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Celibato de los sacerdotes. La palabra a la defensa
25 - 10 - 2016 - DESAFIOS - Pastorales

No se discutirá en un sínodo, pero crecen las presiones a favor de la ordenación de hombres casados. El más estimado de los teólogos italianos marcó a fuego la cuestión en una revista autorizada. Y opta por mantener ífirme el celibato: no sólo es "oportuno", sino "necesario" .Articulo de Sandro Magister

Entrevistado hace algunos días por Gianni Cardinale para "Avvenire", el diario de la Conferencia Episcopal Italiana, el secretario general del sínodo de los obispos, el cardenal Lorenzo Baldisseri, confirmó que el tema elegido por el papa Francisco para la próxima sesión del 2018 – "Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional" – era el mismo que los quince cardenales y obispos de la secretaría sinodal habían puesto al tope en la lista de sus propuestas.

Pero Baldisseri dijo también que inmediatamente después, en la lista, estaba el tema de los ministerios ordenados. Sin otras especificaciones, pero con la obvia e implícita cuestión de la ordenación de hombres casados.

Ya una vez, en 1971, un sínodo había afrontado este tema. Y muchas voces se elevaron a favor de la ordenación de "varones probados", es decir, de "hombres casados de edad madura y de comprobada probidad". Esa solicitud fue sometida a votación y derrotada por poco margen por la contraria: 107 votos contra 87.

Hoy nuevamente son muy fuertes y están muy difundidos los pedidos de introducir un clero casado a más grande escala en la Iglesia latina, con el papa Francisco que dio a entender muchas veces que está dispuesto a escuchar:

> El próximo sínodo ya está en construcción. Sobre los sacerdotes casados (9.12.2015)

> Sacerdotes casados. El eje Alemania-Brasil (12.1.2016)

> ¿Pocos sacerdotes célibes? Pues entonces demos paso a los sacerdotes casados (21.9.2016)

Pero justamente no será el próximo sínodo el que se ocupe de la ordenación de hombres casados. De acuerdo con lo que Baldisseri le ha confiado al consejo de la secretaría del sínodo, Francisco – que es a quien le correspondía la elección – habría finalmente preferido dejar caer este tema y replegarse sobre el tema más inocuo de los jóvenes, también para no agregar un nuevo conflicto intraeclesial al otro cada vez más dramático ya abordado por el anterior sínodo y por la exhortación post-sinodal "Amoris laetitia".

*

Esto no quita que en la Iglesia la cuestión de la ordenación de hombres casados permanezca en el orden del día. Y ciertamente Francisco no la dejará caer.

Lo ha marcado a fuego recientemente con rara claridad un teólogo de los más estimados, Giacomo Canobbio, docente de Teología Sistemática en la Facultad de Teología de Milán y ex presidente de la Asociación de Teólogos Italianos, en un artículo sobre la influyente y autorizada "Rivista del Clero Italiano", editada por la Universidad Católica de Milán y controlada por tres obispos de primer nivel: Franco Giulio Brambilla, Gianni Ambrosio e Claudio Giuliodori.

El título del artículo es: "Ripensare il celibato dei preti?" [¿Repensar el celibato de los sacerdotes?].

Comienza subrayando que esa reflexión ha sido reconocida recientemente como "legítima" también por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, en su intervención del pasado mes de febrero en la Pontificia Universidad Gregoriana.

Pero la reflexión a la que Canobbio se dedica no sigue en absoluto cánones considerados válidos. Desmonta los lugares comunes y conduce al lector a conclusiones que en buena medida van en contra de la corriente.

Para comenzar, Canobbio libera el campo de la ilusión que un clero casado sea el remedio para la caída de las vocaciones al sacerdocio. Basta mirar, escribe, qué sucede entre los ortodoxos y los protestantes, donde los sacerdotes y los pastores están casados pero las vocaciones están en crisis también en ambos ámbitos. En efecto, esa crisis "deriva de la reconfiguración, no de la relación entre ministerio ordenado y celibato".

"Sin embargo, la cuestión permanece", prosigue Canobbio. Y se pregunta: "¿En un contexto de descristinización que significado puede asumir el celibato de los sacerdotes en orden a la evangelización?". Al no pertenecer ese vínculo a los contenidos fundamentales de la fe, "¿se podría plantear la hipótesis que, dada la urgencia de la misión a la que el papa Francisco llama constantemente, es oportuno atenuar la obligación del celibato?".

En la parte inicial del artículo, Canobbio bosqueja cómo en la Iglesia latina el celibato se ha unido históricamente con el ministerio ordenado: primero en el terreno práctico y en una segunda etapa, por razones de carácter místico y cristológico, considerando al sacerdote célibe como aquél que en la Iglesia actúa "in persona Christi", entregándose totalmente a él y a los hombres.

Y comenta en este sentido:

"La dimensión eclesiológica de la relación entre el ministerio ordenado y el celibato no podrá entonces ser superficialmente dejado de lado. Somos hijos de la historia (y de la reflexión que brota de ella) y no podemos imaginar qué seremos si ella se hubiera realizado en una forma diferente. De hecho, el celibato por el Reino de los Cielos ha modelado no sólo la vida de los presbíteros, sino también la impostación general de la Iglesia latina, y se debe tener en cuenta que una figura diferente del ministro ordenado significaría una reconfiguración general de la vida de la misma Iglesia. La legitimidad de esa reconfiguración está a priori fuera de discusión: la historia ha conocido muchas. Pero nos deberíamos preguntar si la entrega a tiempo completo al ministerio no padecería algunas limitaciones en caso que el presbítero tuviera que proveer al cuidado necesario de su familia, y coherentemente si la comunidad cristiana podría recurrir a su presbítero con la libertad que ahora, al menos idealmente, considera que tiene justamente".

Después de esto afronta de lleno la cuestión. Pero dejemos desde aquí en adelante la palabra al autor, informando los pasajes esenciales de su ensayo.

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Célibes por el Reino de los Cielos

por Giacomo Canobbio


SOBRE EL VALOR DE LA TRADICIÓN

Que en los primeros tiempos del cristianismo los responsables de las comunidades fuesen casados es innegable. Pero aducir ese motivo para sostener que también hoy debería ser así es al menos ingenuo, al igual que si se afirmara que se debería volver a una organización eclesiástica basada en el modelo de las Iglesias apostólicas. […]

No parece convincente ni siquiera la argumentación que apela a los dos pulmones de la Iglesia, el occidental y el oriental, para imaginar una contaminación recíproca. […] Si es verdad que la forma consumada del ministerio ordenado es el episcopado, se debería reflexionar ahora sobre las razones por las cuales también en las Iglesias orientales, tanto las católicas como las ortodoxas, los obispos son elegidos entre los monjes que son célibes. […]

Al observar la historia con una mirada desapasionada se puede decir que la decisión de vincular ministerio ordenado y celibato no es otra cosa que la actualización de un dato de hecho presente en el Nuevo Testamento, aunque esta decisión haya tardado en ser asumida en sentido definitivo y también que una vez asumida haya sido pasada por alto durante algunos siglos. […] Pero de hecho se llegó a afirmar gradualmente que el celibato es una obligación de estado de los ministros ordenados, y la Iglesia latina elige legítimamente ordenar solamente a los que deciden mantenerse célibes.

La objeción muchas veces resonante respecto a la legitimidad de esa elección parece tener poca consistencia. Efectivamente, la Iglesia puede decidir las condiciones que ha de imponer a sus ministros, porque ellos ingresan al servicio de la misión de la Iglesia y no son libres para establecer qué y cómo se puede ser partícipes de la misma misión. Considerar que esa decisión es autoritarismo y, en consecuencia, negación de la libertad del Espíritu requeriría demostrar que los individuos fieles pueden precisar la articulación de la vida eclesial.


NECESIDAD DE LA MISIÓN Y OPORTUNIDAD DEL CELIBATO

El problema no se refiere por lo tanto a la legitimidad de la decisión, sino más bien a la oportunidad de mantenerla a pesar de la situación actual: en caso que no hubiera suficientes ministros ordenados célibes, ¿la Iglesia podría cambiar su decisión? Sabemos que tanto el Vaticano II como Pablo VI habían tomado en consideración el problema y esto no obstante habían confirmado que, salvo algunas excepciones, la disposición no sería cambiada. […]

En la elección entre las dos perspectivas se debe recordar el motivo fundamental que ha llevado a la decisión de ordenar solamente a hombres célibes: la entrega total a la causa del Reino, a imitación de Cristo.

Se debe reconocer que ese motivo apareció en forma clara en tiempos relativamente recientes y no siempre ha sido dejado de lado por prejuicios sexofóbicos, que llevaban a considerar al matrimonio como una forma de vida cristiana inferior a la célibe. Esto no quita que ese motivo se mantenga plausible, si bien no es consistente y no está del todo exento de superposición con motivos que hoy parecen espurios. […]

¿El motivo cristológico invocado podría entonces justificar también hoy el vínculo entre celibato y ministerio presbiteral? […] ¿O bien pueden las exigencias de la vida y de la misión de la Iglesia pedir que se interrumpa una tradición que, aún con fluctuaciones, remite a los primeros siglos? […]

La cuestión se ha agudizado todavía más, a causa de la actual situación religiosa. Frente al proceso de descristianización comprobable en los países del Norte del mundo, que va en paralelo con la banalización de la dimensión sexual de las personas y de las relaciones, ¿se puede formular la hipótesis que el mantenimiento de la ley del celibato cumple una función evangelizadora? […] Si el propósito es hacer entrar en forma determinante al Dios de Jesucristo en la vida de las personas, ¿por qué no mantener un estilo de existencia que signifique de qué modo Dios puede tomar posesión de una vida, de tal modo que ésta haga trasparente su señorío?

Se trata obviamente de "un" modo, no el único – ninguna de las figuras de vida cristiana puede pretender agotar la transparencia del señorío de Dios – y no se puede decir que sea el mejor. Pero parece que se puede decir que es lo que mayormente se conecta con la función del ministerio ordenado. Además, ésta es la motivación gradualmente madurada en el transcurso del tiempo. El ministro ordenado tiene la obligación no sólo de llevar a otros a vivir la vida cristiana, sino también de mostrar que el Evangelio puede absorber todas las energías, también las más nobles – los afectos, las relaciones sexuales – y llenar una vida. […]

Obviamente, una perspectiva de este género requiere que no se ponga el acento sólo en el celibato, sino en todos los aspectos de la "imitatio Christi", a partir de la pobreza. La causa del Reino capaz de absorber todas las energías buenas de una persona debería ser mostrada como fuente de una vida en plenitud. […] Y la entrega a la causa del Reino tiene de por sí fuerza evangelizadora. Se lo encuentra en la historia: los místicos han sido siempre eficaces polos de evangelización. Un ministerio presbiteral sin dimensión mística corre el riesgo de convertirse en una noble función burocrática.

Asumir en forma coherente el valor evangelizador del celibato lleva necesariamente a pensar también el modo de ejercer el ministerio, liberándolo de tareas burocráticas y organizativas que impiden de hecho el cultivo de la dimensión mística. Al parecer, además del reconocimiento de los ministerios laicales, es también ésta la vía para desclericalizar a la Iglesia.

Implica además que se admitan al ministerio ordenado a personas en condiciones de soportar las elevadas exigencias de una vida célibe a causa del Reino. Por todas partes se advierte una heterogénesis de los fines: para tener un número suficiente de presbíteros no se presta una atención adecuada a las condiciones psicológicas y espirituales de los candidatos al ministerio, con la consecuencia de defecciones y/o comportamientos sexualmente desviados.

Implica también que se arroje claridad en los casos de ambigüedad: tolerar situaciones de "matrimonios clandestinos" para que no falten ministros ordenados en las comunidades no ayuda a hacer comprender el valor del celibato para el ministerio. Quizás se podría aceptar que en algunas situaciones – por incapacidad de las personas, por razones culturales – se acepten las excepciones previstas para los ministros de otras confesiones cristianas que adhieren a la Iglesia Católica. Se trataría de excepciones, para ser evaluadas con gran circunspección para subrayar que en la Iglesia latina se reconoce el valor evangelizador del celibato de los presbíteros, aún cuando disminuye su número y a causa de la exigencia del celibato.


CONCLUSIÓN

Reflexionar sobre el celibato de los sacerdotes no sólo es oportuno sino necesario, a causa de los siguientes motivos:

1. Ayuda a redescubrir las razones que en la Iglesia latina han llevado a conferir el ministerio presbiteral sólo a varones célibes;
2. Invita a considerar el valor evangelizador de una elección de vida que acompaña al ministerio ordenado;
3. Estimula a reconsiderar las formas de ejercicio del ministerio presbiteral;
4. Lleva a preguntarse cómo la Iglesia puede llevar a cabo su misión en un contexto de descristianización;
5. Exige el valor de admitir, sin pretextos ni caminos superficiales, excepciones a la ley del celibato para presbíteros, que por motivos serios de carácter cultural o personal no están en condiciones de mantener el compromiso asumido después de un riguroso recorrido formativo.

Queda el problema de cómo garantizar un número suficiente de presbíteros para la Eucaristía, la cual es el centro de la vida de las comunidades cristianas. Pero vale la pregunta ya planteada por Karl Rahner: ¿cómo establecer cuántos sacerdotes necesita hoy la Iglesia?

Es obvio que, si se mantiene el modelo tradicional (¿pero a partir de cuándo?) de pastoral, el número de sacerdotes deberá ser necesariamente elevado. Pero aún cuando se siguiera pensando según ese modelo, se puede suponer que en la actual situación social el número de sacerdotes no aumentará aunque se eliminara la obligación del celibato. Parece que es ante todo necesario repensar la planificación de la pastoral y con ella la articulación de todos los ministerios en la Iglesia.

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La revista de la Universidad Católica de Milán que publicó el artículo:

> La Rivista del Clero Italiano

Giacomo Canobbio es también el erudito del que el cardenal Camillo Ruini dice que es al que más le debe, según las páginas más teológicas de su último libro sobre las realidades últimas:

> C. Ruini, "C'è un dopo? La morte e la speranza", Mondadori, Milano, 2016

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La ordenación de varones casados es solicitada con particular fuerza en Alemania, también por organismos oficiales de la Iglesia como "Zentralkomitee der deutschen Katholiken", el Comité central de los Católicos Alemanes.

Entre el 2010 y el 2011 ese Comité ejerció fortísimas presiones, las cuales suscitaron la reacción de quienes, por el contrario, defendían la disciplina del celibato de los sacerdotes.

Nació así en Alemania la idea de un libro que recogiera contribuciones para apoyar el celibato del clero, a cargo de Armin Schwibach y con una introducción del cardenal Walter Brandmüller, presidente del Pontificio Comité de Ciencias Históricas:

"Reizthema Zölibat - Pressestimmen", mit einer Einführung von Walter Kardinal Brandmüller, Fe-Medienverlags, Kisslegg, 2011

Hoy el libro está agotado. Pero la lectura de la introducción del cardenal Brandmüller – que recorre la historia del celibato en la Iglesia, desde los evangelios hasta la actualidad – es de seguro interés y está a disposición en esta página web, traducida por primera vez al italiano:

> Brandmüller: "Zölibat der Priester, verbindliche Überlieferung"

> Brandmüller: "Il celibato sacerdotale, una tradizione vincolante"

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Traducción en español de José Arturo Quarracino(CHIESA)