La condena de la guerra ha ido concretándose en diversos mensajes papales cada 1 de enero como apuesta explícita por la no violencia, heterogéneo movimiento político de gran importancia en el siglo XX, protagonista en la descolonización de la India, el fin del apartheid en Sudáfrica o la caída del comunismo en Europa del este.
Benedicto XVI –recuerda Francisco– se refirió a la no violencia como una propuesta «realista» en un mundo donde sobra violencia, y donde solo «un plus de amor, un plus de bondad» es capaz de romper situaciones enquistadas.
En continuidad con su predecesor, Francisco presenta la no violencia como la forma de resolución de conflictos más acorde al Evangelio, aclarando a la vez que «no es un patrimonio exclusivo de la Iglesia católica». Ni tampoco exclusivamente un movimiento político, puesto que la no violencia comienza «dentro de los muros de casa» y en cada corazón humano, que el Papa define como «el verdadero campo de batalla en el que se enfrentan la violencia y la paz».