“Sentirse y proclamarse libres. Jueces y fiscales libres. Una condición necesaria para que puedan cumplir su misión”. Eso le dijo el Papa a más de 100 magistrados de diversas nacionales que acudieron a una cumbre sobre la trata de personas y delincuencia organizada en la sede de la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales, ubicada en el corazón del Vaticano. Francisco advirtió que las penas sin esperanza para los delincuentes “son una tortura”, urgió a la rehabilitación y a la reinserción de las víctimas de la trata sexual.
Hacia el final del primer día del coloquio, que continuará este sábado 4 de junio, el pontífice llegó hasta la Casina Pío IV. Tomó la palabra ante un salón abarrotado, donde destacaron las delegaciones de Argentina y México, las más numerosas. En su discurso, pronunciado en español, aseguró que ya no funciona el “viejo adagio de la ilustración” según el cual la Iglesia no debe involucrarse en política. “La Iglesia debe meterse en la gran política”, advirtió, levantando el aplauso de los presentes.
Los llamó a hacerse responsables de su propia vocación, “sintiéndose y proclamándose jueces y fiscales libres de las presiones de los gobiernos, de las instituciones privadas y, naturalmente, libres de las ‘estructuras de pecado’, en particular el crimen organizado”.
Entonces, saliéndose del discurso programado, constató: “Yo se que ustedes sufren presiones, sufren amenazas de todo tipo, y se que hoy día ser juez, ser fiscal es arriesgar el pellejo y eso merece un reconocimiento a la valentía de aquellos que quieren seguir siendo libres en el ejercicio de su función jurídica”.
Apuntó que, sin esa libertad, el poder judicial de una nación, “se corrompe y siembra corrupción”. Entonces ejemplificó con la caricatura de la justicia con los ojos vendados a la cual se le va cayendo la venda y le tapa la boca.
“Sin duda, uno de los más grandes sociales del mundo de hoy es la corrupción a todos los niveles, la cual debilita cualquier gobierno, la democracia participativa y la actividad de justicia. A ustedes, jueces, corresponde hacer justicia y les pido especial atención en hacer justicia en el campo de la trata y el tráfico de personas y, frente a esto y al crimen organizado, les pido que se defiendan de caer en la telaraña de las corrupciones”, insistió.
Afirmó que las víctimas muchas veces son traicionadas hasta lo más íntimo y sagrado de su persona, es decir en el amor que ellas aspiran a dar y tener, y que su familia les debe o que les prometen sus pretendientes o maridos, quienes en cambio acaban vendiéndolas en el mercado del trabajo forzado, de la prostitución o de la venta de órganos.
Por eso subrayó que los jueces están llamados más que nunca a poner gran atención en las necesidades de las víctimas, ya que ellas son las primeras que deben ser rehabilitadas y reintegradas en la sociedad y por ellas se debe perseguir sin cuartel a los traficantes y carnífices.
“No vale el dicho: son cosas que existen desde que el mundo es mundo. Las víctimas pueden cambiar y de hecho sabemos que cambian de vida con la ayuda de buenos jueces, de las personas que las asisten y de toda la sociedad toda”, continuó.
El Papa también se manifestó a favor de que se apruebe en todos los países, según cada tradición jurídica, la práctica de recuperar los bienes mal habidos y ofrecerlos a la sociedad, para aplicarlos en la reinserción de las víctimas. Ponderó que su reinserción en la sociedad es el mayor bien que se puede hacer a ellas mismas, a la comunidad y a la paz social.
Para lograr un combate eficaz contra la trata, dijo, es obligatorio generar un movimiento transversal, una “buena onda” que abrace la sociedad toda desde arriba para abajo y viceversa, desde la periferia al centro y al revés, desde los líderes hacia las comunidades y desde los pueblos y la opinión pública hasta los más altos estratos de dirigencia.
“La realización de ello requiere que los jueces tomen plena conciencia de este desafío, que sientan la importancia de su responsabilidad ante la sociedad, que compartan sus experiencias y buenas prácticas y que actúen juntos para abrir brechas y nuevos caminos de justicia en beneficio de la promoción de la dignidad humana, la libertad, la responsabilidad, la felicidad y, en definitiva, la paz”, sentenció.
Al final del discursos, todos los presentes lo aplaudieron de pie y se dirigieron hasta la puerta de la Casina Pío IV donde se tomaron la foto oficial. Luego, Francisco estuvo saludando uno por uno a los presentes durante un rato y antes de abordar un automóvil utilitario azul estampó su firma en la declaración final que mañana suscribirán todos los asistentes.