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Droga, alcohol y poca religión entre los terroristas de París
20 - 11 - 2015 - INTERRELIGIOSO - Musulmanes

Los hermanos Brahim y Salah Abdeslam, uno inmolado y el otro prófugo, parecían jóvenes normales que tenían un bar. Según los testigos, fumaban marihuana y hachís, y no iban a la mezquita.

Sobre la puerta una sentencia: cierre “por consumo de sustancias alucinógenas prohibidas”. En su bar “Les Béguines”, en Molenbeek, los hermanos Brahim y Salah Abdeslam “bebían Jupiler”, cerveza popular belga, lejos de las reglas salafistas, sin despertar una atención particular de la policía.

Pero los efluvios de marihuana terminaron por llamar la atención de la policía: en agosto, cuando se presenta en el bar, en la planta baja de un pequeño edificio de ladrillos rojos, descubre “numerosos ceniceros, algunos con porros parcialmente consumidos”, según el acta administrativa del cierre, sellada en la puerta el 5 de noviembre.

Desde entonces, los vecinos no escucharon hablar más de ellos. Hasta el sábado por la tarde, al día siguiente de los ataques de París en los que Brahim, de 31 años, dueño del bar, se hizo estallar en el Boulevard Voltaire. En cuanto a Salah, de 26 años, sospechoso de ser miembro de uno de los comandos, se encuentra en fuga.

Youssef, de unos treinta años, vestido con ropa deportiva blanca y una gorra calada al revés, mira el frente del bar. “Son amigos”, dice. “Grandes bebedores, grandes fumadores, pero no radicalistas”, agrega. “Allá, mucha gente fumaba droga, demasiada”, añade Abdel, de 34 años, que frecuenta el lugar desde la adolescencia. “Con el patrón anterior, el ambiente era más festivo, podíamos jugar con la Playstation”, recuerda. “Por supuesto, ya había hachís, como en muchos bares de aquí, pero era más discreto. Con Brahim, apenas entrabas y ya trataba de venderte algo”, dice. Al parecer los negocios se impusieron por sobre las convicciones religiosas.

“Los viernes se quedaba para fumar en la terraza. Nunca lo vi en la mezquita”, señala Karim, de 27 años, que vive encima del bar.

“No eran ni practicantes ni devotos. No tenían una barba prominente, iban de vaquero y zapatillas y tomaban su Jupiler como todo el mundo”, ríe Jamal, educador y amigo de los hermanos Abdeslam. “Vivían como todos los jóvenes: les gustaba el fútbol, ir a la discoteca, volvían con chicas...”, recuerda.

El más joven, Salah, tenía por costumbre comprar “perfume y bastones de Siwak” –para su higiene bucal– en el bazar de la plaza de la alcaldía, a dos pasos de aquí. “Era muy coqueto, le gustaba cuidar su apariencia”, asegura Pharred, el admnistrador del bazar.

¿Cuándo estos jóvenes se convirtieron en yihadistas? “Malas frecuentaciones en un mal momento”, explica Jamal. A principios de 2011, Salah Abdeslam fue despedido de su trabajo como técnico en la Stib, la compañía de transporte público de la región de Bruselas, “por ausencia prolongada sin justificación”.
Su ausencia tenía una explicación: unos meses antes, en 2010, había sido encarcelado en un caso de robo, hecho en el que también se cita a Abdelhamid Abaaoud, el jefe de los atentados de París, también originario de Molenbeek, abatido en una redada el miércoles en su refugio de Saint Denis, al norte de la capital francesa.

Detrás de las rejas “se puede pensar que Abaaoud le enseñó la teología de la ‘disimulación’ para engañar a los servicios de seguridad”, analiza Mathieu Guidère, experto francés de terrorismo.

Según esta táctica “desarrollada desde hace un año en manuales” elaborados en los bastiones del grupo terrorista ISIS como Mosul o Raqqa, un aspirante a mártir “puede consumir hachís o blasfemar” para engañar la vigilancia de las autoridades, explica Guidère.

En enero de 2015, Brahim Abdeslam intenta llegar a Siria, pero es interceptado en la frontera turca. A su regreso, la policía belga lo interroga, junto a su hermano menor Salah. Ya radicalizados, los dos hermanos vuelven a mostrarse como meros pequeños delincuentes y son liberados.

“Sabíamos que se habían radicalizado y que podrían intentar viajar a Siria”, pero “no dieron signos de representar una posible amenaza. Aunque lo hubiésemos señalado a Francia, dudo que hubiésemos podido detenerlos”, dijo el miércoles el portavoz de la fiscalí federal belga. Salah era “un joven normal”, aseguró otro hermano de Abdeslam, Mohamed.

Mohamed fue detenido el sábado en Molenbeek, pero el juez lo liberó sin cargos después de interrogarlo. El miércoles por la noche, en una manifestación en solidaridad a las víctimas de los atentados organizada en Molenbeek, Mohamed colocó discretamente una velas en su residencia familiar.


(Fuente: Valoresreligiosos)