Cuando el milagro de la licuefacción de la sangre no ocurre «siempre ha estado ligado a momentos nefastos de la historia de la ciudad» como guerras, epidemias y terremotos, explica La Stampa.
Ante esta situación, el abad de la capilla de los tesoros en la Catedral de Nápoles, Mons. Vincenzo De Gregorio alentó a «no pensar en calamidades o desgracias. Nosotros somos hombres de fe y debemos seguir rezando».
La sangre seca de San Genaro se conserva en dos ampollas de vidrio y se licua tradicionalmente tres veces al año: el primer domingo de mayo, el 19 de septiembre, fiesta del Santo y el 16 de diciembre. La Iglesia dice que el milagro sucede gracias a la dedicación y las oraciones de los fieles.
El milagro consiste en que la masa de sangre reseca rojiza, adherida a un lado de la ampolla, se convierte en sangre completamente líquida tras el paso de varios minutos, llegando a cubrir todo el vidrio.
El proceso de licuefacción a veces toma horas, incluso días o en ocasiones no sucede en absoluto como en esta ocasión.
El 21 de marzo del 2015, mientras el Papa Francisco daba algunos consejos a los religiosos, sacerdotes y seminaristas de Nápoles, también ocurrió el milagro de San Genaro y la sangre se licuó.
Antes de aquel suceso, la última vez que el milagro ocurrió con un Pontífice fue en 1848 con Pío IX. No había sucedido cuando Juan Pablo II y Benedicto XVI visitaron la ciudad en octubre de 1979 y en el mismo mes en 2007, respectivamente.