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China; se prepara la IX Conferencia de los Representantes católicos
30 - 11 - 2016 - IGLESIA - Asia

El importante organismo de la política religiosa de Pekín debería reunirse antes de que concluya el año. Mientras tanto, llegan tres nuevos obispos aprobados (en diferentes épocas) por la Santa Sede y por el gobierno chino. (Vatican Insider)

Con más de un año de retraso con respecto a los planes iniciales, la IX Conferencia de los Representantes católicos chinos (mayor instancia de la política religiosa de Pekín frente a la Iglesia católica local) debería llevarse a cabo (salvo imprevistos) después de Navidad; probablemente del 26 al 30 de noviembre. Lo refieren fuentes de Pekín consultadas por Vatican Insider. Mientras tanto, hoy miércoles 30 de noviembre, se celebraron dos ordenaciones episcopales que contaban con el consenso expresado en épocas diferentes de la Santa Sede y de los organismos que administran la política religiosa de Pekín. En la diócesis de Ankang (en la provincia de Shaanxi) fue ordenado obispo el sacerdote Wang Xiao Xun, y en la de Chendu (en la provincia de Sichuan) fue ordenado el padre Tang Yuan Ge. El próximo 2 de diciembre, el sacerdote Lei Jia Pei será ordenado nuevo obispo de Xichang, también en la provincia interna de Sichuan. Participó en la liturgia para la ordenación episcopal que se llevó a cabo en Chendu, pero sin ser consacrante, Pablo Lei Shiyin, el obispo ilegítimo de Leshan que fue ordenado sin la aprobación del Papa el 29 de junio de 2011. Después de su ordenación, un comunicado de la Santa Sede declaró públicamente la excomunión automática («latae sententiae»), en la que incurrió de la misma manera que otros dos obispos ilegítimos que fueron ordenados en los meses siguientes. Lei Shiyin también podría estar presente en la ordenación episcopal prevista para el próximo 2 de diciembre en Xichang.

Las ordenaciones episcopales de estos días confirman que la Iglesia católica en China vive con señales contradictorias. Por una parte crece el número de los obispos consagrados en los últimos años con la aprobación tanto de la Santa Sede como del gobierno chino. Mientras tanto, la agencia UcaNews, citando “fuentes” anónimas, refirió que las negociaciones bilaterales reservadas entre los representantes de la Santa Sede y del gobierno chino sobre los puntos difíciles, que han provocado durante décadas conflictos, prepotencias e incomprensiones (empezando justamente por los procedimientos para la selección y la ordenación de los obispos), vivieron el enésimo «round» durante el mes de noviembre. Al mismo tiempo, la presencia del ilegítimo Lei Shiyin en las consagraciones de obispos en plena y declarada comunión con la Santa Sede confunde las conciencias de muchos católicos chinos, y acredita las dudas sobre la confiabilidad de los negociadores chinos y sobre la sinceridad del mismo obispo, en vista de un eventual recorrido de perdón y de legitimación canónica de su ordenación ilícita.

La Asamblea de los Representantes chinos, prevista para el último mes de este año, se convertirá en una prueba para verificar la consistencia del «nuevo curso» de las relaciones entre la China Popular y la Santa Sede.

Ese ente representa el organismo más elevado entre los aparatos que se encargan de aplicar la política religiosa de las autoridades chinas a la Iglesia católica. Normalmente los representantes delegados de todas las diócesis registradas en la administración estatal son convocados cada 5 años para distribuir los cargos en los organismos oficiales que vigilan la vida de la Iglesia católica en China, incluidos la Asociación patriótica de los católicos chinos y el Consejo de los Obispos (órgano no reconocido por la Santa Sede que engloba solamente a los obispos católicos chinos, legítimos o ilegítimos, reconocidos por el gobierno).

Hay que tener en cuenta algunos antecedentes para comprender qué estará en juego en la Asamblea de finales de año. En 2010, justamente la convocatoria y la VIII Asamblea de los representantes católicos chinos, que se llevó a cabo del 6 al 8 de diciembre de ese año, marcó oficialmente el paso de una estación prometedora a una fase catastrófica en las relaciones entre los aparatos políticos chinos y la Iglesia católica. Después de la Carta de Benedicto XVI a los católicos chinos, de 2007 a 2009 se puso en marcha el diálogo reservado entre los representantes del gobierno chino y la Santa Sede (los últimos fueron guiados por Pietro Parolin, entonces «vice-ministro» del Exterior vaticano) sobre los procedimientos para la selección de los obispos. Entre abril y noviembre de 2012 fueron ordenados en China 10 obispos con la aprobación de la Santa Sede y de Pekín. Pero después la situación volvió a empeorar. En 2009 Parolin, que fue nombrado Nuncio apostólico en Venezuela y fue ordenado obispo por Papa Benedicto XVI, dejó Roma para comenzar su nueva misión. El 25 de marzo de 2010, en vista de la Asamblea de los Representantes católicos, la Comisión vaticana para la Iglesia en China (órgano asesor creado en esos mismos años y que incluye a oficiales vaticanos y expertos que provienen incluso de Hong Kong), al final de la reunión anual, difundió un comunicado en el que, entre otras cosas, se invitaba a los obispos chinos a evitar «gestos (como, por ejemplo, celebraciones sacramentales, ordenaciones episcopales, participación en reuniones) que contradigan la comunión con el Papa, que los nombró Pastores, y crean dificultades, a veces angustiantes, en las respectivas comunidades eclesiales». En las semanas siguientes, tres obispos chinos reconocidos por el Papa y también aprobados por los aparatos gubernamentales chinos, dijeron a UcaNews que lo que había expresado la Comisión vaticana los había puesto «en una posición difícil». También indicaron que la participación en una ordenación ilícita no podía compararse, por su gravedad, con un eventual acto de presencia en un congreso nacional, «que no tiene nada que ver con el espíritu de la Iglesia», pues son convocados por el gobierno.

En la Asamblea de Representantes de diciembre de 2010, muchos de los 45 obispos presentes y de los demás delegados fueron obligados a participar con presiones e incluso, en algunos casos, con el uso de la fuerza. La Santa Sede, algunos días después, expresó en un comunicado el «profundo dolor» por esos hechos y la persistente voluntad de los aparatos políticos chinos de meterse «en la vida interna de la Iglesia católica». Mientras tanto, el 20 de noviembre, en Chengde, se llevó a cabo la ordenación ilegítima del obispo José Guo Jincai, la primera desde el año 2000, sin el consenso del Sucesor de Pedro. Entre junio y julio de 2011 hubo otras tres ordenaciones episcopales celebradas sin el mandato apostólico, incluida la del obispo Lei Shiyin.

Durante la época de Juan Pablo II el Vaticano nunca hizo públicos sus llamados a los obispos católicos a no participar en las Asambleas de los Representantes católicos chinos. De manera oficiosa se enviaban indicaciones y sugerencias a los obispos en comunión con Roma para que defendieran, en la medida de lo posible, la naturaleza propia de la Iglesia católica frente a injerencias teóricas y prácticas en nombre de los principios que inspiran la política religiosa nacional. Por ejemplo, en la Asamblea de los Representantes católicos chinos de 1998, los obispos presentes (inspirados por Antonio Li Duan, el gran obispo de Xian que falleció en mayo de 2006) hicieron escuchar sus voces con fuerza para pedir que la guía efectiva de la Iglesia fuera encomendada al Colegio episcopal, con el objetivo de reducir las interferencias directas de la Asociación patriótica.

Si de esta fecha a diciembre, la Santa Sede no publica sus llamados a los obispos para que no asistan a la Asamblea, se tratará de una decisión en perfecta sintonía con la praxis del pasado, con excepción del caso que se verificó en 2010. Hoy como entonces, los colaboradores del Papa saben perfectamente que tal organismo no tiene ninguna legitimidad eclesial. Pero también la historia reciente ha confirmado que el problema no se resuelve presionando a los obispos chinos. Y que justamente ellos, con la confianza que les tiene la Santa Sede, deberían, con sus intervenciones, garantizar que los trabajos de la Asamblea no adopten disposiciones que vayan en contra de la naturaleza sacramental y de la gran disciplina de la Iglesia.

Obviamente, eventuales presiones y medidas coercitivas por parte de los aparatos gubernamentales chinos en ocasión de la próxima IX Asamblea de los Representantes católicos chinos (parecidas a las que se verificaron en 2010) serían incompatibles con la «sinceridad» oficialmente afirmada por Pekín en relación con su intención de «mejorar las relaciones» con el Vaticano. Y también por este motivo, la gestión y los eventuales desarrollos de tal encuentro representan una prueba importante.