CRISTO HOY
CRISTO HOY

   Sitios Recomendados
        El Vaticano
        Aica
        Rome Reports
        Noticias Vaticanas
  
Liturgia, última "resistencia". Una nota del profesor De Marco
15 - 03 - 2017 - VATICANO - Congregación LITURGICA

La creación de una comisión aprobada por el Papa Francisco, y que ya estaría en marcha, cuyo fin es actualizar los criterios para la traducción de los textos litúrgicos del latín a las lenguas modernas, no ha sido desmentida ni confirmada por el cardenal Sarah,quien por otra parte ha sido dejado una vez más al márgen. Los textos litúrgicos son los que transmiten de manera íntegra la gran tradición de la Iglesia. Por lo tanto, es en relación a la fidelidad a estos textos donde se puede verificar una "resistencia".(Sandro Magister-Settimo Cielo)

Dos meses después de la noticia que dio Settimo Cielo el 11 de enero, la congregación vaticana para el culto divino, cuyo prefecto es el cardenal Robert Sarah, aún no ha confirmado o desmentido:

> Vatican Tight-Lipped About Papal Review of New Liturgical Translations

La noticia informaba de la creación de una comisión aprobada por el Papa Francisco, y que ya estaría en marcha, cuyo fin es actualizar los criterios para la traducción de los textos litúrgicos del latín a las lenguas modernas; criterios establecidos en 2001 por la instrucción "Liturgiam authenticam", impulsada por Juan Pablo II para corregir el desorden anterior ocasionado por el menos autorizado, pero influyente documento "Comme le prévoit", de enero de 1969.

La presidencia de esta comisión estaría confiada al arzobispo inglés Arthur Roche, actual secretario de la congregación para el culto divino y que fue jefe de la comisión internacional que realizó la traducción inglesa del misal que entró en uso en 2010, considerado el fruto más maduro de los criterios de "Liturgiam authenticam".

En aquel momento Roche alabó esa traducción, mientras otros liturgistas la criticaron por considerarla demasiado literal y "sagrada". Pero ahora es el primero en quererla cambiar, en nombre de una correspondencia "dinámica" entre el texto traducido y el texto original, y de una mayor libertad "creativa" que habría que concordar con cada una de las conferencias episcopales.

Entre los miembros de la nueva comisión estarían los liturgistas Silvano Maggioni, subsecretario de la congregación para el culto divino, y Andrea Grillo, profesor en el Pontificio Ateneo San Anselmo, ambos muy críticos -sobre todo el segundo- con los criterios de "Liturgiam authenticam":

> La traduzione/tradizione impossibile: i punti ciechi di "Liturgiam authenticam"

El cardenal Sarah parece estar completamente al margen de todo esto. Humillado más de una vez públicamente, preside oficinas y hombres que se oponen a él.

Pero la cuestión que está en juego tiene mucho más peso de lo que aparenta. En una época en la que el magisterio es incierto o desaparece, son precisamente los textos litúrgicos los que transmiten de manera íntegra la gran tradición de la Iglesia. Por lo tanto, es en relación a la fidelidad a estos textos donde se puede verificar una "resistencia".

Es lo que escribe el profesor Pietro De Marco al final de esta nota sobre la cuestión litúrgica postconciliar.

La nota resume una relación mucho más amplia que presentó a finales de agosto de 2016 en Asís, en la semana anual de estudio de la Asociación de Profesores de Liturgia, cuyas actas están en fase de publicación.

*

EL MOVIMIENTO LITÚRGICO COMO PROBLEMA Y COMO "OPORTUNIDAD"


por Pietro De Marco

1. ROMA ESTUVO ATENTA, y fue su grandeza durante unos decenios dificilísimos, en tutelar el Concilio auténtico, no el Concilio-proyecto de la inteliguentsia teológica.

En septiembre de 1965, cuando faltaba ya poco para que concluyera el Vaticano II, Pablo VI se sintió en la obligación de manifestar su "anxietas" respecto a la doctrina y al culto eucarístico. En la encíclica "Mysterium fidei" lamentaba que "entre los que hablan y escriben de este sacrosanto misterio hay algunos que divulgan ciertas opiniones acerca de las misas privadas, del dogma de la transubstanciación y del culto eucarístico, que perturban las almas de los fieles, causándoles no poca confusión en las verdades de la fe, como si a cualquiera le fuese lícito olvidar la doctrina, una vez definida por la Iglesia".

Menos de tres años después, en mayo de 1968, con ocasión de la publicación de las nuevas oraciones eucarísticas, fue el propio "Consilium" encargado de la reforma litúrgica el que cedió ante el revisionismo teológico, muy difundido, en la circular firmada por su presidente el cardenal Benno Gut y el secretario Annibale Bugnini, en la que, explicando la teología de la anáfora eucarística, se lee (párrafo 2, puntos 2-3) :

"La anáfora es la narración de los gestos y de las palabras pronunciadas en la institución de la eucaristía. Pero [como] la narración vuelve a actualizar lo que Jesús hizo […], se dirige al Padre la oración de súplica: que haga efectivo este relato, santificando el pan y el vino, es decir, prácticamente, haciendo de ellos el cuerpo y la sangre de Cristo".

Difícilmente se podía alcanzar, en un documento oficial, un nivel tan bajo de teología eucarística en favor de los clichés del memorial, de las modas de tipo narrativo en la exégesis, como también de una negación escondida del valor de la consagración inherente en la formula de la Institución, en beneficio de la epíclesis que la precede.

Pero el ápice anti-litúrgico es la instrucción "Comme le prévoit" de enero de 1969 sobre los criterios de traducción del misal, que llega incluso a declarar en el n. 5 que el texto litúrgico "es un medio de comunicación oral. Es, ante todo, un signo sensible con el que los hombres que rezan se comunican entre sí".

A pesar de las expresiones correctivas ("Pero para los creyentes…"), la fórmula equívoca sobre qué es rito y los "principios generales" de la instrucción hacen que la teología de la liturgia se sitúe, en consecuencia, bajo las reglas de una filosofía pragmática del lenguaje (quién habla, cómo se habla, a quién se habla).

Se instaura así, como sistema y alterándola, la praxis plenamente pastoral de la denominada "misa dialogada", en sí misma una expresión engañosa, porque no se trata de un "diálogo" entre el sacerdote y el pueblo, sino de una "actio liturgica" dirigida esencialmente a Dios.

La propia celebración "versus populum", que no tiene ningún fundamento histórico ni teológico, pertenece a este clima, con los efectos "desorientadores" que de ello derivan. De hecho, se elimina el eje cultual-mistérico según el cual y sobre el cual Cristo celebra dirigiéndose al Padre; y el sacerdote y el pueblo con Él.

2. VALE LA PENA observar de cerca la situación de la inteligencia teológica de finales de los años sesenta y su influencia en la reforma litúrgica.

Es evidente que existía un desequilibrio fundamental entre el rito mistérico y sacramental impulsado por las mejores mentes del movimiento litúrgico, por un lado, y la petición de participación de los fieles por el otro, desequilibrio que debilita la constitución "Sacrosanctum Concilium".

Pero en esos años la inteliguentsia católica sugería, sin expresarlo nunca claramente, mucho más.

Sugería que la teología debía materializarse en la acción, por analogía con la denominada filosofía de la praxis, desde Marx a Dewey. Para muchos de los que formaban parte del movimiento litúrgico la liturgia era esta acción. Al ser un rito "humano" se piensa en el rito como en algo que genera la propia verdad y eficacia de sí mismo.

La "actuosa participatio" de los fieles al rito agravaba y desorientaba el escenario del postconcilio, porque conllevaba la carga ideológica de los años sesenta y setenta. La dinámica antropocéntrica y secularizada (favorecida por el prestigio de Karl Rahner, pero autónomamente cultivada en ámbito francófono) prevalecía sobre la concepción ritual-mistérica que santifica y transciende al hombre y que, sola, puede hacer de la liturgia "la fuente y el culmen" de la vida cristiana.

Era el colapso de la gran teología litúrgica de los años treinta, de Odo Casel, Dietrich von Hildebrand, Romano Guardini mismo.

Tras la desaparición, a partir de los años sesenta, del clima ideológico, la sensibilidad eclesial y toda la teología en conjunto, desde la fundamental a la pastoral, llevaron a cabo un giro que incluía desde la praxis a la hermenéutica, desde el realismo de las concepciones materialistas del Evangelio a la teología negativa, desde la militancia política a la "autenticidad relacional".

La pastoral litúrgica se ha adaptado con facilidad. La ciencia litúrgica ha trabajado de manera autónoma y junto a las teologías, pero ni la investigación filosófico-lingüista, ni antropológica ni, mucho menos, neo-personalista, han podía evitar el declive: la pérdida de realidad del momento sacramental y del dato sobrenatural como tales.

La militancia pedagógico-pastoral y el debilitamiento de la cristología, la eclesiología y el derecho canónico permiten que hoy en día se insista en todas partes acerca de la "espontaneidad" formativa y, en cierta medida, sobre la auto-fundación del cristiano y la comunidad. Así, la misa se convierte en "participación" socializadora, en un encuentro "jubiloso" más que festivo. La liturgia es equiparada a los juegos de comunidad.

A este escenario pertenece el aspecto desolador que frecuentemente tienen las "nuevas iglesias", que no están pensadas como "casa de Dios", sino como espacios destinados a varios usos y, por consiguiente, sin un significado propio: dispendiosas vacuidades en las que la "actio liturgica" está, literalmente, confundida y desorientada.

3. ¿CÓMO SE PUEDE RECUPERAR, contracorriente, la inteligencia de la liturgia humano-divina, solemne y cósmica, en una época en la que la cristología y la mariología son "humanizadas" según paradigmas emocionales, relacionales, compasivos, impermeables a la gloria y la victoria de la Cruz? ¿En una época de nihilismo benevolente y de "falsificación del bien"?

Se puede.

De hecho, la liturgia y la pedagogía litúrgica pueden transmitir aún, si realmente quieren, un cuerpo íntegro de revelación divina: ese contenido en la "lex orandi" correctamente comprendida y, por lo tanto, rigurosamente traducida, no según "Comme le prévoit", sino según "Liturgiam authenticam" (2001), que valoraba de manera realista más de treinta años de hechos y errores.

La "lex orandi" no es sólo una fórmula. Es un cuerpo íntegro de doctrina, es Tradición que hoy sigue siendo nítida precisamente en los textos litúrgicos, mucho más que en las teologías y en el propio magisterio jerárquico reciente. No se trata de animar asambleas recreativas o estáticas, o de realizar nuevas formas de teatro, sino de basarse en la resistencia verdadera de la Revelación depositada en los misales, en los breviarios, y proclamada y actuada en la celebración responsable.

La tensión entre el rito "en sí mismo"y su expresión "participada" exige soluciones teológicas rigurosas; sólo de éstas pueden surgir soluciones seguras práctico-pastorales. No viceversa. Por eso, dos advertencias:

1. sin una fe cierta en el "mysterion" como "substantia" y en el símbolo en cuanto epifania que abre intelectual y sensiblemente -con los sentidos espirituales- al Más Allá como trascendencia, cualquier desafío teológico del tipo "de lo ético a lo simbólico" se ha perdido de antemano;

2. sin "logos" no se puede esperar en una nueva generación de la verdad cristiana del rito entendido como inmanencia creadora. El "logos" divino subsiste de por sí, antes y después de la"actio". La liturgia sería, así, otra víctima, después de la catequesis, de la deriva "activista" de la teología práctica.

Por lo tanto, el movimiento litúrgico como problema y como "oportunidad".