le sigue en ese camino? Ni siquiera en Brasil

Puede ser que hayan estado en juego distintas dinámicas. La elección de personas. Probablemente hay un episcopado que sigue más fácilmente que un episcopado que es capaz de liderar. Pero esto es, quizá, porque está elegido así y está educado así.

Eso significa que en una institución clericalizada como la que tenemos, si no cambia el clero, difícilmente la nieve de la montaña baja al valle y llega a la gente.

Claramente, porque es una reforma que es global.

Para eso hay que cambiar el nombramiento de obispos.

Ahora, Dios nos está reformando el clero, cuando está dejando con menos vocaciones sacerdotales a las iglesias y las está obligando a una relación diferente con el laicado.

Desgraciadamente, la promoción del laicado no es tanto una convicción, sino más bien una necesidad. El mismo Dios se encarga de educar a la Iglesia. No consigue reformarla, si no la empobrece. Creo que es un momento providencial, y que para reformar la Iglesia Dios piensa que hay que empobrecerla, y de esta manera, aproveche los carismas dormidos que están en le corazón de cada creyente.

 

¿Cómo se cambia el chip de varias generaciones de sacerdotes formados, "formateados" en una determinada visión eclesiológica y que ahora les cuesta abandonar? A veces, no es que no quieran, es que les cuesta cambiar el chip.

Como en todos los asuntos complejos no hay una medida. Cuando se piensa en los temas de la reforma en general, se tiene que poner una batería, una decena de medidas en movimiento. Son pequeñas cosas en distintos niveles que van produciendo progresivamente un cambio institucional.

Y de este cambio institucional lo que es importante es acertar la dirección. Y luego, orientar el camino. Y los que conducen instituciones, saben que un punto clave es definir bien la orientación del camino, y luego desarrollar la institución. Y que lo demás es cuestión de tiempo.

La reforma del clero es ciertamente un punto capital. Algunos dicen que es el punto débil del post-Concilio. El Concilio se ocupó del espicopado, del laicado, y quedaron los clérigos allí.

Lo que pasa es que también hay que ser paciente, porque estamos en una reformulación del fenómeno religioso y de la experiencia religiosa que obliga a las identidades a procesos no fáciles de reconversión. Pero uno tiene que confiar que tanto los procesos espirituales y teológicos, como los procesos culturales van a ayudar a una actualización, a una renovación del clero.

El proceso este que estamos siguiendo, ¿puede tener marcha atrás? Porque parece claro que el Papa no lo va a culminar, por ley de vida. Iniciará el proceso y lo pondrá en marcha, pero no lo podrá culminar. Es un poco lo que pasaba con Juan XXIII y Pablo VI. Juan XXIII inicia el proceso, lo pone en marcha y después viene Pablo VI y sedimenta el cambio.

Yo diría que sí. Es difícil volver atrás pero es posible frenar determinados dinamismos. Pongamos este ejemplo: el Papa Francisco está frenando un dinamismo de reforma de la reforma litúrgica que estaba en ejecución.

El cardenal Koch, que desde Benedicto preside el Pontificio Consejo del Ecumenismo, decía que el Summorum Pontificum del texto de 2007, que permite ya de manera libre la utilización del misal de Pío V, era el primer paso de la reforma litúrgica. El mismo Papa Benedicto dio varias señales en ese sentido. Francisco ha frenado ese dinamismo.

A la inversa, se podría pensar que el dinamismo que pone en marcha el papa Francisco, otro obispo posterior podría frenarlo, detenerlo de una manera legítima, según el modo de concebir, que ponga el acento en otro lugar.

O sea, que todo se va a jugar en el próximo cónclave y en función de los cardenales que vaya eligiendo Francisco, porque en eso sí tiene mano.

Sí, pero aún así sucede. Los cardenales anteriores eligieron a Francisco y aquí está este hombre que les ha resultado inesperado. O cuando uno ve la foto de los participantes en Medellín, no puede creer que esos grandes hombres con sotana hayan producido un hecho simbólico de liberación que marca épocas. Así que, hay un gran espacio para la novedad de la historia, y si queremos teológicamente, para el Espíritu subsiste algo nuevo.

Ahora, no hay que descartar posiciones que se vuelvan de nuevo hacia atrás. En un mundo complejo, plural, la reacción conservadora es una reacción previsible frente a estos procesos de pluralismo y modernidad. Y por eso, estarán siempre ahí.

Reacción conservadora que se está dando a nivel político, por ejemplo.

Por ejemplo. O sea, formas de nacionalismo. De recuperar la propia identidad. Porque es difícil construir una identidad mundial o intercultural. Está siempre la tentación de refugiarse en la identidad construida solo a partir de la propia tradición. Benedicto es el mejor ejemplo de esto.

Y la Inglaterra de hoy, que rompe con el Brexit y quiere aislarse otra vez, y construirse. ¿Tienes miedo de lo que pueda pasar con Trump?

Un dato importante es que la mitad de la sociedad norteamericana lo apoya. Porque cuando uno mira la situación social, puede tener la sensación de la gran oposición que hay, en los distintos lugares del mundo incluso. Pero este hombre tiene un apoyo importante en los Estados Unidos. Lo que a mí me invita a que debemos leer muy bien lo que pasa. Tenemos que tratar de entender por qué esa gente obtiene consenso, y debemos salir al encuentro de esas necesidades y de esas preocupaciones, para resolverlas de una manera mejor, más adulta, más respetuosa de la diversidad.

¿Es previsible que Latinoamérica sufra más todavía?

Por ahora, gracias a Dios, en el horizonte de Trump -salvo México- America Latina no existe. Según dicen unos historiadores, lo que mejor le puede pasar a América Latina es que Estados Unidos no le preste mucha atención.

¿En qué sentido?

Que no se ocupe de ella, para que no intervenga. Que no lo haga un tema propio.

Esos obligaría a los países latinoamericanos a buscar su propio desarrollo sin tener una dependencia. Lo digo pensando en México, por ejemplo.

Claro. La situación que está viviendo México es súper-complicada. El hecho de que el resto de América Latina no esté en las perspectivas de Trump es mejor para nosotros.

 

Lo del muro y lo del stop a la inmigración es un escándalo. Al menos visto desde Europa. Y eso que allí estamos haciendo lo mismo. Puede que sea porque este hombre es tan histriónico que dice lo que otros, sin decir, hacen.

Esas políticas tienen mucho consenso. Políticas plenas de nacionalismo y a la defensa de lo propio, de lo identitario. Y además, ojo, miremos también en nuestros países. Cuando Argentina tiene problemas con otro país, o Chile con Bolivia, emerge inmediatamente un nacionalismo que dificulta cualquier diálogo y comunicación.

Así que a mí me parece que el tema de la inmigración es, quizá, el gran tema común que hoy tenemos, no solo en América y Europa. Es un tema de hospitalidad y de dignidad humana, pero tampoco hay que minimizarlo. No es fácil la convivencia con extranjeros y ese aprendizaje necesita tiempo.

Como se dijo hoy, un musulmán que llega a Europa viene de un lugar donde su religión ha sido religión de Estado y donde su religión es mayoría, tiene que aprender a vivir en minoría y en una sociedad plural y secularizada. Es un proceso de aprendizaje.

Lo que necesitamos ahora son personas sabias, que puedan conducir estos procesos de la manera más armónica y pacífica posible. Pero son situaciones objetivamente complejas, para las que no hay receta.

¿Cómo está la Iglesia chilena?

La Iglesia chilena ha sufrido. Yo no soy originario de allí y mi visión es desde fuera. Ha sufrido un golpe tremendamente fuerte con la experiencia de Karadima, el sacerdote que fue acusado de abusos de menores. Eso produjo una crisis enorme. Algunos chilenos dicen que la mayor crisis de la historia de la Iglesia católica de Chile.

Ha perdido mucho en credibilidad social.

Es una Iglesia muy golpeada. Sobre todo cuando piensas que fue una Iglesia tan prestigiada por su vicaría de Solidaridad y por su compromiso con los derechos humanos. Eso es, en gran medida, una historia pasada.

Era un gran ejemplo. Incluso en Europa se la miraba con admiración.

Pero es la típica Iglesia que, cuando entra en procesos democráticos de debate, de bioética, de asuntos de familia y de sexualidad, comienza a mostrar las debilidades de su argumentación. Y su poca capacidad para convencer a otros ciudadanos. La Iglesia chilena no tiene un episcopado de gran liderazgo tampoco.

Lo de Barros también fue otra china

Lo de Barros fue un golpe bastante llamativo, y continúa. Es parte del mismo problema. Pero uno sería injusto si solo analiza el catolicismo chileno a partir de estos datos, porque hay muchas señales positivas de compromiso.

Ahora, por ejemplo, con la catástrofe de los incendios, ha habido muchas muestras de solidaridad y, de ellas, muchas generadas por la Iglesia católica. También conviven muchas formas de vitalidad. Hay Universidades importantes, la Católica lo es, con buenas bibliotecas y profesores. Como en la que yo trabajo.

¿Y vocaciones?

Pocas.

¿Eso demuestra que a mayor nivel económico bajan más las vocaciones?

Puede ser. Pero también las vocaciones provienen no de los lugares medios y pobres sino más bien de la clase alta. El catolicismo chileno es un catolicismo de clase media y clase alta. Conservador, en ese sentido.

No es una salida de movilidad social.

No, hoy no lo es de ninguna manera. Si en algún momento lo fue, hoy ciertamente no lo es. Al revés.

En Latinoamérica, ¿no lo es en ningún sitio?

En muchas sociedades más chicas es probable que lo sea todavía. Pero hoy, en los grandes centro urbanos latinoamericanos, más bien el sacerdote está sometido a crítica. Y tiene que justificar su modo de vida: celibato, obediencia, y sobre todo llevar el peso de que representa una institución que a menudo está sometida a crítica y no está a la altura de los problemas de la sociedad.

 

¿Por qué el influjo, el buen ejemplo, el efecto Francisco no cala en las iglesias nacionales? En España todo el mundo dice que el Papa es fenomenal y todo el mundo le aplaude. Pero a la Iglesia española, a los obispos españoles, no.

El mensaje de Francisco es bastante exigente, si se piensa. Por ejemplo, si nos tomamos en serio lo que el Papa está diciendo de opción por los pobres, de Iglesia de los pobres, tendríamos que hacer reformulaciones y preguntas muy hondas en nuestras iglesias.

Y qué hablar de las iglesias con las sociedades de más bienestar, como aquí, en Estados Unidos, o en Europa. Difícilmente podríamos mantener esos niveles de vida, si tomáramos más a fondo el estilo del que habla Francisco, por ejemplo, con el tema de la pobreza.

Porque eso, ¿es de cara a la galería? Quiero decir, en España, en concreto, que es lo que más conozco, todos los obispos viven en palacios. Eso a un pobre le repele. Es imposible que un pobre se acerque y entre en ese palacio, por mucho que tengamos la casa abierta...

La única pregunta es cuánto vamos a demorar en dejar eso.

Pero, ¿por qué, en el post-concilio, en España se hizo? Todos los obispos dejaron los palacios y se fueron a vivir o a las casas sacerdotales, o a pisos. Ahora, viendo que el Papa lo ha hecho, no lo imitan. Solo hay un obispo en España que lo hizo, el de Palencia. Después, en la época de Juan Pablo II, volvieron todos otra vez a los palacios. Y ahora, en cambio, esa dinámica de dejar el palacio, que es muy simbólica, no se da.

Sí, y es muy potente. Empobrecerse voluntariamente y por propia decisión es una cosa mayor. Y por eso es un testimonio tan nítido cuando aparece un hombre que voluntariamente se empobrece, se auto-limita. En Roma, apareció un testigo y deja mudo a todos. Pero somos lentos para ser evangélicos, desgraciadamente.

Porque exige una conversión personal, un cambio de vida, sobre todo en los jerarcas. A ellos tiene que notárseles de una forma especial. Que es un poco lo que se les reprocha en la sociedad española: "Ustedes no hacen lo que hace su jefe".

Es uno de los puntos de la reforma que también ha tocado Francisco, con la intención de la reforma de la curia romana. Las formas de vestir, las formas de trato, en general de toda la cultura institucional. Él usó la palabra de "una corte" de otra época. Es difícil salir de esa estructura, pero cuanto antes se haga, será más beneficioso para la transmisión del Evangelio.

 

Las inercias nos pueden a veces, ¿no?

Sí. Y con las instituciones, son de las más importantes. Como se dice, las instituciones solo se reforman, cuando están amenazadas por su existencia. Y normalmente la Iglesia católica no está amenazada, con lo que las inercias tienen mayor capacidad. En cambio, un colegio que depende de cuotas, si no se reinventa, en poco tiempo cae. La Iglesia puede vivir más de inercias. Es lo que decía Benedicto: El gris. Una fe gris que al final no es profunda y por eso no es radical.

Lo que sí parece evidente es que estáis de moda los del Sur, los latinoamericanos.

Sí, pero eso también hay que tomarlo con cuidado. Aquí, está la ventaja de la llegada de otro modo de ser al centro de la Iglesia, al centro romano. Otro modo de ser, de hablar, de sentir, de cantar, de celebrar... Pero este modo latinoamericano también está cargado de límites. En todo caso, es uno más. Está bien, es el aporte. Luego vendrán de otros continentes. Sí, se ha iniciado y se está experimentando este proceso de interculturalidad, este intercambio recíproco.

Y en este momento le toca a la Iglesia latinoamericana ofrecer su estilo, su terminología, sus acentos, su teología, su pastoral. Después, será otro y así, tendremos que ir enriqueciéndonos recíprocamente. Porque, vaya si tenemos que agradecerle también nosotros a Europa. Pero ya no es el tiempo de exportar el modelo cultural europeo.

¿El próximo será África?

En África, es verdad que la Iglesia crece mucho. La idea de que el catolicismo está en decrecimiento no se corresponde con los números. Leyendo hace poco investigaciones del Pew Forum de Estados Unidos, calculan que para el 2050 el cristianismo (no el catolicismo), va a ser el 30% de la población mundial. Lo cual es ya actualmente. Y que los porcentajes del catolicismo, van a ser parecidos. Y va a haber un crecimiento del Islam.

Lo que quiero decir con esto, es que la sensación de crisis eclesial es una sensación occidental. El cristianismo crece a niveles muy importantes en África, y también en Asia. Las sensaciones allí, son completamente diferentes. Por eso, cada vez más, hay que tener una mirada global para poder analizar y entender mejor los procesos que están en juego.