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Francisco causa inquietud entre ortodoxos
08 - 11 - 2013 - CULTURA - PolĂ­tica

La agendada visita del Presidente ruso al Vaticano ha generado expectativas porque debido a la alianza del mandatario con la Iglesia de su país los pasos en positivo que se den  irán alfombrando el camino para el encuentro del Patriarca de Moscù y el Papa.

La de finales de noviembre será la cuarta ocasión en la que Vladimir Putin visite el Vaticano desde el año 2000. Pero la cita con Francisco (que todavía no ha sido confirmada oficialmente por Moscú, que se limitó a aludir a ciertos “acuerdos pendientes”) ya ha despertado un enorme interés y curiosidad. La relación con la Santa Sede continúa tensa desde hace 20 años y tal vez Moscú espera que un Pontífice innovador como Bergoglio (que, al provenir del Nuevo Mundo, parecería más alejado de los rencores de la Guerra Fría) pueda ser el hombre que lleve a un cauto cambio.


Esta esperanza se puede interpretar entre las líneas del mensaje de felicitaciones que envió el Patriarca de todas las Rusias Kirill al nuevo Papa, quien enfatizó los “desafíos que tienen en común” los católicos y los ortodoxos. Apenas hace pocos días incluso cantó en el Vaticano el coro del Sínodo: un pequeño gesto que, en la delicada diplomacia entre ambas Iglesias, no hay que dejar pasar inadvertido.
 

Las tensiones volvieron a surgir a principios de la década de los 90, cuando la Iglesia ortodoxa recurrió a la antigua hostilidad con sus acusaciones de proselitismo en contra del Vaticano, a pesar de la reducida presencia de los católicos. Mientras Wojtyla soñaba con una visita a Rusia, en Moscú se aprobaban leyes que excluían a los católicos de las confesiones “históricas” (la ortodoxia, el budismo, el judaísmo y el islam), con todo y sus consecuentes dificultades legales y burocráticas. La institución de cuatro nuevas diócesis provocó la ruptura, que culminó con la expulsión de muchos sacerdotes católicos del país y con una reducción casi absoluta del diálogo.

La figura de Juan Pablo II, polaco y anti-comunista, no ayudaba para suavizar las tensiones, entre los secretos de Fátima (que los ortodoxos consideraban prueba de un plan de conversión forzada) y los sacerdotes polacos a los que Wojtyla encomendó el trabajo apostólico en Rusia. Con Ratzinger y su retórica conservadora, el Patriarcado pudo respirar aliviado, pero con Papa Francisco (que desde los primeros días de su Pontificado rezó por Kirill, el día de San Cirilo) es con quien se espera un cambio de dirección. El Patriarca alaba el compromiso social de Bergoglio, subrayando su origen argentino e invocando un compromiso común en la defensa de los valores tradicionales frente al “liberalismo agresivo”.


Putin tendrá que afrontar una situación delicada. Entablar amistad con el Papa “tercermundista” podría ser útil en las polémicas entre el Kremlin los Estados Unidos y la Unión Europea. Pero el presidente ya suscribió una alianza férrea con el Patriarcado: su imagen entre íconos, monasterios y leyes en contra de los homosexuales es la de un paladín de la fe, por lo que los tradicionalistas podrían no apreciar un excesivo “feeling” con el Pontífice. Francisco, mientras tanto, ha adquirido una cierta popularidad mediática entre los rusos, que comparan su austeridad con los lujos del clero ortodoxo (memorable el derrapón del carísimo reloj de Kirill, que fue cancelado de las fotos que publicó el sitio del Patriarcado con una torpe “photoshopeada”).