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El Papa «bendice» el acuerdo sobre Siria
20 - 12 - 2015 - PAPADOS - Francisco

Durante el Ángelus, el Pontífice no olvidó a la «amada Siria» y expresó «mucho aprecio» por el acuerdo que acaba de alcanzar la Comunidad Internacional. Llamados por Libia, Costa Rica y Nicaragua. A los chicos que estaban en la Plaza San Pedro con sus Niños Dios para que los bendijera: «Cuando recen frente a su pesebre, acuérdense también de mí»

Papa Francisco «bendice» la resolución de la ONU y el acuerdo para la paz en Siria. «También hoy dirijo un pensamiento a la amada Siria, expresando mucho aprecio por el acuerdo apenas alcanzado por la Comunidad internacional —dijo Bergoglio. Aliento a todos a continuar con generoso impulso el camino hacia el cese de las violencias y hacia una solución negociada que conduzca a la paz. De igual manera pienso en la cercana Libia, donde el reciente compromiso asumido entre las Partes para un Gobierno de unidad nacional invita a la esperanza para el futuro. Asimismo deseo sostener el compromiso de colaboración al que han sido llamados Costa Rica y Nicaragua. Auspicio que un renovado espíritu de fraternidad refuerce ulteriormente el diálogo y la cooperación recíproca, como también entre todos los Países de la Región».

Antes de recitar la oración mariana del Ángelus, el Pontífice reflexionó sobre el episodio del Evangelio que narra el encuentro entre María y su prima Isabel. Después del saludo de María a Isabel, explicó Francisco, esta última se siente envuelta por un gran estupor, que resuena en sus palabras: «¿A qué debo que la madre de mi Señor venga a verme?».

Es por ello que, para celebrar la Navidad proficuamente, aclaró Bergoglio, «estamos llamados a detenernos sobre los ‘lugares’ del estupor». El primero de estos lugares, indicó el Papa, «es el otro, en el que debemos reconocer a un hermano, porque desde el nacimiento de Jesús, cada rostro lleva impresas las semblanzas del Hijo de Dios. Sobre todo cuando es el rostro del pobre, porque Dios entró en el mundo siendo pobre y permitió que fueran los pobres los primeros que se acercaron a Él».

Otro lugar en el que sentimos estupor, prosiguió Francisco, si tenemos una mirada de fe, «es la historia. Muchas veces creemos verla por el lado correcto, y, por el contrario, corremos el riesgo de leerla al revés. Sucede cuando nos parece determinada por la economía de mercado, regulada por la finanza y las especulaciones, y dominada por los poderosos de turno. El Dios de la Navidad es, por el contrario, un Dios que ‘desordena los papeles’; como canta María en el Magnificat, es el Señor que hace caer a los potentes de los tronos y eleva a los últimos, llena de bienes a los hambrientos y despide a los ricos con las manos vacías».

El tercer lugar del estupor es la Iglesia. Verla con «el estupor de la fe significa no limitarse a considerarla solo como una institución religiosa, sino sentirla como Madre que, incluso con manchas y arrugas, deja traslucir los lineamientos de la Esposa amada y purificada por Cristo Señor. Una Iglesia que sabe reconocer los muchos signos de amor fiel que Dios continuamente le envía. Una Iglesia para la cual el Señor Jesús no será nunca una posesión que debe ser defendida con celo, sino siempre Aquel que viene a su encuentro y que ella sabe esperar con confianza y alegría, dando voz a la esperanza del mundo: ‘¡Ven, Señor Jesús!’».

«En Navidad —concluyó— Dios se nos da todo sí mismo dando a su Hijo, el Único que es toda su alegría. Y solo con el corazón de María, la humilde y pobre hija de Sión, que se convirtió en Madre del Hijo del Altísimo, es posible exultar y alegrarse por el gran don de Dios y por su imprevisible sorpresa. Que Ella nos ayude a percibir el estupor por al nacimiento de Jesús, el don de dones, el regalo inmerecido que nos lleva a la Salvación».

Francisco no quiso olvidar «a las queridas poblaciones de la India, afectadas recientemente por una grave inundación. Recemos por estos hermanos y hermanas que sufren a causa de tal calamidad, y encomendemos las almas de los difuntos a la misericordia de Dios».

Después, el Papa saludó a todos los niños de Roma que estuvieron presentes para la tradicional Bendición de los Niños Dios, organizada por el Centro de oratorios romanos. Las estatuidas estarán en los pesebres de sus casas, escuelas y parroquias. «Queridos peregrinos provenientes de varios países para participar en este encuentro de oración. Hoy el primer saludo está dedicado a los niños de Roma, venidos para la tradicional bendición de los “Niñitos”, organizada por el Centro de Oratorios Romanos. Estos niños si que saben hacer bulla, ¿eh? Queridos niños escuchen bien, cuando recen delante de sus pesebres, acuérdense también de mí, como yo me acuerdo de ustedes. Les agradezco, y ¡feliz Navidad! Que sea una Navidad llena de esperanza y del estupor que nos da Jesús, lleno de amor y paz».