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"Genocidio", la palabra que Francisco no quiere decir más
24 - 06 - 2016 - DESAFIOS - Escándalos

La ha sacado de su vocabulario en vísperas del viaje a Armenia. Pero en el pasado la usó muchas veces, también para el exterminio llevado a cabo por los turcos hace un siglo. He aquí por qué decidió suprimirla. "No hagamos un reduccionismo sociológico de lo que es un misterio de la fe: el martirio",dijo el Papa .Artículo de Sandro Magister. 

Al presentar a la prensa, hace tres días, el viaje a Armenia que el papa Francisco comenzó esta mañana, el padre Federico Lombardi evitó deliberadamente utilizar el término "genocidio", en referencia al exterminio sufrido hace un siglo por ese pueblo.

Tenía todos los motivos, porque hace pocos días, el 18 de junio, conversando en Roma con la comunidad de Villa Nazareth, el papa Francisco en persona avisó que no quiere usar más esa palabra, ni siquiera en referencia a las matanzas actuales de cristianos:

"No me gusta – y quiero decirlo claramente –, no me gusta cuando se habla de un 'genocidio' de los cristianos, por ejemplo en Medio Oriente. Esto es un reduccionismo… No hagamos un reduccionismo sociológico de lo que es un misterio de la fe: el martirio".

Pero hace menos de un año el Papa tenía una opinión contraria. El 9 de julio del 2015, en Bolivia, en Santa Cruz de la Sierra, en el discurso a los "movimientos populares" que se ha convertido en el manifiesto político de su pontificado, el Papa dijo:

"Hoy vemos con espanto cómo en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso también debemos denunciarlo: dentro de esta tercera guerra mundial en cuotas que vivimos, hay una especie –fuerzo la palabra– de genocidio en marcha que debe cesar".

¿Qué ha sucedido luego, para inducir a Jorge Mario Bergoglio a dar marcha atrás en la utilización de la palabra "genocidio", justamente en vísperas de su viaje a Armenia?

La explicación se encuentra en la secuencia de los hechos, desde el comienzo de su pontificado hasta hoy, no tanto a causa de los cristianos perseguidos en Medio Oriente, sino más específicamente respecto al exterminio de los armenios por parte de los turcos, hace un siglo.

*

A fines de noviembre del 2014, en ocasión de su viaje a Turquía, se esperaba que el papa Francisco se pronunciara sobre la cuestión armenia. Pero en suelo turco el Papa no dejó escapar una sola palabra sobre el tema, incluso al ir a visitar al arzobispo armenio de Estambul. Se plegó diligentemente a las recomendaciones de la diplomacia vaticana, pero primero y más todavía a la intransigencia del presidente turco Recep Tayyp Erdogan.

Y fue muy prudente también durante el vuelo de regreso desde Ankara a Roma, al responder las preguntas de los periodistas. Más aún, hizo un elogio de las autoridades turcas:

"El año pasado el gobierno turco ha tenido un gesto: el entonces primer ministro Erdogan escribió una carta sobre el recuerdo de este episodio; una carta que algunos consideraron demasiado débil, pero que era – a mi juicio – un gesto, no sé si grande o pequeño, de tender una mano. Y esto es siempre positivo. […] Una cosa que me preocupa mucho es la frontera turco-armenia: si se pudiera abrir esa frontera, sería algo muy hermoso. Sé que hay problemas geopolíticos en la zona que no facilitan la apertura de esa frontera. Pero debemos orar por la reconciliación de los pueblos. También sé que hay buena voluntad por ambas partes – así lo creo –, y tenemos que ayudar para que esto se consiga. Para el próximo año se han previsto muchos actos conmemorativos de este centenario, pero esperamos que se llegue por un camino de pequeños gestos, de pequeños pasos de acercamiento".

Se sabe que lo que las autoridades turcas no toleran es la calificación de "genocidio" aplicada al exterminio, hace un siglo, de los armenios. Y el motivo es el significado jurídico de la palabra, como explica Georges-Henry Ruyssen, jesuita y canonista, quien se cuenta entre los mayores especialistas de la cuestión:

"El término genocidio fue acuañado por un erudito polaco, Raphael Lemkin, y luego fue adoptado en 1948 por una convención de las Naciones Unidas, con lo cual entró a formar parte del derecho internacional como crimen contra la humanidad. Por genocidio se entiende una serie de actos cometidos con la intención de destruir parcial o totalmente a un grupo nacional, racial, étnico o religioso. Calificar estos acontecimientos como genocidio no es un ejercicio neutral. Turquía reconoce que hubo masacres, que los armenios murieron en esos años. Pero sostiene con firmeza que entre las víctimas también hubo turcos. Por eso rechaza que se hable de genocidio".

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Al año siguiente, el 9 de abril del 2015, Francisco recibió en el Vaticano al Sínodo de la Iglesia armenio-católica. También en esa ocasión se pronunció con palabras muy medidas, calibradas una por una en la Secretaría de Estado. En vez de "genocidio" habló de "aniquilación programada sistemáticamente". El núcleo de su discurso fue la invitación a "afrontar gestos concretos de reconciliación y de paz entre las naciones que todavía no logran alcanzar un razonable consenso sobre la lectura de esas tristes experiencias".

En los armenios-católicos presentes el discurso cayó como una ducha helada. No ocultaron al Papa su desilusión, junto a la espera de una denuncia más explícita y más fuerte del genocidio, llamado finalmente con este nombre, en las solemnes celebraciones programadas para el domingo siguiente.

El viernes 10 de abril Francisco recibió antes en audiencia al profesor Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio y sereno autor de un libro sobre la ciudad de Nardín, una de las más lastimadas por el genocidio de 1915, y luego recibió al arzobispo Kissag Mouradian, primado de la Iglesia Apostólica Armenia en Argentina, su amigo desde hace mucho tiempo.

Ambas entrevistas deben haber inducido posteriormente al Papa a tomar la iniciativa.

Nació así en él la idea de anteponer a la Misa del domingo 12 de abril un "saludo" especial para los fieles de rito armenio, escrito personalmente por él en su totalidad y con este explosivo comienzo:

"Queridos hermanos y hermanas armenios! En varias ocasiones he definido este tiempo como un tiempo de guerra, como una tercera guerra mundial 'por partes', en la que asistimos cotidianamente a crímenes atroces, a sangrientas masacres y a la locura de la destrucción. Desgraciadamente todavía hoy oímos el grito angustiado y desamparado de muchos hermanos y hermanas indefensos, que a causa de su fe en Cristo o de su etnia son pública y cruelmente asesinados – decapitados, crucificados, quemados vivos –, o bien obligados a abandonar su tierra. También hoy estamos viviendo una especie de genocidio causado por la indiferencia general y colectiva, por el silencio cómplice de Caín que clama: '¿A mí qué me importa?, ¿Soy yo el guardián de mi hermano?'. La humanidad conoció en el siglo pasado tres grandes tragedias inauditas: la primera, que generalmente es considerada como «el primer genocidio del siglo XX» (Juan Pablo II y Karekin II, Declaración conjunta, Etchmiadzin, 27 de septiembre de 2001), afligió a vuestro pueblo armenio –primera nación cristiana–, junto a los sirios católicos y ortodoxos, los asirios, los caldeos y los griegos. Fueron asesinados obispos, sacerdotes, religiosos, mujeres, hombres, ancianos e incluso niños y enfermos indefensos. Las otras dos fueron perpetradas por el nazismo y el estalinismo. Y más recientemente ha habido otros exterminios masivos, como los de Camboya, Ruanda, Burundi, Bosnia. Y, sin embargo, parece que la humanidad no consigue dejar de derramar sangre inocente…".

Hubo sudores fríos en la Secretaría de Estado, cuando le fue entregado para ver – y sólo para ver, con la orden de no tocar una palabra – este texto bomba.

Francisco lo pronunció el domingo 12 de abril, en San Pedro. En el correr de pocas horas las autoridades turcas, políticas y religiosas, se levantaron contra la "inaceptable calumnia", con reacciones vehementes y a veces insultantes.

*

Al día siguiente, el lunes 13 de abril del 2015, el ministro de Asuntos Exteriores convocó para protestar al nuncio apostólico en Ankara, Antonio Lucibello, y llamó a casa "para consultas" al propio embajador en la Santa Sede, Mehmet Pacaci.

En el Vaticano, esa misma mañana, en la homilía pronunciada en Santa Marta, Francisco se detuvo en la frase de los Hechos de los Apóstoles: "Y proclamaban la palabra de Dios francamente", aplicándosela a sí mismo y a los presentes: "No tengan miedo de decir las cosas".

Pero en la Secretaría de Estado entró en acción la orden de callar, de dejar decantar y luego de volver a coser la tela en silencio y en las sombras. Y desde ese momento también Francisco se puso en esa misma línea.

El remiendo paciente requirió meses. Hasta que el 3 de febrero del 2016, en un comunicado finamente elaborado, la Santa Sede hizo saber que se había ofrecido a los historiadores y a los investigadores turcos un volumen transcrito de un manuscrito de la Biblioteca Vaticana, con el "informe de la flota pontificia que participó en la segunda batalla de los Dardanelos, en 1657".

Todo esto para llegar a decir:

"A la luz de esto, se ha notado y apreciado el renovado esfuerzo de Turquía para poner a disposición sus propios archivos a los historiadores y a los investigadores de las partes interesadas, con la intención de llegar conjuntamente a una mejor comprensión de los acontecimientos históricos, del dolor y de los sufrimientos incurridos, independientemente de la propia identidad religiosa o étnica, por todas las partes involucradas en guerras y conflictos, incluidos los trágicos acontecimientos de 1915. Los dolorosos hechos de la historia no deberían ser olvidados; por el contrario, requieren un atento examen y reflexión, para poder conducir a la curación y purificación de la memoria, tan necesaria para la reconciliación y el perdón para los individuos y los pueblos".

Y más aún:

"La memoria del sufrimiento y del dolor, tanto del pasado lejano como el del pasado más reciente, como es el caso del asesinato de Taha Carim, el embajador de Turquía en la Santa Sede, en junio de 1977, a manos de un grupo terrorista, nos exhorta a reconocer también el sufrimiento del presente y a condenar todo acto de violencia y de terrorismo, que sigue causando víctimas también hoy".

Las autoridades turcas respondieron saludando como un "desarrollo positivo" el comunicado de la Santa Sede y apreciando que se hubiera recordado el homicidio del embajador Taha Carim, asesinado por terroristas armenios.

Ese mismo día, el embajador Mehmet Pacaci volvió al servicio en la Santa Sede. Al mes siguiente, el 19 de marzo de 2016, el papa Francisco nombró nuevo nuncio en Turquía al estadounidense Paul Fitzpatrick Russell.

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Entre tanto, Bergoglio no había dejado totalmente de lado la utilización de la palabra "genocidio". Había vuelto a usarla – como se ha visto – en Bolivia el 9 de julio del 2015. Pero la había aplicado al martirio actual de los cristianos en Medio Oriente, no al exterminio sufrido por los armenios un siglo atrás.

Pero cuando la palabra que para Turquía es tabú volvió a ser empleada con gran énfasis por potencias mundiales como Estados Unidos y Alemania, con los consiguientes contragolpes geopolíticos, el Papa decidió suprimirla de su propio vocabulario.

A mediados de marzo el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, calificó oficialmente como "genocidio" el exterminio de los cristianos y de otras comunidades religiosas llevado a cabo por el Estado Islámico en Siria y en Irak.

Pero mientras en Siria el patriarca siro-católico, Ignace Youssif III Younan, y en Irak el patriarca caldeo-católico de Bagdad, Louis Sako, aprobaron ese uso del término "genocidio", no ocurrió lo mismo con otras autoridades eclesiásticas de la región. El patriarca latino de Jerusalén, Fouad Twal, y el patriarca maronita libanés Bechara Rai lo rechazaron al considerarlo inapropiado.

Pero mucho más graves fueron los contragolpes cuando el 2 de junio el Bundestag alemán aprobó una resolución que condenó como "genocidio" justamente la masacre de los armenios llevada a cabo hace un siglo por los turcos. La reacción de Ankara fue vehemente. El 5 de junio Erdogan llegó a amenazar con la expulsión de Turquía de 100 mil armenios que residen allí.

En el clima de terror en el que estaba precipitada su comunidad, el arzobispo armenio apostólico de Estambul, Aram Atesyan, envió al presidente turco una carta de "aflicción suya y de los armenios" a causa de la resolución del parlamento alemán, definiéndola como un "abuso" que utiliza un "dolor histórico para acusar y castigar al Estado turco y a toda la nación".

En los días posteriores, exponentes de la comunidad armenia apostólica de Turquía tomaron distancia de esta carta enviada a Erdogan. Pero en cuanto a la cuestión armenia, en Turquía, el clima sigue estando al rojo vivo.

Es en este contexto que el 15 de junio la embajada turca en la Santa Sede conmemoró el "martirio" del embajador Taha Carim, asesinado en Roma en 1977 por terroristas que – se recordó – se definían como "Comando Justicia por el genocidio armenio". La conmemoración tuvo lugar en Roma en el Palacio de la Cancillería, zona extraterritorial de propiedad de la Santa Sede.

No sorprende, entonces, que el 18 de junio en Villa Nazareth, a pocos días de su partida hacia Armenia, el papa Francisco haya querido hacer saber que para él la palabra "genocidio", aunque aplicada, hay que prohibirla.

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El programa y los textos del viaje de Francisco a Armenia:

> Viaje Apostólico a Armenia, 24-26 de junio de 2016

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Traducción en español de José Arturo Quarracino(CHIESA)