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Artículo de Tong sobre las relaciones Iglesia-China suscita «alegría y confusión»
10 - 02 - 2017 - IGLESIA - Asia

Según un artículo publicado en el boletín diocesano de Hong Kong por el cardenal John Tong Hon, en el futuro el Papa será reconocido como autoridad suprema de la Iglesia, la Asociación Patriótica pasará a ser un organismo voluntario, los 7 obispos ilícitos se podrán reconciliar con la Iglesia y el régimen chino reconocerá a los obispos clandestinos. Sin embargo, según el director de AsiaNews, la información que ofrece el cardenal Tong deja algunos interrogantes abiertos. (Bernardo Cervellera/AsiaNews/Alfa y Omega)

Suscita alegría y confusión el nuevo artículo que lleva la firma del cardenal John Tong de Hong Kong, que trata sobre las relaciones entre China y el Vaticano. Luego del artículo publicado en agosto pasado, sobre la Comunión de la Iglesia en China con la Iglesia universal, hoy él ha difundido un nuevo capítulo sobre el diálogo entre China y la Santa Sede, titulado El futuro del diálogo Sino-Vaticano desde el punto de vista de la eclesiología.

La alegría deriva del optimismo, unido a un sentido de pragmatismo (típico de la mentalidad china) que se respira en estas páginas. Según el cardenal Tong, todo podrá volver a su lugar: el Papa será reconocido como autoridad suprema de la Iglesia; el cambio de la Asociación Patriótica (AP) de un instrumento de control al cual es obligatorio inscribirse, pasará a ser un organismo «voluntario»; la reconciliación de los 7 obispos ilícitos (eran 8, pero uno murió el 4 de enero pasado); el reconocimiento a futuro de los obispos subterráneos; la libertad «esencial» que el gobierno habrá de garantizar a la Iglesia católica (que ha de ser vista en forma separada de la libertad religiosa –y en parte política- de los musulmanes de Xinjiang y de los budistas del Tíbet).

La confusión surge cuando se trata de profundizar un poco más, al leer las distintas soluciones en perspectiva ante la difícil existencia de la Iglesia en China. Muy justamente, el cardenal Tong afirma que el nudo de las cuestiones «eclesiológicas» –que se refieren a la naturaleza católica de la Iglesia, sin la cual ésta no puede vivir- es la cuestión del nombramiento de los obispos. Son secundarias las cuestiones referidas a la libertad de abrir escuelas, la restitución de los bienes secuestrados a la Iglesia (aunque esto lo imponga la ley china) y el poder difundir la propia fe. El cardenal Tong denomina a estas cuestiones como expresiones de «una libertad completa», a la cual, por «realismo», se puede renunciar en parte, al menos por ahora.

¿Un cambio de meras palabras?

Pero es precisamente la cuestión crucial del nombramiento de obispos lo que no resulta claro, llegando a ser incluso engañoso. Para el cardenal Tong, «el Papa debe seguir siendo la última y más alta autoridad en lo que se refiere al nombramiento de obispos y la elección [de un candidato] por parte de una Iglesia local dada, resulta solamente un modo de expresar las recomendaciones de la Conferencia episcopal local». Sin embargo, en los hechos está sucediendo que el Consejo de obispos chinos –apuntado por la Asociación Patriótica y por el Ministerio de asuntos religiosos- elige al candidato y al Papa le dejan solamente la tarea de dar su bendición final: lo cual resulta poco para hablar de «la autoridad más alta». Según fuentes chinas de AsiaNews que se encuentran cercanas a la mesa de diálogo, el gobierno incluso querría que el Papa sólo tenga el poder de veto, pero en tanto y en cuanto éste sea «motivado». Y si los motivos no son aceptables, el Consejo de obispos tiene derecho a proceder igualmente a la ordenación del candidato propuesto. No se comprende, por ende, si lo que dice el cardenal Tong es una esperanza o si se trata de una lectura que él hace de la situación presente, en la cual cambian las palabras, al decirse que el Papa elige al candidato, pero la realidad es que los nombramientos se llevan a cabo de manera independiente. ¡Y el mismo cardenal admite que el acuerdo «sobre el nombramiento de obispos no diferirá mucho de los modos prácticos utilizados en la actualidad por las dos partes!».

Las acrobacias en torno a la Asociación Patriótica «voluntaria»

La acrobacia de las palabras también se hace evidente en lo referido a la AP, a la cual, se afirma, le sería quitado el poder de «elección y ordenación democrática» de los obispos, y que por ende, se convertiría en «aquello que su nombre significa literalmente, es decir, una verdadera Asociación Patriótica; una institución voluntaria, que une al clero y a los fieles que aman a su patria y a la Iglesia en los servicios sociales». No queda muy claro si estas palabras son la expresión de un deseo, un sueño, una realidad o una mera ficción lingüística. Hasta ahora, la AP es, en virtud de su estatuto, una asociación «voluntaria», pero todos los obispos oficiales son obligados a inscribirse en ella. Quien ha osado renunciar a ella –como monseñor Tadeo Ma Daqin, de Shanghái- fue inmediatamente sometido al arresto domiciliario. E incluso ahora que ha sido re-inscripto, sigue obligado al aislamiento en el seminario de Sheshan, habiéndosele quitado el título de «obispo», puesto que cuando se lo menciona, es identificado exclusivamente como el «padre Ma».

Es más, estas palabras del cardenal Tong no eliminan la realidad de que existe un dominio de la AP sobre la vida y la pastoral de los obispos. Prueben a reunirse con el obispo de Beijing y los despedirán, puesto que él no puede reunirse con un cura extranjero sin contar con el debido permiso. Traten de hablar con un obispo de la AP, y él tratará de reunirse fuera de su oficina, al aire libre, para no ser escuchado por las «chinches» (micrófonos ocultos) colocadas por doquier.

Los obispos «subterráneos»

Desde este punto de vista, el problema de la libertad de los obispos subterráneos es similar al de los obispos oficiales. Siendo muy justo, el cardenal Tong dice que «la actitud del gobierno en relación a las comunidades no oficiales ha cambiado notablemente, si se la compara con la asumida en los años ochenta», pero esto no significa que no haya un control, que no hay arrestos, que no haya sospechas infundadas de «anti-patriotismo». Y esto, incluso en el caso de obispos «subterráneos» como Mos. Julio Jia Zhiguo, que se han dedicado durante décadas al cuidado de la gente, de los enfermos, de los niños abandonados, desarrollando un trabajo a favor de la población y de un modo ciertamente patriótico, absolutamente no violento. El punto es que justamente este compromiso es lo que impulsa a guardar «sospechas». Tal como fue declarado por el profesor Richard Madsen, sociólogo de las religiones, el gobierno alimenta sospechas de que haya «demasiados actores no-estatales» en las obras de bien que se llevan adelante, puesto que de esta manera «el gobierno podría sentirse defraudado en su posibilidad de “ayudar a la gente” y de “controlar a la gente” y eso hace surgir un potencial conflicto»: puesto que el gobierno exige patriotismo, pero el Partido comunista exige una sumisión total, y no quiere que su totalitarismo sea aplacado por nadie.

Por otro lado, hace años que los obispos «subterráneos» (y oficiales) proponen al gobierno ser registrados en el Ministerio de asuntos religiosos, pero no en la AP, que quiere construir una Iglesia nacional «independiente» de la Santa Sede, pero sometida totalmente al poder del Partido. El mismo pedido es expresado por el cardenal Tong en su capítulo referido al «reconocimiento por parte del gobierno de los Obispos no oficiales», pero la respuesta en todos estos años siempre ha sido un «no» rotundo. Si hubiera un «sí» ante este pedido, realmente sería el inicio de una nueva era en las relaciones entre China y el Vaticano.

«Libertad completa» y «libertad necesaria»

El último capítulo es uno de los más intrigantes. En éste, el cardenal Tong afirma que en comparación a la cuestión del nombramiento papal de los obispos, todos los demás problemas son secundarios. Eso es cierto, porque en el nombramiento de obispos se toca el elemento dogmático y sacramental del ministerio de la Iglesia católica. El problema surge por el hecho de que el cardenal Tong presenta la «sanatio» del método de nombramiento y elección como un hecho consumado, «este acuerdo –dice él- es un notable avance». Más arriba hemos expuesto nuestra perplejidad con respecto a este método, que nos parece un mero cambio nominal, de palabras, que no muda en nada la sustancia de la cuestión y reduce la función papal a una mera bendición de algo que ya fue decidido por otros y en otra parte.

Otra perplejidad cabe al reducir la «libertad esencial» al nombramiento de obispos, sin preocuparse por el ejercicio de su función. Es verdad que los «modos de difundir la fe y de gestionar instituciones educativas, la restitución limitada de las propiedades no son una amenaza ni infligen un daño a la naturaleza de la Iglesia católica en China».

¿Pero es también así cuando un obispo debe pedir permiso para reunirse con huéspedes de la Iglesia universal? ¿O si un pastor es obligado a ausentarse de su diócesis durante meses, para sufrir un lavado de cerebro sobre política religiosa del gobierno-partido? ¿Si un obispo es obligado a participar en una ordenación episcopal ilícita, la cual carece del mandato papal? ¿Si por encontrarse con un co-hermano suyo de la Iglesia subterránea arriesga sufrir un boicot y a que se le impongan obstáculos a su ministerio?

Quizás esta «libertad esencial» debiera ser un poco más amplia, de otra manera no se entiende cuál es la diferencia entre una situación con acuerdo y una situación sin acuerdo. Y entonces –como suelen decir los sacerdotes y obispos oficiales y subterráneos- «más vale postergar cualquier acuerdo hasta tanto no se nos garantice una verdadera libertad religiosa».