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Francisco: " Jesús era un hombre alegre"
03 - 12 - 2013 - PAPADOS - Francisco

Recordaréis en la trama de "El nombre de la rosa"  obra llevada al cine de Umberto Eco  está de fondo el dilema de los ignotos textos griegos que debían permanecer ocultos porque venían a contradecir el espíritu (maniqueo) de algunos monjes..con Francisco esos "textos" regenerados con el agua del Bautismo aparecen diáfanos: la alegría...que nunca dejó de cantar la Iglesia por legado de la mamá de Cristo..."¡ Magnificat anima mea Dominum. Et exultavit spiritus meus in Deo salutari meo.!"

La Iglesia debe estar siempre alegre como Jesús. Es lo que ha afirmado el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Pontífice ha destacado que la Iglesia está llamada a transmitir la alegría del Señor a sus hijos, una alegría que da verdadera paz.

Paz y alegría. El Papa Francisco ha desarrollado su homilía deteniéndose en este binomio. En la Primera Lectura tomada del Libro de Isaías, observó que se expresa el deseo de paz que tenemos todos. Una paz que dice Isaías, nos traerá el Mesías. En el Evangelio, sin embargo, "podemos entrever un poco el alma de Jesús, el corazón de Jesús: un corazón alegre".

"Pensamos siempre en Jesús cuando predicaba, cuando curaba, cuando caminaba, yendo por las calles, también en la Última Cena... Pero no estamos acostumbrados a pensar en Jesús sonriente, alegre. Jesús estaba lleno de alegría: lleno de alegría. En esa intimidad con su Padre: ‘Exultó de alegría en el Espíritu Santo y alabó al Padre' Es el misterio interno de Jesús, el de la relación con el Padre en el Espíritu. Es su alegría interna, la alegría interior que Él nos da a nosotros".

"Esta alegría, observó, es la paz verdadera, no es una paz estática, quieta, tranquila". No, "la paz cristiana es una paz alegre, porque nuestro Señor es alegre". Y también es alegre "cuando habla del Padre: ama tanto al Padre que no puede hablar de Él sin alegría". Nuestro Dios, afirmó, "es alegre". Y Jesús "ha querido que su Esposa, La Iglesia, también fuese alegre".

"No se puede pensar en una Iglesia sin alegría y la alegría de la Iglesia es exactamente esto: anunciar el nombre de Jesús. Decir: ‘Él es el Señor. Mi esposo es el Señor. Es Dios. Él nos salva, Él camina con nosotros'. Esta es la alegría de la Iglesia, que en esta alegría de esposa se convierte en madre. Pablo Vi decía: la alegría de la Iglesia es evangelizar, ir hacia delante y hablar de su Esposo. Y también transmitir esta alegría a los hijos que le nacen, que ella educa".

Y así, añadió, contemplamos que la paz de la que habla Isaías "es una paz que se mueve mucho, es una paz de alegría, una paz de alabanza", un paz que podemos definir "ruidosa, en la alabanza, un paz fecunda en la maternidad de nuevos hijos". Una paz, dijo de nuevo el Papa Francisco "que viene en la alegría de la alabanza a la Trinidad y de la evangelización, de ir a los pueblos y decir quien es Jesús". "Paz y alegría", afirmó. Y puso el acento sobre lo que dice Jesús, "una declaración dogmática", cuando afirma; "Tú has decidido esto, no revelarte a los sabios sino a los pequeños".

"También en las cosas tan serias como esta, Jesús es alegre, la Iglesia es alegre. Debe ser alegre. También en su viudez, porque la Iglesia tiene una parte de viudez que espera a que su esposo vuelva, también en su viudez, la Iglesia es alegre en la esperanza. Que el Señor nos dé a todos esta alegría, la alegría de Jesús, alabando al Padre en el Espíritu. Esta alegría de la nuestra madre Iglesia en la evangelización, en el anunciar a su Esposo".(Religión Digital)

(NdR)El Magnificat es espejo del alma de María. En ese poema logra su culminación la espiritualidad de los pobres de Yahvé y el profetismo de la Antigua Alianza. Es el cántico que anuncia el nuevo Evangelio de Cristo; es el preludio del Sermón de la Montaña. Allí María se nos manifiesta vacía de sí misma y poniendo toda su confianza en la misericordia del Padre. En el Magnificat se manifiesta como modelo «para quienes no aceptan pasivamente las circunstancias adversas de la vida personal y social, ni son víctimas de la "alienación", como hoy se dice, sino que proclaman con ella que Dios "ensalza a los humildes" y, si es el caso, "derriba a los potentados de sus tronos"...» (Juan Pablo II, Homilía Zapopán -Documento de Pueblo Nº 297)