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La semana trágica de Pell
05 - 03 - 2016 - DESAFIOS - Escándalos

Entrevista con el cardenal George Pell, después de las cuatro audiciones nocturnas en video-conferencia con la Royal Commission del gobierno australiano que investiga sobre los abusos contra menores cometidos por sacerdotes y religiosos

El cardenal George Pell tiene el rostro contrito. No fue una semana nada fácil para el «ministro de la Economía» vaticana. Los fantasmas de un pasado lejano, las heridas todavía abiertas en el alma de las víctimas de los sacerdotes pederastas, los encubrimientos y las coperturas que se verificaron en las diócesis de Ballarat y Melbourne durante los años 70 y 80 tuvieron en el banquillo al purpurado con físico de jugador de rugby durante horas, sobre el que llovieron las preguntas puntuales de la Royal Commission del gobierno australiano que investiga sobre los abusos sexuales contra menores cometidos por parte de religiosos y sacerdotes. Cuatro audiencias nocturnas en video-conferencia desde el hotel Quirinale de Roma, porque por motivos de salud le impidieron afrontar el largo viaje hasta su tierra natal. Una distancia que amplificó el eco mediático de cada una de sus deposiciones. En esta entrevista, el cardenal Pell cuenta cómo vivió estos últimos días.

¿Qué significó para usted, desde el punto de vista humano, la experiencia de esta deposición en video-conferencia? ¿Fue difícil?

Las audiciones fueron difíciles y cansadas, pero el procedimiento no es sobre mí; la prioridad absoluta es la de asistir, respetar y ayudar a los sobrevivientes. La mejor manera para hacerlo es decir la verdad y es lo que hice. Las audiciones fueron tarde en la noche y en las primeras horas de la mañana, y, después trasnochar cuatro veces, estoy un poco cansado.

¿Cómo definiría su actitud y su comportamiento en la época de los hechos de Ballarat y Melbourne? Usted rechazó las acusaciones de haber estado involucrado en la mala gestión de los casos de abuso: pero ¿se arrepiente de algo o se reprocha por algo?

Es importante comprender que la Iglesia en Australia ha reconocido y mejorado radicalmente desde hace más de veinte años la respuesta a los abusos sexuales contra niños. Estoy contento de haber tenido un papel significativo en el establecimiento de un nuevo sistema independiente en Melbourne, «The Melbourne Response». Este programa está compuesto por tres puntos: una investigación independiente y la evaluación de cada una de las acusaciones por parte de un abogado con experiencia; todo el apoyo y la escucha posible para todos los sobrevivientes, sin distinciones; la indemnización, con un comité que evalúa los pagos necesarios para asistir a las víctimas. Mi papel y mi comportamiento como arzobispo de Sídney y de Melbourne fueron examinados por la Royal Commission y por una investigación especial parlamentaria. Las conclusiones que han surgido hasta el momento reflejan el testimonio que di y estoy contento de esto. Lo que se está discutiendo en estas audiciones de la Royal Commission tiene que ver con la manera en la que la iglesia trató los abusos contra menores hace 30 o 40 años. En esa época la Iglesia tenía pocos procedimientos y, desgraciadamente muchas veces, los autores de los crímenes fueron trasladados y sus fechorías fueron encubiertas. Naturalmente, en esa época, se hablaba mucho menos de estos temas y existía una especie de velo de silencio. En relación con mis aportes, como de muchos otros en la comunidad católica, me habría gustado que se hiciera mucho más. Fui un poco pasivo y un poco escéptico con respecto a algunas de las acusaciones.

Durante la última de las audiciones usted indicó haber recibido noticias sobre comportamientos incorrectos por parte de un profesor de los Hermanos Cristianos: ¿qué hizo? ¿Por qué no hizo algo más en esa época?

La respuesta a esta pregunta fue dada por completo durante la última audición y es importante comprender el contexto. Yo acababa de ser ordenado sacerdote en esa época, y, aunque fuera vicario episcopal, este era un papel de asesoría para el obispo y se relacionaba con la educación en la diócesis: no era un encargo ejecutivo. La noticia me llegó de un joven y yo referí la circunstancia al capellán de la escuela. Yo confiaba en su juicio, le creía e incluso consideraba que cuando él lo hubiera referido a los Hermanos Cristianos ellos habrían sido capaces de afrontar estos casos. De hecho, ese ‘hermano’ profesor fue despedido. Mi comportamiento fue completamente coherente, como joven sacerdote en aquella época. Ahora, con la posibilidad de considerar las cosas con mayor claridad y con las informaciones que ahora poseo, claramente creo que habría podido hacer más. Es una tragedia terrible y siento mucho todo lo que sufrieron todas las personas que soportaron estos crímenes.

Los casos examinados por la Royal Commission australiana no son diferentes de los que sucedieron en los Estados Unidos o en Europa: obispos que en lugar de tutelar a las víctimas han tutelado a los carniceros. ¿Por qué, según su opinión, existía esta mentalidad?

En aquella época, por lo menos en el mundo anglosajón, nosotros comprendíamos con menor claridad ciertos aspectos del abuso contra menores. No comprendíamos el tremendo daño en las víctimas de los abusos clericales. Los obispos y tal vez los médicos especialistas y la policía, no estaban conscientes de los comportamientos ocultos y recurrentes de muchos pederastas. La Royal Commission, que está evaluando la respuesta de las instituciones australianas, incluidas las instituciones religiosas, está demostrando que estos errores de apreciación estaban ampliamente difundidos en toda la sociedad australiana de la época. Tal vez hay que decir que muchos obispos confiaban demasiado en la capacidad de corregirse de sus sacerdotes y no se consideraba por completo la posibilidad de que incurrieran nuevamente en sus crímenes.

¿La Iglesia de hoy es capaz de afrontar y de controlar este fenómeno? ¿Son suficientes las normas (muy duras) y las nuevas leyes? ¿O es necesario cambiar la cultura y la mentalidad?

En Australia los cambios que yo y otros obispos introdujimos hace veinte años han cambiado radicalmente el enfoque de la prevención del fenómeno y la manera en la que la Iglesia responde a las víctimas. El cambio tuvo un efecto significativo en la reducción del número de abusos sexuales dentro de la Iglesia, garantizando que estos cuando estos crímenes suceden se afrontan por lo que son y son tratados con transparencia y en colaboración con las autoridades civiles. Estos cambios incluyen una evaluación más rigurosa en la selección y en la formación de los seminaristas. Nosotros debemos seguir haciendo todo lo que sea posible para que estos terribles crímenes no se repitan. En la Iglesia (y en general podríamos decir en la cultura) las normas y las prácticas cambian según las culturas y según los países. La Pontificia Comisión ya está trabajando para difundir un mayor conocimiento de los procedimientos exigidos y de las necesidades de las víctimas de todo el mundo. Lo más importante es contar con protocolos claros, públicamente reconocidos y constantemente aplicados. Esto, naturalmente, crea un cambio en el clima de toda la comunidad, y está claro que la capacidad de gobierno de los obispos y de los superiores religiosos es fundamental.

¿Cómo vivió usted el sufrimiento de las víctimas? Usted se dijo supuesto a dispuesto a encontrarse con ellas: ¿qué le gustaría decirles?

El jueves pasado me reuní con una docena de víctimas de Ballarat, que iban acompañadas por personas que las asisten; escuche sus historias y sus sufrimientos. Fue muy duro, fue un encuentro honesto y en ciertos momentos conmovedor. Yo estoy comprometido en trabajar con las víctimas de Ballarat y de las zonas adyacentes. Ya conocía a muchas de sus familias y conozco la bondad de muchas personas de la comunidad de Ballarat, esta bondad no puede ser cancelada por el mal cometido. Todos nosotros queremos mejorar las cosas, sobre todo para las víctimas y sus familias, y pretendo seguir ayudando al grupo para trabajar con mayor eficacia con los comités y con las agencias que tenemos en Roma y, en particular, con la Comisión Pontificia para la protección de los menores. Un solo suicidio es demasiado, y ha habido muchos suicidios trágicos. Yo me comprometo en trabajar con los grupos para tratar de detener esto, para que el suicidio no sea considerado una elección posible. Durante los años he conocido a muchas víctimas. Cuando me encuentro con ellas, mi prioridad no es decirles algo, sino escuchar sus historias y escuchar con empatía, explicándoles los pasos que la Iglesia está dando para prevenir que se repitan estos crímenes. Es importante que comprendan que creemos en ellas. Yo no puedo sentir el sufrimiento, pero estoy bien consciente de lo que sienten. He leído muchos de estos informes sobre sus sufrimientos, y ha sido muy angustian para mí. La Iglesia debe procurarse servicios de asistencia psicológica para ayudar a las víctimas a cargar el peso de sus sufrimientos, y esta siempre ha sido una prioridad para mí. No puedo prometer lo imposible. Todos sabemos cuán difícil es poner todo esto en práctica. Pero, como el Santo Padre, me comprometo en hacer todo lo que podamos para ayudar a curar a las víctimas de la plaga de los abusos sexuales contra menores y para garantizar que haya procedimientos para prevenir la repetición de estos crímenes. El jueves pasado, durante el encuentro con las víctimas, me comprometí en ayudar a los sobrevivientes de Ballarat para poner a disposición los recursos para ayudar a las víctimas y para llevar a cabo un centro de investigación para mejorar la escucha y estudiar métodos de prevención. El proyecto todavía se encuentra en un estado embrional y debemos discutir los detalles con las víctimas, pero justamente ayer la Universidad Católica de Australia se comprometió para ayudar esta importante iniciativa, y rápido.

Al volver de México, el Papa dijo que los actos de los sacerdotes que han abusado de menores son «sacrificios diabólicos», y también dijo que un obispo que se limita a trasladar a un sacerdote pederasta de una parroquia a otra no es apto para su encomienda: ¿qué opina? ¿Puede explicar el significado de las palabras que usted utilizó al declarar que cuenta con «el apoyo del Papa»? ¿Han hablado al respecto? ¿Qué le ha dicho?

El Papa siempre ha apoyado a las víctimas y sabe que esta también es mi firme posición. El Santo Padre sabe que comparto su compromiso en la protección de los jóvenes y en la ayuda a los sobrevivientes. En la Iglesia no hay espacio para sacerdotes o religiosos pederastas. He hablado sobre esto con el Papa en varias ocasiones y me ocupo de que siga estando informado. Cada día le envié al Papa y a la Secretaría de Estado una síntesis de las audiciones de la Royal Commission. Cuando el Santo Padre dice que cuento con su apoyo, se da cuenta, naturalmente, de que, al apoyarme, está apoyando el trabajo que he hecho y que sigo haciendo con las víctimas. Cuando se llevaron a cabo las primeras sesiones sobre el caso de Ballarat, y volvieron a surgir las acusaciones que ya habían recibido respuesta durante los años, el Papa me llamó por teléfono, mientras yo estaba en Croacia, para comunicarme su apoyo. Le estoy profundamente agradecido por este apoyo y por su lealtad.

En una nota publicada durante el día, el mismo padre Lombardi afirmó que las deposiciones del cardenal Pell y la contemporánea premiación de la película «Spotlight» como ganadora del Óscar a la mejor cinta de este año «fueron acompañadas por una nueva oleada de atención de los medios y de la opinión pública sobre la cuestión dramática de los abusos sexuales contra menores, en particular por parte de miembros del clero. La presentación sensacionalista de estos dos eventos provocó que (para gran parte del público, sobre todo si está menos informado o si tiene memoria corta) se piense que en la Iglesia no se ha hecho nada o muy poco para responder a estos horribles dramas, y que hay que volver a empezar desde el principio. Una consideración objetiva demuestra que no es así». Después de haber recordado las iniciativas promovidas por Benedicto XVI y por Francisco en este ámbito, el padre Lombardi concluyó diciendo que, «si los llamados que siguieron a ‘Spotlight’ y a las movilizaciones de víctimas y organizaciones en ocasión de las deposiciones del cardenal Pell contribuyen a apoyar e intensificar la larga marcha de la lucha contra los abusos sexuales de menores en la Iglesia católica universal y en el mundo de hoy (en donde la dimensión de estos dramas es enorme), sean bienvenidos».(VATICAN INSIDER)