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El Papa: “quien vive para sí no hace historia”
25 - 09 - 2016 - PAPADOS - Francisco

Francisco celebró la misa para los catequistas, en el día de su Jubileo. «El centro alrededor del que todo gira es el anuncio pascual». Pero no se ofrece testimonio de Jesús siendo «tristes y quejumbrosos»

No hay sitio para un «escepticismo quejumbroso» y tampoco podemos «ser tristes». «Quien vive para sí no hace historia. Y un cristiano debe hacer historia, debe salir de sí mismo». El Papa lo dijo hablando a los catequistas que se reunieron en la Plaza San Pedro en ocasión de su Jubileo, y recordó cuál es la misión que se les ha encomendado. Nuestra mirada, dijo, debe estar fina en el «centro de la fe»: «Jesús resucitó, te ama, está a tu lado y te espera cada día». Esto es lo esencial del anuncio cristiano. «No hay contenidos más importantes, nada es más sólido y actual».

«A Dios-Amor —explicó el Papa— se le anuncia amando: no a fuerza de convencer, nunca imponiendo la verdad, ni mucho menos aferrándose con rigidez a alguna obligación religiosa o moral. A Dios se le anuncia encontrando a las personas, teniendo en cuenta su historia y su camino. El Señor no es una idea, sino una persona viva: su mensaje llega a través del testimonio sencillo y veraz, con la escucha y la acogida, con la alegría que se difunde. No se anuncia bien a Jesús cuando se está triste; tampoco se transmite la belleza de Dios haciendo sólo bonitos sermones. Al Dios de la esperanza se le anuncia viviendo hoy el Evangelio de la caridad, sin miedo a dar testimonio de él incluso con nuevas formas de anuncio».

Francisco se refirió al Evangelio de este domingo: la parábola del rico indiferente y del pobre, Lázaro. «El rico, en realidad, no le hace daño a nadie, no se dice que sea malo —observó Bergoglio. Sin embargo, tiene una enfermedad peor que la de Lázaro, que estaba “cubierto de llagas”: este rico sufre una fuerte “ceguera”, porque no es capaz de ver más allá de su mundo, hecho de banquetes y ricos vestidos. No ve más allá de la puerta de su casa, donde yace Lázaro, porque no le importa lo que sucede fuera. No ve con los ojos porque no siente con el corazón. En su corazón ha entrado la “mundanidad” que adormece el alma. La mundanidad es como un “agujero negro” que engulle el bien, que apaga el amor, porque lo devora todo en el propio yo. Entonces se ve sólo la apariencia y no se fija en los demás, porque se vuelve indiferente a todo».

Pero el Señor, recordó Papa Francisco, dirige su mirada hacia los que han sido descuidados o descartados por el mundo. «Lázaro —indicó—es el único personaje de las parábolas de Jesús al que se le llama por su nombre. Su nombre significa “Dios ayuda”. Dios no lo olvida, lo acogerá en el banquete de su Reino, junto con Abraham, en una profunda comunión de afectos. El hombre rico, en cambio, no tiene siquiera un nombre en la parábola; su vida cae en el olvido, porque el que vive para sí no construye la historia». Y repitió con fuerza: «Quien vive para sí no hace historia. Y un cristiano debe hacer historia, debe salir de sí mismo».

«Como servidores de la palabra de Jesús —prosiguió el Pontífice—, estamos llamados a no hacer alarde de apariencia y a no buscar la gloria; ni tampoco podemos estar tristes y disgustados. No somos profetas de desgracias que se complacen en denunciar peligros o extravíos; no somos personas que se atrincheran en su ambiente, lanzando juicios amargos contra la sociedad, la Iglesia, contra todo y todos, contaminando el mundo de negatividad. El escepticismo quejumbroso no es propio de quien tiene familiaridad con la Palabra de Dios».

Y después concluyó: «el que proclama la esperanza de Jesús es portador de alegría y sabe ver más lejos, porque sabe mirar más allá del mal y de los problemas. Al mismo tiempo, ve bien de cerca, pues está atento al prójimo y a sus necesidades. El Señor nos lo pide hoy: ante los muchos Lázaros que vemos, estamos llamados a inquietarnos, a buscar caminos para encontrar y ayudar, sin delegar siempre en otros o decir: “Te ayudaré mañana”. El tiempo para ayudar es tiempo regalado a Jesús, es amor que permanece: es nuestro tesoro en el cielo, que nos ganamos aquí en la tierra».

Que el Señor, pidió el Papa al final de la homilía, «nos conceda la gracia de vernos renovados cada día por la alegría del primer anuncio: Jesús nos ama personalmente. Que nos dé la fuerza para vivir y anunciar el mandamiento del amor, superando la ceguera de la apariencia y las tristezas del mundo. Que nos vuelva sensibles a los pobres, que no son un apéndice del Evangelio, sino una página central, siempre abierta ante nosotros».

Después de la misa y antes de rezar la oración mariana del Ángelus del último domingo de septiembre, el Papa Bergoglio recordó que desde el día anterior la Iglesia cuenta con un nuevo Beato: el sacerdote alemán Engelmar Unzeitig, de los Misioneros de Mariannhill, fallecido en 1945 en el campo de concentración nazi de Dachau a la edad de 34 años.

Papa Francisco dio su apoyo a la iniciativa de los obispos de México «para sostener el compromiso de la Iglesia y de la sociedad civil en favor de la familia y de la vida, que en este tiempo requieren especial atención pastoral y cultural en todo el mundo». Además, aseguró su «oración por el querido pueblo mexicano, para que cese la violencia que en estos días ha golpeado también a algunos sacerdotes», refiriéndose a dos sacerdotes asesinados hace siete días en el estado de Veracruz.

El Pontífice destacó también la celebración de la Jornada Mundial del Sordo y animó a las personas sordas a dar su contribución por una Iglesia y una sociedad cada vez más capaces de acoger a todos.

Por último, Papa Bergoglio dirigió un saludo especial a «¡todos ustedes, queridos catequistas! Gracias por su compromiso en la Iglesia al servicio de la evangelización. Que la Virgen los ayude a perseverar en el camino de la fe y a testimoniar con la vida lo que transmiten en la catequesis».(VATICAN INSIDER)