CRISTO HOY
CRISTO HOY

   Sitios Recomendados
        El Vaticano
        Aica
        Rome Reports
        Noticias Vaticanas
  
Con la pederastia está en riesgo la credibilidad de la Iglesia
09 - 05 - 2016 - DESAFIOS - Pastorales

“Études”, la revista de los jesuitas franceces, en el número de mayo, publica un editorial titulado «La verdad os hará libres» que trata sobre el problema de la pederastia en la Iglesia. El texto parte de una serie de eventos y hechos de la crónica reciente que han vuelto a encender los reflectores sobre los abusos contra menores en el debate público.

Eventos como la película “Spotlight”, ganadora del Óscar, en la que se narra la célebre investigación del “Boston Globe” de 2001 sobre los ocultamientos por parte de las diócesis de muchos casos de abusos sexuales contra menores que se verificaron en un largo arco temporal. El caso concluyó con la renuncia del arzobispo de la ciudad estadounidense, el cardenal Bernard Law. Después llegó la testimonianza del cardenal Geroge Pell, Prefecto de la Secretaría para la Economía, ante la Royal Commission autraliana que se ocupa de investigar sobre el fenómeno de los abusos sexuales contra menores en el país, tanto dentro de la Iglesia como en otras instituciones. Las palabras de Pell suscitaron clamor y atención a nivel mundial. Al final también tuvo eco mediático el caso del cardenal Philippe Barbarin, de Lyon, quien fue evocado por la justicia francesa por haber, presuntamente, ocultado algunos episodios de abusos en la diócesis, casos a los que la Iglesia francesa está tratando de dar una respuesta.

Según Études hay que subrayar algunos puntos: el escándalo de los abusos, además de la gravidad en sí, del daño enorme que provoca en las víctimas, resta crédito a la moral católica y a su moral sexual en particular, una moral muy exigente que sufre graves daños debido a casos como este. «Está en juego –se afirma— el mismo testimonio cristiano». Por ello se precisa que la imposición del silencio a la víctima, circunstancia que suegió en muchos casos, sobre todo en los menos recientes, equivale a abusar una segunda vez de ella. Y además se resalta que en demasiadas ocasiones prevalece, en las diócesis, en el clero, la preocupación por el buen nombre de la institución con respecto al crimen cometido, a la violencia que sufre el menor. Las diferentes normas y la sensibilidad que han introducido al respecto Benedicto XVI y Francisco no siempre encuentran aplicación en las realidades de las iglesias locales, en las que el clericalismo sigue saliéndose con la suya (y no hay que confundirlo con la obediencia).

«Desde Benedicto XVI –se lee en el texto—la doctrina oficial de la Iglesia es clara y firme al condenar estos actos, en la necesidad de señalar a la justicia a los sacerdotes potencialmente culpables, en establecer su exclusión de cualquier actividad con los jóvenes y la eventual suspensión del estado clerical. Pero permanece una distorsión entre los principios y la práctica». «Demasiado a menudo –se observa–, la voluntad de proteger la reputación de la institución prevalece sobre el cuidado y la escucha efectiva de las víctimas»; al contrario, la cultura del secreto impone el silencio en donde la palabra saería liberatoria. Incluso en las sociedades secularizadas, se explica, la Iglesia sigue siendo una institución educativa de referencia, y no será perdonada debido a las contradicciones entre la exigencia elevada de su mensaje y los comportamientos de los que están encargados de difundirlo.

Se traza después el marco psicológico del abuso contra el menor; este último, por vergüenza y por el trauma, tiende a no narrar lo sucedido incluso durante mucho tiempo. Por ello es tan necesario, pues, escuchar a las víctimas y darles atención. Al contrario «imponer el silencio a la víctima, o hasta darle la sensación de que sus palabras ‘disturban’, equivale a abusar de ella una segunda vez».

«El escándalo de la pederastia clerical» nos muestra al sacerdote, entendido como “hombre de Dios”, que vive de manera diferente del resto de los hombre. «El chico que lo ve como tal –prosigue el texto–, porque se lo presentan así, tiende a darle toda su confianza. Abusar de esta confianza e imponerle una relación de dominio que viola su integridad significa destruir en el chico cualquier capacidad de establecer con los demás una auténtica relación de confianza. Aquel a quien creía un amigo tiene, por el contrario, el semblante de un depredador». (VATICAN INSIDER)