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Adoradores eucarísticos de fiesta por San Manuel
23 - 10 - 2016 - VATICANO - Causa de los Santos

El pasado domingo 16 de octubre tuvo lugar en Roma una ceremonia con ecos en el cielo, que alegra al orbe católico y en particular a los vigías que participan de la Adoración Eucarística Perpetua en todo el mundo. En la mañana señalada Papa Francisco canonizó al beato Manuel González García, nacido el 25 de febrero de 1877 en Sevilla.

 Don Manuel fue Obispo de Málaga y Palencia y antes miembro del presbiterio diocesano sevillano. Fundador de las Hermanas Misioneras Eucarísticas de Nazaret y de otras varias instituciones eucarísticas, supo así rendir el debido amor a su Señor: Jesucristo.

Un alma plena por la mirada de Jesús

Desde el preciso momento en que Papa Francisco lo declara santo, el llamado “Obispo de los Sagrarios abandonados” deja de ser patrimonio espiritual de las diócesis e instituciones eclesiales en las que dejó huella para pertenecer a toda la Iglesia; como un referente universal de la importancia de la adoración eucarística y de una espiritualidad sacerdotal siempre vigente, centrada en Cristo.

En su primer destino pastoral a la localidad sevillana de Palomares del Río vivió una experiencia extraordinaria que marcaría su vida y que él mismo describe: “Fui derecho al Sagrario de la restaurada iglesia, y ¡qué Sagrario! (…) Allí de rodilla mi fe veía a un Jesús tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me miraba, (…) posaba su mirada entre triste y suplicante, que me decía mucho y me pedía más, una mirada en la que se reflejaba todo lo triste del Evangelio: lo triste del no había para ellos posada en Belén, lo triste de aquellas palabras del mendigo Lázaro pidiendo las migajas sobrantes de la mesa de Epulón, lo triste de la traición de Judas, de la negación de Pedro, de la bofetada del soldado, de los salivazos del pretorio, del abandono de todos”.

La adoración nutre su amor al prójimo

Para acompañar a Jesús en el Sagrario, promovió diversas asociaciones como las Marías de los Sagrarios y las Misioneras Eucarísticas de Nazaret (el 3 de mayo de 1921, con ayuda de su hermana María Antonia). Su amor por la Eucaristía le valió recibir por sobrenombre... “el Obispo de los Sagrarios abandonados”.

La Parroquia de San Pedro, en Huelva, luego los episcopados de Málaga y Palencia fueron sus siguientes destinos pastorales. Para don Manuel González, el abandono del Sagrario era un signo patente del abandono del prójimo: para él, los dos amores, los dos cuidados, van juntos…

“Para mis pasos yo no quiero más que un camino, el que lleva al Sagrario, y yo sé que andando por ese camino encontraré hambrientos de muchas clases y los hartaré de todo pan; descubriré niños pobres y pobres niños, y me sobrará el dinero y los auxilios para llevarles escuelas y refugios para remediarles su pobreza; tropezaré con tristes sin consuelo, con ciegos, con tullidos y hasta con muertos del alma o del cuerpo, y haré descender sobre ellos la alegría de la vida y de la salud”.

Oración de San Manuel González, obispo, a la Santísima Virgen María

«¡Madre querida! ¡Que no nos cansemos! Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos de la cara fijos en el prójimo y en sus necesidades, para socorrerlos, y con los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús que está en el Sagrario, ocupemos nuestro puesto, el que a cada uno nos ha señalado Dios. ¡Nada de volver la cara atrás! ¡Nada de cruzarse de brazos! ¡Nada de estériles lamentos! Mientras nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza en nuestras manos o en nuestros pies, que puedan servir para dar gloria a Él y a Ti y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos. ¡Madre mía... morir antes que cansarnos!».


Fuente: Arquidiócesis de Sevilla(PORTALUZ