Usted ha venido a Ucrania para distribuir ayudas y apoyar a la población que sufre a causa del conflicto. ¿Cuál es su posición respecto a esta guerra, se entrevé una solución política?
La Santa Sede se apoya en los principios y los valores que deben ser la base de las relaciones entre los países, entre las naciones y dentro de la comunidad internacional, que son los principios del derecho, los valores del derecho internacional. En este caso, se refiere al respeto de la legalidad internacional sobre el territorio y las fronteras de Ucrania.
¿Eso se refiere también a Crimea?
Se refiere a todo, sí.
El acuerdo de Minsk debería ser la clave, ya que es la base de la que partió este digamos, difícil alto el fuego cuya aplicación no es del todo completa. ¿Cree que Ucrania debería también dar ciertos pasos?
Ciertamente, incluso el papa Francisco, se ha referido en varias ocasiones al acuerdo de Minsk como la plataforma por dónde empezar y seguir adelante.
¿No cree que es más difícil llegar a un acuerdo honesto entre las partes debido al problema de corrupción que hay en estos países?
Cuando me he reunido con los desplazados he pensado lo importante que es que también quienes dirigen el destino de la humanidad y los líderes políticos puedan mirar a la gente a los ojos. Que vean que esas personas lloran, sufren y se conmuevan con ese sufrimiento. La corrupción es como una pared que no permite a uno ver más allá de sus propios intereses.
La posición de la iglesia católica es clara: abrir las puertas a todas aquellas personas que lo necesiten, tanto a los refugiados que huyen de la guerra como a los inmigrantes económicos.
Somos conscientes de que Europa está asumiendo un desafío sin precedentes que ha puesto en peligro su propia naturaleza y su propia cohesión.
Evidentemente, la integración es un tema que asusta. Sobre todo en nuestros días, donde estos fenómenos migratorios van tan rápido que no da tiempo a absorberlos ni en cierta forma metabolizarlos. Por eso hay que hacer un gran esfuerzo también cultural que nos ayude a vivir juntos, y ese es en mi opinión el reto del mundo actual, evitar que esas diferencias que percibimos como tales, porque lo son, se conviertan en fuentes de conflictos y de oposición sino que sean un motivo de enriquecimiento mutuo.(RELIGION DIGITAL)
