CRISTO HOY
CRISTO HOY

   Sitios Recomendados
        El Vaticano
        Aica
        Rome Reports
        Noticias Vaticanas
  
"Wall Street Journal": Exhortación es un golpe al capitalismo
28 - 11 - 2013 - CULTURA - Economia

El diario  estadounidense al modo del resto de la prensa ignora el mensaje central de la "Evangelii gaudium" y destaca un tópico de la exposición del Papa en que reitera la enseñanza de la Iglesia en materia social. Aunque ni menciona la palabra capital o capitalismo.

La primera Exhortación Apostólica del Papa Francisco con el nombre Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio) fue difundida ayer por el Vaticano, y el documento de 142 páginas (en su versión en español) fue objeto de análisis de los principales diarios mundiales, que coincidieron en destacar su potencia y carácter "revolucionario", y hasta un diario lo tildó de "golpe al capitalismo global".

El diario británico The Guardian dice desde el título que el Papa Francisco llama al capitalismo sin límites "tiranía e insta a ricos a compartir la riqueza".

Para el prestigioso matutino izquierdista, el documento "equivale a una plataforma oficial de su papado" y en él Francisco "va más lejos que en sus comentarios anteriores criticando al sistema económico mundial, la idolatría del dinero, y pidiendo a los políticos garantizar a todos los ciudadanos trabajo digno, educación y salud".

Por su parte, el New York Times sostiene que, con la publicación del Evangelii Gaudium, Francisco "anunció su programa en sus propias palabras, lo que reafirma la impresión de que tiene la intención de sacudir a la Iglesia de la autocomplacencia y dar de alta a todos los católicos en su ambicioso proyecto de renovación mediante la confrontación de las necesidades reales de las personas menos afortunadas".

El emblemático diario dice además que el documento es un "desafío a la jerarquía del Vaticano" y que está "indisolublemente ligada a su análisis de lo que está mal con el mundo", citando sus denuncias a la "dictadura de un sistema económico mundial" y "un mercado libre que perpetúa la desigualdad y devora lo que es frágil, incluyendo a los seres humanos y el medio ambiente".

Otro medio norteamericano, el influyente Wall Street Journal, también aborda la primera Exhortación Apostólica de Francisco, y sostiene que el obispo de Roma "llamó a la Iglesia a renovar su enfoque en los pobres y lanzó un golpe contra el capitalismo global".

El artículo del Journal expresa que el lenguaje utilizado por el Papa argentino en el texto es "inusualmente directo", y que dicho manifiesto "reúne muchos de los temas que ha enfatizado desde su elección".

Pese a destacar lo confrontativo de su mensaje, la nota subraya que en temas como el aborto y el ordenamiento de las mujeres, "Francisco no se alejó de la doctrina tradicional de la Iglesia".

En tanto, el diario El País de España decidió ir con un textual de Francisco en el título ("La economía de la exclusión y la inequidad mata") y afirma que con el Evangelii Gaudium Francisco "deja claro que la Iglesia actual, su Iglesia, no le gusta, pero tampoco el mundo que la rodea".

Según el análisis del matutino español, Francisco ve a una Iglesia Católica "salpicada de envidias, celos y guerras, preocupada excesivamente por sí misma, y un mundo donde triunfa una economía que mata a través de la exclusión y la inequidad".

"De ahí que el Papa fije el horizonte de su papado sobre dos raíles paralelos. Una reforma de la Iglesia, que incluya una conversión del propio papado, y un llamamiento urgente a los políticos para que luchen contra la tiranía del sistema económico", opina El País, en coincidencia con otro diario español, El Mundo, que hace foco en el mensaje de Francisco a favor de los pobres.

Por el contrario, el diario Le Monde de Francia destaca el mensaje de Francisco pidiendo la flexibilización con respecto a los mandatos morales, titulando que el Papa "llama a la Iglesia a salir del catálogo de los pecados".

Para el diario francés, el documento que califican de " hoja de ruta oficial de su pontificado", lleva el sello de Francisco, ya que a diferencia de la encíclica sobre la fe firmada en conjunto con Benedicto XVI que se conoció el pasado junio, este trabajo "refleja su visión de cómo ve el mundo"(Valores Religiosos)

                                                                        ******************************************************************

 

Ni lo nombra al capitalismo...pero lo golpea durísimo

Si un lector entra en Vatican.va a leer la exhortación apostólica "Evangelii Gaudium" del Papa Francisco, y repasa el texto (o usa la función F8 de su teclado para buscar palabras clave) descubrirá que nunca usa la palabra "capitalismo", ni siquiera "capital" (excepto para hablar de una "fuente capital de la Gracia de Cristo").

Pero, como ya sucediera en 2009 con la Encíclica "Caritas In Veritate" de Benedicto XVI (que usaba 40 veces la palabra "mercado", pero sólo 1 la palabra "capitalista"), y de hecho también con la Rerum Novarum de León XIII en 1891, ya han empezado las quejas de economistas de escuela conservadora ortodoxa (económicamente hablando, no en lo religioso).

James Pethokoukis, columnista del muy conservador American Enterprise Institute, escribe: “Los conservadores estadounidenses se mostraron indignados y decepcionados por la declaración dura del Papa Francisco sobre el libre mercado y el capitalismo y su énfasis en los daños causados por la desigualdad, el consumismo y la teoría económica del derrame”.

Samuel Gregg, director de investigación del Acton Institute, un think tank conservador con base en Michigan, fundado por el sacerdote Robert Sirico (aún en sus funciones directivas), afirma que “una serie de afirmaciones de este documento y algunos de los supuestos que subyacen a esas declaraciones son bastante cuestionables”. En ese sentido, Gregg defiende que “la apertura de los mercados de todo el mundo ha contribuido a reducir la pobreza en muchos países en desarrollo”.

En realidad, el texto del Papa Francisco no habla expresamente de "apertura de mercados" pero sí usa expresiones que pueden sonar fuerte a algunas personas: Francisco habla de ídolos como el "mercado divinizado", la "autonomía absoluta de los mercados" y "la mano invisible del mercado".

Daniel J. Mitchell, economista del también conservador, Cato Institute, comenta: “Yo no soy un experto en teología papal, así que no sé si es correcto decir que estoy sorprendido (con su exhortación apostólica). Sin embargo, puedo decir que se equivoca sobre el capitalismo”, explica a La Tercera. “En pocas palabras, los mercados libres son la única forma efectiva de generar una prosperidad ampliamente compartida”, agrega.

“Si el tema es el capitalismo, basta ver su propio continente. Tenemos a Chile con un sistema de libre mercado arriba, tenemos a su país, Argentina, con una economía mixta más abajo y después tenemos a Venezuela con una economía controlada por el gobierno, que es un desastre económico. Entonces está equivocado con el capitalismo”, recita Mitchell a la BBC.

Y añade: “No creo que los comentarios del Papa tengan un impacto sobre la política en EEUU. Y si no hay impacto en la política, no creo que haya ningún impacto en la economía subyacente”, concluyó Mitchell.

 

Lo que de verdad dice el texto papal
Pero, ¿qué dice en realidad sobre economía Evangelii Gaudium? Lo copiamos a continuación.

53. Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes».

54. En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera.

No a la nueva idolatría del dinero

55. Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo.

56. Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.

No a un dinero que gobierna en lugar de servir

57. Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética y el rechazo de Dios. La ética suele ser mirada con cierto desprecio burlón. Se considera contraproducente, demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder. Se la siente como una amenaza, pues condena la manipulación y la degradación de la persona. En definitiva, la ética lleva a un Dios que espera una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del mercado. Para éstas, si son absolutizadas, Dios es incontrolable, inmanejable, incluso peligroso, por llamar al ser humano a su plena realización y a la independencia de cualquier tipo de esclavitud. La ética –una ética no ideologizada– permite crear un equilibrio y un orden social más humano. En este sentido, animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos». [San Juan Crisóstomo, De Lazaro Concio II, 6: PG 48, 992D.]

58. Una reforma financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos, a quienes exhorto a afrontar este reto con determinación y visión de futuro, sin ignorar, por supuesto, la especificidad de cada contexto. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano.

No a la inequidad que genera violencia

59. Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz. Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor. Estamos lejos del llamado «fin de la historia», ya que las condiciones de un desarrollo sostenible y en paz todavía no están adecuadamente planteadas y realizadas.

60. Los mecanismos de la economía actual promueven una exacerbación del consumo, pero resulta que el consumismo desenfrenado unido a la inequidad es doblemente dañino del tejido social. Así la inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás. Sólo sirven para pretender engañar a los que reclaman mayor seguridad, como si hoy no supiéramos que las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos. Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una «educación» que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países –en sus gobiernos, empresarios e instituciones– cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes.

202. La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad,[ «eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial»: Benedicto XVI,Discurso al Cuerpo Diplomático (8 enero 2007): AAS 99 (2007), 73.] no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales.

203. La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica, pero a veces parecen sólo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral. ¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema! Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia. Otras veces sucede que estas palabras se vuelven objeto de un manoseo oportunista que las deshonra. La cómoda indiferencia ante estas cuestiones vacía nuestra vida y nuestras palabras de todo significado. La vocación de un empresario es una noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida; esto le permite servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo.

204. Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos. (P J Ginés-Religión en Libertad)