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Rotundo alegato de Francisco en pro de los aborigenes
16 - 02 - 2016 - IGLESIA - América

La Misa de Francisco en San Cristóbal de las Casas, entre las comunidades autóctonas: «sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad» porque sus valores y su cultura han sido considerados «inferiores», mientras que el poder, el dinero y las leyes del mercado los han «despojado» de sus tierras o «han realizado acciones que las contaminaban»; después la oración en la tumba de Samuel Ruiz

«¡Perdón! ¡El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita!». Es el grito con el que Francisco invitó a hacer un examen de conciencia sobre la manera en la que han sido tratadas las poblaciones indígenas, pueblos «incomprendidos y excluidos de la sociedad», porque sus tradiciones han sido consideradas «inferiores», mientras que el poder, el dinero y las leyes del mercado los han «despojado» de sus tierras o «han realizado acciones que las contaminaban». El Papa celebró la Misa en San Cristóbal de las Casas, en el Centro Deportivo Municipal que puede acoger a cien mil personas. Algunos grupos de personas llegaron desde el vecino país de Guatemala.

Las poblaciones indígenas viven en extrema pobreza, la mayor parte de ellas no tiene acceso al agua potable y sus tierras han sido confiscadas por parte de caciques y autoridades tanto estatales como federales. Los indígenas que viven en los centros urbanos son víctima de discriminación y racismo, logran con muchos esfuerzos encontrar trabajos dignos y a menudo no tienen acceso a servicios sanitarios. Sus tradiciones y culturas no son reconocidas, sus lenguas no son estudiadas en ninguna escuela estala.

En noviembre de 1983 nació el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), pero su insurgencia fue el primero de enero de 1994, día de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), entre México, Estados Unidos y Canadá. Siete municipios del estado de Chiapas fueron ocupados durante una noche y en la mayor parte de ellos no se disparó ni una sola bala. Sin embargo, en algunos centros urbanos hubo enfrentamientos. Entre los centros asediados estaba San Cristóbal de las Casas, desde donde el «Subcomandante» Marcos (o Galeano, como se hace llamar ahora), leyó una primera declaración en la que reivindicaba los derechos de las poblaciones indígenas. Después de un día, el EZLN se retiró de los centros ocupados, pero obtuvo una enorme victoria política y una visibilidad a nivel internacional que impidió reprimendas (más) violentas por parte del ejército federal.

Durante la homilía pronunciada hoy, Francisco repitió en lengua indígena «Li smantal Kajvaltike toj lek», «La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma», las palabras del Salmo que fue leído durante la celebración. Y recordó que el pueblo de Israel recibió de Dios una ley que lo habría ayudado «a vivir en la libertad a la que habían sido llamados». Los israelíes vivieron «la esclavitud y el despotismo del Faraón, que había experimentado el sufrimiento y el maltrato hasta que Dios dice basta, hasta que Dios dice: ¡No más! He visto la aflicción, he oído el clamor, he conocido su angustia».

Después el Papa citó el libro del «Popol Vuh»: «‘El alba sobrevino sobre todas las tribus juntas. La faz de la tierra fue enseguida saneada por el sol’. El alba sobrevino para los pueblos que una y otra vez han caminado en las distintas tinieblas de la historia. En esta expresión, hay un anhelo de vivir en libertad, hay un anhelo que tiene sabor a tierra prometida donde la opresión, el maltrato y la degradación no sean la moneda corriente. En el corazón del hombre y en la memoria de muchos de nuestros pueblos está inscrito el anhelo de una tierra, de un tiempo donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz».

Francisco afirmó que «de muchas formas y maneras se ha querido silenciar y callar ese anhelo, de muchas maneras han intentado anestesiarnos el alma, de muchas formas han pretendido aletargar y adormecer la vida de nuestros niños y jóvenes con la insinuación de que nada puede cambiar o de que son sueños imposibles». Frente a estas formas, explicó el Papa, «la Creación también sabe levantar su voz»; «‘esta hermana’», la tierra, «‘clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes’».

Según Bergoglio, «no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia. En esto ustedes tienen mucho que enseñarnos. Sus pueblos, como han reconocido los obispos de América Latina, saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como ‘fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano’».

Sin embargo, estas tradiciones y estas culturas aquí han sido canceladas. «Muchas veces, de modo sistemático y estructural —continuó Francisco—, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban».

«¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos —exclamó Bergoglio— hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón! El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita». Y después se refirió a los jóvenes, «expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas y características culturales en pos de un mundo homogéneo, ¡necesitan que no se pierda la sabiduría de sus ancianos! El mundo de hoy, preso del pragmatismo, ¡necesita reaprender el valor de la gratuidad!».

Después de la Misa, Francisco fue a almorzar con un grupo de ocho indígenas en el Episcopado de San Cristóbal de las Casas. Cocinó para todos los presentes la hermana del obispo diocesano mons. Arizmendi.; el menú fue sencillo y típicamente chiapaneco: arroz, pollo con hongos, frijoles y tortillas.

Al concluir, el Papa se dirigió a la Catedral de la ciudad para rezar en la tumba de monseñor Samuel Ruiz, quien falleció en 2011 y guió la diócesis chiapaneca durante 40 años; fue uno de los primeros en reconocer e impulsar el calor y el aporte de los grupos indígenas para el catolicismo contemporáneo post-conciliar; también fue uno de los protagonistas en el proceso de pacificación y diálogo después de la insurgencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994. Acompañado por mons. Raúl Vera (que fue obispo coadjutor de Samuel Ruiz y ahora es obispo de la diócesis de Saltillo, en el norte del país), Francisco permaneció largos instantes en silencio y rezando ante la tumba que se encuentra en una de las capillas de la Catedral.

A su llegada fue recibido por un grupo de fieles entusiastas que entonaban cantos, himnos y porras. Al llegar al altar, después de saludar y bendecir a los presentes detenidamente, Francisco dijo: «Todos juntos, vamos a rezar por nuestros enfermos. Ellos están llevando un pedazo de la cruz de Jesús, están ayudando a Jesús a llevar la cruz, y vamos a ayuda para que Jesús les dé fuerza, los consuele, y vamos a rezar a la Virgen, a nuestra Madre, para que los cuide y les dé mucha paz en el corazón». Después de rezar un Ave María pidió: «Y recen por mí también, ¿eh?». «¡No están muy convencidos!», bromeó.(ANDREA TORNIELLI-VATICAN INSIDER)