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Punzantes palabras del Papa a la clerecĂ­a polaca
30 - 07 - 2016 - PAPADOS - Francisco

Misa con los sacerdotes, religiosos, consagrados y seminaristas polacos en el Santuario de San Juan Pablo II en Cracovia: hay que evitar la doble vida, cuidar a los necesitados, cercanos o lejanos, enfermos y migrantes; antes de la celebración confesó a cinco chicos; «Misericordia quiero, no sacrificios». Los llamó a "huir de las comodidades y de los pedestales del poder. "

Los que eligieron conformar toda su existencia a Jesús huyen de las «situaciones gratificantes que lo pondrían en el centro, no se sube a los estrados vacilantes de los poderes del mundo y no se adapta a las comodidades que aflojan la evangelización; no pierde el tiempo en proyectar un futuro seguro y bien remunerado, para evitar el riesgo convertirse en aislado y sombrío, encerrado entre las paredes angostas de un egoísmo sin esperanza y sin alegría».En la misa con los sacerdotes, religiosos, consagrados y seminaristas polacos, en el Santuario de San Juan Pablo II en Cracovia, el Papa espolea a la Iglesia polaca a no quedarse «un poco encerrados, por miedo o por comodidad, en nosotros mismos y en nuestros ámbitos». Y llama a poner en marcha «discernimiento atento y constante, sabiendo que cada día hay que educar el corazón, a partir de los afectos, para huir de toda doblez en las actitudes y en la vida»; y también a cuidar misericordiosamente a los hermanos y hermanas que tienen necesidades, «de los cercanos y de los lejanos, del enfermo y del emigrante, porque sirviendo a quien sufre se honra a la carne de Cristo».

A partir del Evangelio del día, de Santo Tomás, el Papa basó su homilía en tres palabras clave. El lugar encerrado en donde se encontraban los discípulos el día de la Pascua, principalmente. Por el contrario, «Jesús envía. Él desea desde el principio que la Iglesia esté de salida, que vaya al mundo». «Esta llamada –explicó– es también para nosotros. ¿Cómo no sentir aquí el eco de la gran exhortación de san Juan Pablo II: “¡Abrid las puertas!”? No obstante, en nuestra vida como sacerdotes y personas consagradas, se puede tener con frecuencia la tentación de quedarse un poco encerrados, por miedo o por comodidad, en nosotros mismos y en nuestros ámbitos. Pero la dirección que Jesús indica es de sentido único: salir de nosotros mismos. Es un viaje sin billete de vuelta». A Jesús «no le gustan los recorridos a mitad, las puertas entreabiertas, las vidas de doble vía. Pide ponerse en camino ligeros, salir renunciando a las propias seguridades, anclados únicamente en él».Por ello, «la vida de sus discípulos más cercanos, como estamos llamados a ser, está hecha de amor concreto, es decir, de servicio y disponibilidad; es una vida en la que no hay espacios cerrados ni propiedad privada para nuestras propias comodidades. Quien ha optado por configurar toda su existencia con Jesús ya no elige dónde estar, sino que va allá donde se le envía, dispuesto a responder a quien lo llama; tampoco dispone de su propio tiempo. La casa en la que reside no le pertenece, porque la Iglesia y el mundo son los espacios abiertos de su misión. Su tesoro es poner al Señor en medio de la vida, sin buscar otra para él. Huye, pues, de las situaciones gratificantes que lo pondrían en el centro, no se sube a los estrados vacilantes de los poderes del mundo y no se adapta a las comodidades que aflojan la evangelización; no pierde el tiempo en proyectar un futuro seguro y bien remunerado, para evitar el riesgo convertirse en aislado y sombrío, encerrado entre las paredes angostas de un egoísmo sin esperanza y sin alegría».

La segunda figura clave que señaló Papa Francisco fue Santo Tomás, que «al final de su búsqueda apasionada, no sólo ha llegado a creer en la resurrección, sino que ha encontrado en Jesús lo más importante de la vida, a su Señor; le dijo: “Señor mío y Dios mío”. Nos hará bien rezar cada día estas palabras espléndidas, para decirle: “Eres mi único bien, la ruta de mi camino, el corazón de mi vida, mi todo”». El discípulo, añadió el Papa, «no rechaza hacerse preguntas, tiene la valentía de sentir la duda y de llevarla al Señor, a los formadores y a los superiores, sin cálculos ni reticencias. El discípulo fiel lleva a cabo un discernimiento atento y constante, sabiendo que cada día hay que educar el corazón, a partir de los afectos, para huir de toda doblez en las actitudes y en la vida».

Al final, el libro del Evangelio: «Se puede decir que el Evangelio, libro vivo de la misericordia de Dios, que hay que leer y releer continuamente, todavía tiene al final páginas en blanco: es un libro abierto, que estamos llamados a escribir con el mismo estilo, es decir, realizando obras de misericordia. Os pregunto: ¿Cómo están las páginas del libro de cada uno de vosotros? ¿Se escriben cada día? ¿Están escritas sólo en parte? ¿Están en blanco? Que la Madre de Dios nos ayude en ello: que ella, que ha acogido plenamente la Palabra de Dios en su vida, nos de la gracia de ser escritores vivos del Evangelio; que nuestra Madre de misericordia nos enseñe a curar concretamente las llagas de Jesús en nuestros hermanos y hermanas necesitados, de los cercanos y de los lejanos, del enfermo y del emigrante, porque sirviendo a quien sufre se honra a la carne de Cristo».

Antes de la Misa, el Papa confesó después a cinco mujeres y a tres varones (uno de ellos era un sacerdote). Las confesiones se llevaron a cabo en español, francés y en italiano. «¡Buenos días! El Señor hoy nos quiere hacer sentir más profundamente su Misericordia, nunca nos alejemos de Jesús. Aunque pensemos que por nuestros pecados o por nuestras faltas somos lo peor. Así nos prefiere él, así su Misericordia se derrama. Aprovechemos este día para recibir todos la Misericordia de Jesús. Recemos todos juntos a la Madre de la Misericordia». Es lo que dijo esta mañana Papa Francisco al llegar al nuevo Santuario de la Divina Misericordia de Cracovia, asomándose desde un balcón frente a una multitud de jóvenes que lo esperaban. A todos ellos les dijo: «Y por favor, les pido que recen por mí».
 

 

El Santuario, que surge al lado del convento en donde vivió Sor Faustina Kowalska (que divulgó el culto de la Divina Misericordia e influyó al joven Karol Wojtyla), está lleno de gente.

Antes de entrar al Santuario, Papa Bergoglio también saludó a cinco niños gravemente enfermos, cada uno de ellos le ofreció un regalo.

A las 8.30 de la mañana, el Papa visitó la Capilla del Convento de las Monjas de Nuestra Señora de la Misericordia, en donde fue recibido por la Superiora General y por la Superiora del Convento. Afuera lo estaban esperando alrededor de 300 personas, entre las que estaban 80 chicas que cuentan con la asistencia de la Congregación religiosa. Al entrar, el Papa bendijo un gran cuadro de la Divina Misericordia.

En la Capilla, en donde había unas 150 monjas, Papa Francisco rezó frente a la tumba de Santa Faustina Kowalska.? Al final de la visita, el Santo Padre firmó el Libro de Honor, en donde escribió: «Misericordia quiero, no sacrificios». (IACOPO SCRAMUZZI)