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Pío Laghi y una injusta leyenda negra
13 - 04 - 2016 - HISTORIA - Contemporanea

Una ráfaga de siete artículos dedicados a la apertura de los archivos vaticanos sobre los años de la dictadura argentina y Pio Laghi, el Nuncio pontificio al que le tocó vivir esa época dramática del país sudamericano, en un momento igualmente problemático de la geopolítica mundial signado por la guerra fría.

Siete artículos para decir que sobre Laghi se construyó una injusta leyenda negra según la cual era cómplice de los represores, y para mostrar su discreto y cotidiano trabajo para arrancar la mayor cantidad posible de víctimas de las garras de los cazadores.

Luis Badilla, con 70 años cumplidos, conoce bien la condición del perseguido porque él mismo debió escapar de otra dictadura, la chilena de Pinochet. Y se fue a Italia, donde vive desde hace 42 años. Durante casi 40 trabajó en Radio Vaticana y hace 8 comenzó a dedicar todos sus esfuerzos al blog "Il Sismografo", un agregador digital donde todos los días, sin una sola interrupción desde que fue inaugurado, entre las 7 y las 22 horas carga en cinco idiomas las noticias más relevantes sobre la Iglesia Católica en el mundo, el Vaticano, el Papa y otras confesiones religiosas cristianas.

A la pregunta más incisiva que le hicimos-si el Papa está al corriente de su campaña para rescatar la figura del Nuncio Pio Laghi de la leyenda negra que se construyó sobre él- responde: "Digo solamente que siendo argentino y habiendo vivido él también las dictaduras argentinas desde posiciones de responsabilidad delicadas, probablemente es el que más sabe, es el que está más cerca de la verdad histórica argentina entre 1976 y 1980. También sabe que muchos que participaron en la leyenda negra sobre Laghi son los mismos que trataron de armar otra leyenda negra sobre él, pocos días después de ser elegido".

Comencemos con la de Pio Laghi...

"En el mundo católico -aunque esa no es una buena definición porque resulta demasiado genérica-, sobre todo en América Latina, he visto durante años una amplificación acrítica de lo que se decía sobre el Nuncio. Es más, en ambientes católicos, incluso entre miembros de la jerarquía, se consideraba "progresista" atacar a Laghi repitiendo todas las calumnias y mentiras de la leyenda negra. Nunca nadie, por lo menos públicamente, puso en duda las fuentes o el por qué de esa campaña. "Laghi sinónimo de verdugo" se convirtió para muchos en un axioma que no era necesario demostrar. Era así y punto. La leyenda negra sobre el Nuncio entró a formar parte de muchas teologías de la liberación como si fuera un dato histórico seguro, que no se discutía ni se analizaba, una especie de discriminante. Un trágico error del que se debe aprender mucho y con seriedad. Hoy no me sorprende escuchar a muchos católicos que reconocen este error, y espero que sirva como advertencia contra la homologación del pensamiento de los católicos que se suman a los cliché y lugares comunes por miedo a ir contra la corriente. Un poco de coraje profético no viene mal, si uno aspira a ser realmente un buen cristiano. El "terrorismo de los chismes" de Francisco es algo muy serio, que nunca se debe subestimar. Sería suficiente recordar lo que hizo la derecha salvadoreña con su leyenda negra contra el beato Oscar Romero.

 

 

 

Apenas se anuncia la apertura de los archivos vaticanos sobre los años de la dictadura argentina, lo primero que tú haces es sacar a relucir una carta de Pio Laghi al funesto ministro de Interior de aquel momento, Harguindeguy, donde el Nuncio reclama noticias sobre detenidos y desaparecidos. ¿Por qué?

Porque yo -lo mismo que otras personas- hace muchos años que tengo una fotocopia de ese documento, y de muchos otros que sin duda se encuentran en los Archivos que serán abiertos por voluntad del Papa Francisco. Consideré que esta decisión creaba las condiciones para hacerle justicia a un hombre, a un sacerdote y a un servidor de la Iglesia gratuitamente calumniado hasta su muerte, durante más de veinte años. Me dije a mí mismo: ha llegado la hora, el momento de la verdad. Y en la pequeña medida de mis posibilidades, yo debo hacer lo que le prometí al cardenal Laghi en los últimos años de su vida. Era un compromiso moral. Tenía mucho miedo de no llegar a tiempo para hacer mi modesto aporte para restablecer la verdad, separando el juicio histórico de las mentiras; las verdades documentadas objetivamente del "terrorismo de los chismes"; la superficialidad ignorante del periodismo de "copiar/pegar" (deporte amplimente difundido entre los voraces oportunistas de Google y Wikipedia) del estudio, el análisis crítico de las fuentes y las verificaciones y controles personales.

Pasas de Laghi al uso difamatorio, intencional o por ignorancia, de Google. ¿Por qué das ese salto?

Discúlpame, querido Alver, de Laghi seguiremos hablando, pero ahora quiero referirme a un tema que considero muy importante. Pienso que la leyenda negra sobre Laghi, que nació en 1984 y se difundió con la llegada de Internet a principios de la década del '90, así como empieza a aclararse ahora, con pruebas documentales en las manos, debería servir de lección y de advertencia, sobre todo a los jóvenes que creen ser periodistas porque escriben más o menos bien y , como veo aquí en Italia, creen ser "vaticanistas" porque saqueando la red pueden llenar columnas sobre el Obelisco de San Pedro o sobre la Capilla Sixtina. Un periodista ignorante, superficial e inconsciente es tan peligroso como un terrorista: puede matar moralmente a una o a muchas personas. Lamentablemente, el anonimato al usar la red facilita y cubre esta mala costumbre.

A continuación, has ido aportando pruebas sobre el desempeño del Nuncio y la enorme mole de información que transmitió a la Secretaría de Estado sobre detenidos y desaparecidos. Parece una campaña de rehabilitación.

¡Claro que lo es! Pero sobre todo es una pequeña obra de justicia. En lo que a mí respecta, se trata de hacer lo humanamente posible para restablecer la verdad de los hechos y ahora, después de su muerte, reconocerle a Pio Laghi todo el bien que hizo en Argentina entre 1976 y 1980, desmontando los castillos de calumnias y mentiras que durante décadas sepultaron su persona, su obra y su memoria. Fíjate bien, querido Alver: no estoy diciendo que Laghi, desde el punto de vista del juicio histórico, sea intocable. ¡No! Se puede y probablemente se debe hacer ese juicio, pero con la verdad histórica, no con ideologías; con seriedad y honestidad, no con la superficialidad de los sabelotodo de turno que no saben nada de la historia argentina. Además, hago una aclaración: yo no estoy haciendo una "campaña". Por formación y por convicción soy contrario a las campañas, porque muchas veces terminan deslizándose hacia los pantanos de la propaganda. Lo mio era y es un humilde servicio a la verdad y a la justicia.

 

¿Piensas que alguien más debería ser rescatado, sobre quien los Archivos vaticanos podrían arrojar una nueva luz?

Sí, no solo es posible sino altamente probable. Por prudencia y respeto no hago públicos nombres que me vienen a la mente. Puedo decir que sin duda el panorama completo del desempeño de la Santa Sede y sus representantes diplomáticos, durante aquellos terribles años de totalitarismo fanático y pagano de los militares, será muy distinto a los lugares comunes, los cliché ideológicos y los análisis sin fundamento que se han publicado en estos años en miles de libros, ensayos, artículos y demás. Esta leyenda negra sobre Laghi hizo ricos a muchos, incluyendo a uno que pretendían ser el acusador más documentado, aunque después se descubrió que era un agente doble pagado por los militares argentinos. [N.d.R. Se refiere al periodista argentino Horacio Verbisky].

En la Iglesia argentina algunos sabían y apoyaban, otros sabían y se oponían, y otros sabían y trabajaban en silencio para salvar el mayor número posible de desaparecidos o potenciales desaparecidos, como Bergoglio. También hubo otros que no hicieron nada diciendo que no sabían. En general, ¿cómo juzgas el comportamiento de la Iglesia en los años de la dictadura?

Mi juicio es el mismo que acabas de resumir en la pregunta. Esquemáticamente, las cosas ocurrieron tal como las describes. Cuando se produjo el golpe, la Iglesia en Argentina, el Episcopado, se encontraba en una crisis interna gravísima, al borde del desastre. Pablo VI, de mala gana, sacó a Pio Laghi de Tierra Santa y lo envió apresuradamente a Argentina, porque precisamente la prioridad era la Iglesia y su crisis. Inmediatamente Laghi puso manos a la obra, pero el golpe militar de 1976 cambió todo, radicalmente. Siguió identificando y preparando nuevos y buenos candidatos para el Episcopado (cerca de treinta), pero su prioridad se reorientó hacia la crisis del país y la catástrofe humanitaria de la que inmediatamente tuvo lúcida consciencia. Tal como demuestra el informe Nº 1510/76 del 16 de julio de 1976, cuatro meses después del golpe, que envió al cardenal Jean Villot, Prefecto del Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia y posterior Secretario de Estado.

Me consta personalmente que a Pio Laghi lo angustiaban terriblemente tanto la crisis de la Iglesia como de la nación: la conducta de muchos obispos y también la conducta de los militares; la pasividad y la indiferencia de la comunidad eclesial, lo mismo que la de la opinión pública; las conveniencia geopolíticas de las superpotencias y de muchos gobiernos del resto del mundo y la aprobación de la prensa internacional, que consideraba la Argentina de Videla, y después el Chile de Pinochet, la punta de diamante de la lucha contra el comunismo soviético.

En este sentido la obra de Laghi fue víctima de la Guerra Fría, de la prensa controlada por los militares (a la cual los adversarios del Nuncio siempre le creyeron todo lo que decía, incluso cuando se le atribuian declaraciones que nunca hizo o que habían sido impúdicamente manipuladas). Como chileno, exiliado por otra dictadura, en el caso de Laghi puedo agregar otra consideración: Laghi también fue víctima de cierto periodismo europeo, identificado como laico o progresista, que se sumaba a cualquier embuste pensando que era la mejor manera de ser solidario con estos pueblos.

 

No es fácil, aún hoy, a cuarenta años de distancia, hablar de estas cosas. ¿Qué costos personales has tenido por esta "pequeña obra de justicia" con Pio Laghi, como la has llamado?

Algunos ataques, por lo general entre líneas. No he respondido ni voy a responder. A mí me gusta discutir y confrontar con los que tienen la misma cantidad de información, de estudio y de experiencia que yo, o mayor. La vida es demasiado corta para perder tiempo en cosas sin importancia. Es una herencia que dejó en mi corazón un italiano que estaba en las antípodas de lo que ha sido mi vida, pero que respeto mucho: Indro Montanelli. Junto con muchos correos de apoyo y de aliento, he recibido también muchos otros críticos y en contra de lo que había escrito. A los que eran serios y no fanáticos, les respondí como merecían.

¿El Papa sabe? ¿Lo aprueba?

Entiendo tu pregunta, pero no puedo responder por el Santo Padre. Solo digo que siendo argentino y habiendo vivido él también las dictaduras argentinas desde posiciones de responsabilidad delicadas, probablemente es el que más sabe, es el que vivió más de cerca la verdad histórica argentina entre 1976 y 1980. También sabe que muchos que participaron en la leyenda negra sobre Laghi son los mismos que intentaron armar otra leyenda negra sobre él pocos días después de ser elegido.

¿Sabes en qué punto se encuentra la preparación del material de los Archivos vaticanos que será desclasificado?

Sé lo que dijeron algunos obispos argentinos y el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, el padre Lombardi. Se trabaja intensamente, mucho y sin descanso. La mole de documentos que será desclasificada es bastante considerable. Por la experiencia que tuve investigando en esos archivos sobre la Guerra del Pacífico (1879-1884, Chile contra Perú y Bolivia), imagino que se deben separar los documentos relacionados con esta materia de los que se refieren a la vida interna de la Iglesia, y ése es un trabajo muy delicado, porque a veces los límites son muy sutiles. Pienso que muchos documentos deben ser puestos a disposición con aclaraciones que ayuden a comprender el contexto, las circunstancias y lo que ocurrió a continuación. En fin, me parece que es un trabajo enorme, aunque el período cronológico sea relativamente breve.

Hace un tiempo el padre Lombardi dijo que se está haciendo el trabajo de "catalogación", que "se prevé que pueda ser completado en los próximos meses, y después se podrán estudiar los tiempos y las condiciones para consultarlos". Lo dijo el padre Federico Lombardi, agregando que mientras tanto "se trata de responder a las preguntas específicas por cuestiones particulares de carácter judicial (rogatorias) o humanitario".

 

 

 

¿Quién tendrá acceso?

Muchas personas, pero que recibirán autorización porque son representativas. No creo que sean documentos para entregar a la prensa. Pienso que el Gobierno nombrará a sus representantes y expertos, lo mismo que el Poder Judicial: jueces, procuradores, abogados y obviamente representantes cualificados y autorizados de las Madres de Plaza de Mayo (que hicieron las primeras solicitudes al Vaticano) y de otras asociaciones humanitarias o de derechos humanos. Y aunque es un deseo inútil, a mí me gustaría muchísimo que en algún momento tuvieran acceso a ese material verdaderos historiadores, vale decir personas que por su formación científica historiográfica están en condiciones de leer y decodificar archivos desclasificados. Si son leídos o interpretados por inexpertos o aficionados, el remedio puede ser peor que la enfermedad, ¿se entiende?

¿Tienes idea de qué pueden contener, concretamente?

Yo creo que fundamentalmente tres tipos de documentos: a) informes periódicos de las Nunciaturas a la Santa Sede (con documentación adjunta, especialmente sobre las intervenciones de la representación diplomática ante las autoridades locales); b) correspondencia entre el Vaticano y el Nuncio sobre cuestiones inherentes a asuntos humanitarios y asistenciales (denuncias, solicitudes de ayuda, informaciones de amigos y parientes que buscan noticias sobre sus allegados perdidos, torturados o asesinados, testimonios); c) información neutra recogida, es decir, informaciones no atribuibles a la Nunciatura porque se han reunido por medio de los canales diplomáticos habituales (conversaciones privadas con otros diplomáticos, políticos, hombres de gobierno, Episcopados locales).

 

¿Puede iluminar zonas de sombra?

Sì, muchas. Pero como en todo archivo desclasificado, es fundamental, más aún, es decisivo, que las "preguntas" para las que se busca "respuesta" sean precisas y estén bien formuladas. Es un trabajo para especialistas experimentados, que conozcan en profundidad la historia que investigan. Si el objetivo de la investigación es la acción humanitaria de la Iglesia, para poder hacer una lectura correcta y fructífera del material deben ser personas que también conozcan y entiendan sobre la Iglesia (personajes, lenguaje, dinamismos, reglas, costumbres y lenguaje diplomático interno, organismos, autoridades, atribuciones). El servicio diplomático vaticano es una de las realidades actuales más complejas.

¿Cuáles son las zonas de sombra que tú consideras que todavía se deben iluminar?

Creo que hay varias, aunque algunas veces están relacionadas. En primer lugar, el desempeño del Nuncio Pio Laghi. Después el comportamiento de los Vicarios castrenses y los capellanes militares. En tercer lugar se debería aclarar a fondo algunas conductas no transparentes de varios obispos y laicos relacionados con ciertos Episcopados. Por último, si fuera posible, se debería obtner una radiografía honesta y límpida de la política y del comportamiento de la Sede Apostólica en relación con esta dictadura y eso, como consecuencia indirecta, podría servir para iluminar, aunque sea marginalmente, el caso de otros regímenes militares de aquellos años.

Hay algunos hechos que ya se han aclarado, como el asesinato de Angelelli, y otros que todavía no, como la muerte de Ponce de León.

Sì, ahora sabemos con certeza que mons. Angelelli fue víctima de un crimen de Estado y que su muerte no fue consecuencia de un accidente vial. Hay que sacarse el sombrero al Observatorio Romano de la época, que dio la noticia de la muerte del obispo con un pequeño artículo titulado: "Accidente sospechoso". En el caso de mons. Ponce estamos a mitad de camino en la búsqueda de la verdad, pero los indicios reunidos hacen pensar que este caso también fue un crimen de Estado. Veremos.

Antes de terminar, querido Alver, quisiera, si me lo permites, agradecer a Francisco Gagliano y Robert Calvaresi, amigos y colegas. Sin el apoyo y la ayuda concreta que me brindaron no hubiera podido hacer este enorme esfuerzo interior.(Alver Metalli, en Tierras de América)