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Sacerdotes con esposas sí, pero como hermanos y hermanas
02 - 03 - 2016 - DESAFIOS - Pastorales

Ésta era la disciplina en vigor en los primeros siglos de la Iglesia. Desde México, un misionero la vuelve a proponer también para hoy. Lo ha escrito en un libro que ha enviado al Papa, junto con una carta.Artículo de Sandro Magister 

Ha quedado decepcionado quien esperaba del papa Francisco, durante su viaje a México, señales de "apertura" a la ordenación de sacerdotes casados.

Curiosamente, estas expectativas eran fuertes sobre todo en obispos, sacerdotes y fieles de naciones y de lengua alemanas, además de un obispo austríaco incardinado en la Amazonia:

> Sacerdotes casados. El eje Alemania-Brasil

Pero no en México. No sólo en ese país están en minoría los partidarios de un clero casado: un modesto 31% según la última investigación del Pew Research Center.

Pero incluso en la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, en Chiapas, visualizada por muchos como el terreno ideal para el comienzo del experimento, con sus casi 400 diáconos casados, el obispo Felipe Arizmendi Esquivel asegura que desde hace varios años "los diáconos casados jamás me han hecho presente que aspiran a un sacerdocio de hombres casados":

> El otro Chiapas. Clero indígena sí, pero célibe

Y hay más. Siempre en México, los dos últimos libros publicados sobre el tema son decididamente contrarios a la introducción en la Iglesia latina de un clero casado que viva "more uxorio" [como marido y esposa], porque a su juicio esto signaría una ruptura en la tradición de la Iglesia latina, en la que desde los orígenes apostólicos los sacerdotes con esposas debían vivir como hermanos y hermanas.

La tapa del primer libro, "El celibato sacerdotal. Su historia en la Iglesia católica", Tusquets Editores, está reproducida abajo. El autor, el historiador franco-mexicano Jean Meyer, es también autor de estudios hasta ahora no superados sobre la "Cristiada", la insurrección católica en México, en la primera mitad del siglo XX:

> Jean Meyer, "El celibato sacerdotal. Su historia en la Iglesia católica", Tusquets Editores, 2009

El segundo libro, salido a la venta en el 2012 y dos años después también en Italia, tiene como autor a un misionero comboniano, Vittorio Moretto, de 73 años de edad, 49 años de sacerdocio, en México desde hace 17 años luego de diversas experiencias en Europa y en África:

> Vittorio Moretto, "Il celibato dei preti. Una sfida sempre aperta", Elledici e Velar, 2014

En las líneas que siguen a continuación, el padre Moretto sintetiza muy eficazmente su tesis. Él no excluye que la Iglesia latina pueda contar rápidamente con sacerdotes casados. Pero sostiene que también en este caso debe seguir haciendo valer para ellos la disciplina de la continencia, es decir, de la abstención de las relaciones sexuales, como en los primeros siglos de la historia de la Iglesia, a partir de la edad apostólica.

En su intervención, el padre Moretto recuerda las lecturas que más ha apreciado sobre el tema. En particular las dos siguientes:

> Christian Cochini S.J., "Les origines apostoliques du célibat sacerdotal", Ad Solem Éditions, 2007

> Cesare Bonivento, "Il celibato sacerdotale. Istituzione ecclesiastica o tradizione apostolica?", Edizioni San Paolo, 2007

Es interesante advertir que ambos autores, al igual que el comboniano Moretto, son misioneros: el padre Cochini, jesuita, en China y en Japón, y el padre Bonivento, del Pontificio Instituto de las Misiones Extranjeras, en Papua-Nueva Guinea, donde es obispo de Vanimo desde 1992.

Una amplia síntesis de la reconstrucción histórica del padre Cochini, escrita por él mismo, puede ser leída aquí en francés:

> Aux origines de la discipline du célibat sacerdotal

Volviendo al padre Moretto, en esta intervención suya él cita las conferencias pronunciadas el pasado mes de febrero en la Pontificia Universidad Gregoriana por los cardenales Marc Ouellet y Pietro Parolin:

> ¿Sacerdotes casados? En la Gregoriana votan en contra

> Il cardinale Parolin sui preti sposati: discutiamone, ma senza fretta

Pero no deja de señalar que el segundo de los dos, el cardenal Parolin, en su "también hermosa" intervención "no hizo ninguna mención a la obligación para ellos de la continencia".

Y comenta:

"Me viene la duda que algún cardenal y obispo no esté al corriente de esta realidad histórica".

El padre Moretto recuerda haber enviado su libro, con una carta, al papa Francisco. Pero sin recibir su respuesta.

__________

 

"Rompo una lanza a favor de los sacerdotes casados. A condición de que..."

por Vittorio Moretto


Hoy, cuando se habla de sacerdotes casados, se da por descontado que pueden seguir viviendo una vida matrimonial normal como "more uxorio" [marido y esposa]. Sólo fugazmente se menciona un hecho histórico bien documentado y determinante, a saber, que la Iglesia latina -en fidelidad a la tradición apostólica- ha insistido siempre en el hecho que los sacerdotes casados deberían vivir en estado de continencia.

Es cierto que muchos de ellos no vivían en estado de continencia, lo cual explica también el por qué de tanta insistencia de los Papas y de los Concilios sobre el tema. Tan firme era esta posición de la Iglesia que si un sacerdote casado enviudaba no podía contraer nuevas nupcias, y si lo hacía era removido del servicio sacerdotal.

Un tenue residuo de esta praxis se encuentra también hoy en lo que dispuso Pablo VI al restablecer la ordenación diaconal de hombres casados: si enviudan, no pueden volver a casarse.

Esta fue siempre la praxis de la Iglesia latina, compartida también por la Iglesia de Oriente hasta el siglo VII, cuando ésta última, con el Concilio "en Trullo" en el 691 d. C., permitió que los sacerdotes casados vivieran "more uxorio", excepto cuando debían celebrar los sacramentos.

No soy un especialista en la materia. Pero durante mi ya larga vida sacerdotal y misionera en Europa, en África y aquí en México, he estado en contacto con grupos y personas de las más diversas pertenencias, y para gran sorpresa mía me he dado cuenta que hay una difundida ignorancia en la materia, también entre religiosos y religiosas, sacerdotes, seminaristas y catequistas.

Esto me impulsó a estudiar el tema. Me hice traer desde Francia el libro del jesuita Christian Cochini "Les origines apostoliques du célibat sacerdotal", reeditado por Ad Solem en el 2006, elogiado y recomendado por otros dos grandes jesuitas, Jean Daniélou y Henri de Lubac. Lo he estudiado página por página, lo comparé y enriquecí con otras fuentes, por ejemplo, el libro de Cesare Benevento "Il celibato sacerdotale", San Paolo, 2007, o el del historiador franco-mexicano Jean Meyer – "Celibato sacerdotal", Tusquets Editores, 2009 –, ex autor de un estudio hasta ahora insuperado sobre la "Cristiada", la insurrección católica en México, durante la primera mitad del siglo XX.

Y así, casi espontáneamente, ha salido a la venta también un libro de mi autoría, rico en referencias bibliográficas, pero redactado con la intención que se difunda. Luego de haber sido publicado aquí en México en el 2012, fue traducido y publicado también en italiano por Elledici y Velar, en junio del 2014, con el título"Il celibato dei preti. Una sfida sempre aperta" [El celibato de los sacerdotes. Un desafío siempre abierto].

*

En la Iglesia del primer milenio el punto central es la continencia. En otras palabras: tú puedes ser ordenado sacerdote, ya sea célibe o casado, pero en ambos casos se te pide que te abstengas de las relaciones sexuales.

Por eso, me quedé muy satisfecho cuando el cardenal José Saraiva Martins, al centrarse plenamente en un aspecto importante de mi libro, escribió en su presentación:

“El autor quiere desenmascarar la ambigüedad de la opinión moderna, según la cual los casados, una vez ordenados presbíteros, podrían continuar viviendo la vida conyugal 'more uxorio'. Él defiende exactamente lo contrario, al afirmar que la 'mens' y la 'praxis' de la Iglesia del primer milenio no eran éstas. Incluso los casados deberían vivir en total continencia. Éste es el punto crucial. Me pregunto solamente si algún día la Iglesia católica tendrá también la valentía de pedir la continencia a los ordenados casados, tanto presbíteros como diáconos”.

En junio del 2014 yo envíe también al papa Francisco una copia del libro, acompañada por una carta personal en la que escribí:

“Un aspecto, entre otros, que más me ha golpeado en la investigación se refiere no tanto a la praxis de la Iglesia del primer milenio, que admitía normalmente los casados al sacerdocio, sino al hecho que la Iglesia les pedía a ellos la continencia. Era algo que no me imaginaba. Pensaba, como casi todos hoy, que los casados, ordenados sacerdotes o diáconos, seguían su vida matrimonial 'more uxorio'. Pero no: la Iglesia no permitía esto, al punto que si no vivían en continencia los removía del ministerio. Lo mismo exigía de los diáconos (estoy pensando en los miles de diáconos que actualmente ejercen en la Iglesia católica: ¿a cuántos de ellos se le propuso – no digo se les reclamó – la continencia?). Es verdad que muchas veces, en todas las latitudes y tiempos, muchos ordenados -sacerdotes y diáconos- no han vivido según esta voluntad de la Iglesia. Pero en estas situaciones irregulares, muy difundidas, la Iglesia no respondió con la solución más simple y fácil, es decir, aceptando el dato de hecho, asumiéndolo como norma de vida. Al contrario: reaccionó siempre reproponiendo la continencia, reafirmando su convicción que se trataba de una exigencia heredada de la edad apostólica”.

No creo que el papa Francisco haya podido leer el libro, porque me llegó recientemente una breve y genérica carta de respuesta, por otra parte en fotocopia, pienso que de uno de sus secretarios.

Pero cultivo una gran esperanza: que las personas cercanas al Papa, entre ellas en especial los cardenales Pietro Parolin, secretario de Estado, y Beniamino Stella, prefecto de la Congregación para el Clero, u otras a las que él se dirige para recibir opiniones, estén bien informadas acerca de la historia y las motivaciones de la continencia de los sacerdotes, sean ellos casados o célibes.

Sé bien que el celibato no es un dogma, como tampoco lo es la continencia para los sacerdotes casados, pero creo que cada uno de nosotros, personas comunes del pueblo de Dios, puede aportar su propio “grano de arena” – como decimos aquí en México – para que quien tiene las más altas responsabilidades en la Iglesia pueda llegar a un discernimiento hecho con conocimiento de causa.

Por ejemplo, he visto que el cardenal Marc Ouellet, en su intervención en el congreso de la Gregoriana en el pasado mes de febrero, afirmó correctamente:

“Cuando el concilio de Elvira en España en el año 306 dispuso que los sacerdotes tenían la obligación de vivir la continencia perfecta, es necesario comprender que esta exigencia de la Iglesia de los primeros siglos incluía tanto el celibato y la prohibición de volver a casarse, como la continencia perfecta para los que ya estaban casados".

Pero no encontré huellas de esto en la también hermosa intervención del cardenal Parolin en el mismo congreso, quien al subrayar la importancia de mantenerse abiertos a la discusión sobre los sacerdotes casados, no hizo ninguna mención a la obligación para ellos de la continencia. Me viene la duda que algún cardenal y obispo no esté al corriente de esta realidad histórica.

*

Naturalmente, se puede decir que no es necesario dar demasiada importancia a este “naufragio” de la historia, dado que hoy hay cosas más importantes y urgentes, como la de justamente asegurar los sacramentos a personas y comunidades privadas de sacerdotes. También se puede decir que en la condición matrimonial no tendría sentido abstenerse de las relaciones sexuales con el pretexto de la ordenación sacerdotal efectuada, al ser también el matrimonio un sacramento. O también que en la Iglesia Católica ya existen sacerdotes casados que viven maritalmente con sus esposas y ejercen legítimamente el sacerdocio, en comunidades de rito oriental o anglicano, diferente del rito latino.

Esto es exacto. Pero el que lo dice así olvida algunas cosas.

La primera es que el gran debate hoy es precisamente sobre la praxis de la Iglesia “latina”, con la esperanza que también ella decida finalmente comportarse en esto como las otras comunidades.

La segunda es que en la Iglesia latina ningún hombre casado está obligado a ser ordenado sacerdote. En consecuencia, si acepta libremente el servicio ministerial, debería aceptar libremente también la continencia.

La tercera es que también en la vida matrimonial sucede a veces que se llega a una situación tal de vida por la cual no es posible mantener relaciones sexuales, y no obstante esto el matrimonio no se empequeñece, por el contrario, puede adquirir más fuerza gracias al mayor grado de entrega que exige.

La cuarta, en continuidad con cuanto se dijo anteriormente, es que un hombre casado que es ordenado sacerdote está “llamado” a expresar el amor conyugal en una forma libre de expresiones sexuales, para que se identifique lo más posible con Cristo en cuanto cabeza de la Iglesia. En efecto, el sacerdote actúa "in persona Christi". Y en el sacerdocio este amor conyugal continente no sólo es deseable o impuesto, sino que es también posible, como lo confirma la existencia al día de hoy de cónyuges – y conozco algunos – que viven como hermano y hermana, aun cuando el marido no sea sacerdote.

Me parece importante recordar esto en el contexto actual, en el cual es muy común la objeción: si están casados, no se comprende por qué debería renunciar a la intimidad sexual. La renuncia se comprende sólo dentro de un amor incondicionado al Señor Jesús, que con la llamada da también la gracia de vivirlo. Me pregunto: ¿creemos quizás que está disminuida la capacidad de Dios de atraer hacia sí a los hombres de nuestro tiempo? ¿No puede haber también hoy personas profundamente disponibles para dedicar a Dios lo máximo de sí, no el mínimo? ¿Puede la Iglesia permitirse proponer el Evangelio “a la baja” y no en toda su belleza y riqueza? En cuanto a la sexualidad, no creo que en la comunidad de Corinto las condiciones fuesen mejores que las nuestras actuales. También Pablo VI elogia la virginidad e invita a otros a seguir su ejemplo de hombre no casado.

Para terminar, querría dar un testimonio personal. Al encontrar a algún diácono casado, le hablo de la tradición de la Iglesia primitiva sobre la continencia y le regalo mi libro. A veces sucede que luego alguno de ellos se vuelve a presentar y me confiesa que no pensaba que fuese tan importante el valor de la continencia y que ahora se está comprometiendo a vivirla con su esposa y, más aún, se siente motivado a promoverla con otros diáconos que son sus amigos.

Experimentan que el don y la exigencia de la continencia contienen una fuerza interior que motiva a las personas y es garantía de fecundidad apostólica. Se trata simplemente de la experiencia del misterio pascual.

*

"Post Scriptum". Ho leído también que se ventila la idea de readmitir en el servicio sacerdotal a algunos de esos sacerdotes que, después de haber dejado el ministerio, se han casado y viven ahora una vida cristiana ejemplar.

Sobre este aspecto hay otro dato histórico que se debería tener presente: si alguien era ordenado siendo célibe, no podía casarse y si lo hacía era removido.

Curiosamente, ésta es todavía hoy la praxis vigente también en la Iglesia Ortodoxa, justamente la que permite a los sacerdotes casados vivir "more uxorio".(CHIESA)