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Santo Padre: abundancia de noticias no es suficiente
19 - 12 - 2015 - PAPADOS - Francisco

En el mensaje de la paz, Francisco habla del "exceso de información que anestesia las conciencias" y plantea serias preguntas al mundo de la información. Los temas también fueron afrontados en la «Laudado si'». El Papa identificó tres tipos de indiferencia: la de los que se informan pero no se abren al prójimo ni a sus necesidades, la de los que ven hacia otra parte para no escuchar el grito de los pobres y, para concluir, la indiferencia de los potentes

El tema fundamental del mensaje para Jornada Mundial de la Paz de este año es el de una indiferencia que se ha convertido en un principio que regula al mundo globalizado, anestesia colectiva capaz de hacer soportar cualquier tipo de injusticia y exclusión. Romper esta situación, abrir las puertas a la misericordia, actuar por la paz y la solidaridad, son los objetivos principales del mensaje. Pero entre otros aspectos importantes afrontados en el texto, hay uno en particular que relaciona la indiferencia con la información, la pasividad frente a los eventos dramáticos que suceden en el mundo y un exceso de noticias. En substancia, explicó el Pontífice, no hay ningún automatismo entre un consumo mediatice excesivo de noticias trágicas de cualquier parte del mundo y la atención por el prójimo. La información requiere una conciencia capaz de abrirse a nuestros semejantes para asumir un valor positivo.

A rasgos generales, en el mensaje para la Jornada Mundial de la paz el Papa identifica tres tipos de indiferencia: la que podríamos llamar mediática, una indiferencia que es, por el contrario, sordera al grito de la humanidad y una tercera que es la indiferencia politica e institucional.

« La indiferencia ante el prójimo asume diferentes formas -explicó el Pontífice. Hay quien está bien informado, escucha la radio, lee los periódicos o ve programas de televisión, pero lo hace de manera frívola, casi por mera costumbre: estas personas conocen vagamente los dramas que afligen a la humanidad pero no se sienten comprometidas, no viven la compasión». Y Papa Francisco observó al respecto: «esta es la actitud de quien sabe, pero tiene la mirada, la mente y la acción dirigida hacia sí mismo. Desgraciadamente, debemos constatar que el aumento de las informaciones, propias de nuestro tiempo, no significa de por sí un aumento de atención a los problemas, si no va acompañado por una apertura de las conciencias en sentido solidario. Más aún, esto puede comportar una cierta saturación que anestesia y, en cierta medida, relativiza la gravedad de los problemas».

Por lo demás, ya desde su encíclica «Laudado si'» el Papa había subrayado que «las dinámicas de los medios del mundo digital que, cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad». «Los grandes sabios del pasado -añadió-, en este contexto, correrían el riesgo de apagar su sabiduría en medio del ruido dispersivo de la información. Esto nos exige un esfuerzo para que esos medios se traduzcan en un nuevo desarrollo cultural de la humanidad y no en un deterioro de su riqueza más profunda». Además, nuevamente en la encíclica, el Papa identificaba un peligro relacionado con el mundo de los medios de comunicación: «Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos». Por otra parte, Francisco en el mismo texto indicó también la importancia decisiva de la información para delinear el alcance de los cambios climáticos en curso y las consecuentes decisiones que deberían ser tomadas frente a ellos.

De esta manera, el Papa ha afrontado algunos problemas clave relacionados con el funcionamiento de la «aldea global» de nuestra época. La sociedad hiperinformada (o aparentemente hiperinformada) no produce cambios forzosamente, sino que corre el peligro de dar vida a costumbres de pasividad con respecto a los dramas contemporáneos, y esto se da porque la conciencia solidaria permanece cerrada, no encuentra un canal de comunicación con ese mundo que vemos desde un telediario. Por otra parte, afirmó el Papa, existe también una forma de indiferencia que podría ser llamada tradicional, un ver hacia otra parte para no ver: en otros casos, la indiferencia se manifiesta «como falta de atención ante la realidad circunstante, especialmente la más lejana. Algunas personas prefieren no buscar, no informarse y viven su bienestar y su comodidad indiferentes al grito de dolor de la humanidad que sufre. Casi sin darnos cuenta, nos hemos convertido en incapaces de sentir compasión por los otros, por sus dramas; no nos interesa preocuparnos de ellos, como si aquello que les acontece fuera una responsabilidad que nos es ajena, que no nos compete».

En este sentido, y a partir de esta visión, el Papa ofrece uno de los motivos más simples y autorizados para comprender el significado de su reciente encíclica «Laudado si'», cuy valor radica justamente en la voluntad de romper el muro de la indiferencia frente al cuidado del medio ambiente, de la Creación: «Al vivir en una casa común, no podemos dejar de interrogarnos sobre su estado de salud, como he intentado hacer en la 'Laudato si'. La contaminación de las aguas y del aire, la explotación indiscriminada de los bosques, la destrucción del ambiente, son a menudo fruto de la indiferencia del hombre respecto a los demás, porque todo está relacionado».

Hay, para concluir, un tercer tipo de indiferencia, que afecta al «nivel institucional»; se trata de una forma de indiferencia «respecto al otro, a su dignidad, a sus derechos fundamentales y a su libertad, unida a una cultura orientada a la ganancia y al hedonismo, favorece, y a veces justifica, actuaciones y políticas que terminan por constituir amenazas a la paz». Esta actitud, indicó Francisco, «puede llegar también a justificar algunas políticas económicas deplorables, premonitoras de injusticias, divisiones y violencias, con vistas a conseguir el bienestar propio o el de la nación». En estos casos, subrayó el Pontífice, la indiferencia tiene el objetivo de promover proyectos económicos o políticos con el objetivo de mantener el poder en manos de pocos; es, pues, una especie de indiferencia inducida desde arriba, adrede, capaz de dirigir decisiones políticas bien precisas.(FRANCESCO PELOSO-VATICAN INSIDER)