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Todo el esfuerzo de ser primado de Italia
18 - 11 - 2015 - PAPADOS - Francisco

Una crítica cortante del discurso con el que el Papa Francisco ha dictado la dirección de marcha a la Iglesia italiana, haciendo un llamamiento al "pueblo" en contra de los obispos. Su autor: el profesor Pietro De Marco. A nosotros de manos de Sandro Magister. 

Era previsible que el discurso dirigido por el Papa Francisco al estado mayor de la Iglesia italiana, reunida en Florencia el pasado 10 de noviembre, encendiera un vivo debate:

> "Queridos hermanos y hermanas…"

De hecho, estas reuniones, en el pasado, han marcado la historia de la Iglesia italiana, de la cual el obispo de Roma es el primado; tienen lugar cada diez años y siempre han determinado el camino sucesivo.

Fue memorable, en particular, la reunión de 1985 en Loreto, en la cual Juan Pablo II cambió definitivamente la ruta de la Iglesia italiana de la época, imponiendo su presencia activa en la escena pública, como "fuerza de arrastre", sustituyendo también a quien la guiaba en ese momento.

Al liderazgo intelectual ejercido por el cardenal Carlo Maria Martini y el teólogo Bruno Forte, que fue quien pronunció la relación de apertura, le sucedió el largo periodo que tuvo como guía a Camillo Ruini, primero como secretario y después como presidente de la conferencia episcopal italiana, en plena sintonía con Juan Pablo II y con su sucesor, Benedicto XVI.

Pero la historia tiene sus idas y venidas. Hoy Ruini ha salido de escena y Bruno Forte es arzobispo y ha sido promovido a un papel mundial como secretario especial del doble sínodo sobre la familia. Y el cardenal Martini ha encontrado en su hermano jesuita Jorge Mario Bergoglio al Papa que recoge su legado:

> Martini Papa. El sueño convertido en realidad (15.10.2013)

Efectivamente, con el discurso de Florencia, el Papa Francisco ha dictado a la Iglesia italiana la nueva dirección de marcha, que en buena medida es la misma que Juan Pablo había interrumpido en Loreto, hace justo treinta años.

Es un cambio de dirección que se apoya también en una serie de nombramientos dirigidos, en las sedes episcopales más relevantes:

> La verdadera revolución de Francisco se realiza a golpe de nombramientos (14.11.2015)

En Florencia, el discurso del Papa Bergoglio ha sido interrumpido frecuentemente con aplausos, que eran estrepitosos cuando el papa más insistía en favor del "pueblo" y en contra de los obispos.

Lo que sigue es un análisis crítico del discurso papal -y de este pontificado- hecho por un católico florentino de gran experiencia eclesial, muy competente en teología e historia de la Iglesia: Pietro De Marco, profesor emérito de sociología de la religión en la Universidad de Florencia y en la Facultad Teológica de Italia central, autor el 2 de octubre de 2013 de una previdente nota sobre el inicio del pontificado del Papa Bergoglio:

> De Marco su papa Francesco: "In coscienza…"

Y de un comentario sucesivo en la revista dirigida por Bernard Dumont, "Catholica":

> Un équilibre instable

El análisis actual ha sido publicado el 13 de noviembre, día final del congreso, en el "Corriere Fiorentino", suplemento local del principal periódico italiano, el "Corriere della Sera".

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El Papa Bergoglio en Florencia: con el pueblo y contra las estructuras

por Pietro De Marco


En el discurso del pasado 10 de novembre del Papa Francisco a los participantes al quinto congreso eclesial nacional de la iglesia italiana en la catedral de Santa Maria del Fiore, en Florencia, hay tres momentos de su estrategia comunicativa: el momento teológico-espiritual, el intra-eclesiástico y el enfoque pastoral explícito, prescriptivo.

Los tres han sido recorridos escrupulosamente por el Papa, entre repetidos aplausos, interesantes por su distinta intensidad ante los contenidos y los diferentes tonos del discurso. Permítanme que observe, porque no es ajeno a lo que voy a decir, que el Papa habría podido evitar, más que solicitar, estos aplausos, a su manera "políticos".

A una cadena de televisión católica que me preguntaba cuáles habían sido mis impresiones, les he respondido alabando, con total sinceridad, la fuerza del llamamiento misionero de Jorge Mario Bergoglio, el gran don que este pontificado hace a la Iglesia universal – es decir, al mundo, a la historia – si se considera que salir a la búsqueda de los otros se había convertido en algo ajeno a los justos de muchas iglesias-comunidades postconciliares.

Pero he tenido que subrayar también los equívocos del pasaje de su discurso que hace referencia a las "tentaciones" de la Iglesia – a saber, el pelagianismo (la antigua herejía según la cual para recorrer las etapas de la salvación basta un esfuerzo humano idóneo, independientemente de la gracia divina) y la gnosis –, con el que el Papa Bergoglio ha endurecido su controversia intra-eclesiástica.

La polémica antipelagiana contra la confianza en las estructuras – además, ¿cuáles exactamente? – y el exceso de organización ya existía en el periodo postbélico y preconciliar de la Iglesia católica. Sabemos que el objetivo de Francisco es la excesiva confianza en la norma; pero cuando él afirma que es la "norma la que da al pelagiano la seguridad de sentirse superior, de tener una orientación concreta" y que este tipo de desviación asume "un estilo de control, de dureza, de normatividad" como sucede en los “fundamentalismos” y en los “conservadurismos”, vemos mejor a quien se refieren sus palabras, pero ya no vemos el verdadero pelagianismo, sino algún resto del que fue su enemigo, el jansenismo.

Pelagio no tiene nada que ver ni con la gran Iglesia de Pío XII, ni con ese poco de organización, institución y norma que aún permanece vivo hoy. La Iglesia debería preocuparse del pelagianismo teológico y pastoral – más plausible –, de quienes ignoran y de hecho cancelan el pecado y la gracia. Pero si para el Papa actual es pelagiano quien hace lo contrario, perdemos el discernimiento de lo que es realmente grave.

Es también inquietante el uso de la referencia hecha por el Papa Francisco al gnosticismo, una tentación, ha dicho, "que lleva a confiar en el razonamiento lógico y claro". También en este caso para indicar ante la execración del pueblo esa parte de la Iglesia que, de manera culpable, cuida del intelecto y la doctrina – un poco como Santo Tomás de Aquino e infinitos otros? –, y permanece al final "cerrada en la inmanencia".

Obviamente, las espiritualidades gnósticas antiguas y modernas no son nada de todo esto. Una mas reciente y genial extensión de la noción – como nos ha indicado Eric Voegelin –, atañe a la acción revolucionaria que, en nombre de una Causa, con una doctrina y una retórica simplificadas en la boca, persigue una Realidad más allá de la verdadera realidad. En estos años, el Papa Francisco podría encontrar algo parecido, pero post-ideologico, donde menos se lo espera.

Ya he escrito lo desorientador que es esta utilización arbitraria de palabras teológicamente delicadas. Su errada utilización, sin otro criterio que el de delinear objetivos a placer, no corresponde al recto ejercicio de la justicia en la Iglesia. Además, genera dudas sobre la aceptabilidad de este estilo en la persona de un Papa. Dirigirse al consentimiento de un pueblo, en la catedral, para maltratar a los obispos – porque esto es lo que ha entendido la gente común – sería, para el investigador político, la búsqueda "demagógica" de legitimación.

Demagogo es un término que no debe disgustar: Max Weber lo utilizaba para referirse a los profetas del antiguo Israel cuando querían movilizar a la gente actuando como privados, externos al Templo. Sin embargo, Bergoglio no es un predicador o un carismático privado, no predica revelaciones. Es Papa. Pero se reviste del doble papel, ahora de vértice institucional, ahora de carismático anti-institucional, cuando se dirige contra una "parte" de la Iglesia. Si como cabeza de la Iglesia tiene todos los poderes que de ello derivan, como carismático ejerce, cualesquiera que sean sus intenciones, una objetiva acción antagonista a las clases institucionales.

El estudioso diría que actúa como un "jefe de facción" a la conquista del propio partido, que es también el partido dominante: golpea a los antiguos vértices, no se preocupa por las víctimas. Por esto, su discurso en Santa Maria del Fiore se asemeja a esas relaciones de esos congresos políticos de reciente e histórica memoria.

Si bien esta praxis es frecuente y admirada en la política, no lo es en la Iglesia, donde el aplauso de los fieles no legitima nada, no añade nada a la potestad de un Papa y al valor de sus decisiones; donde la ratificación de errores de ortodoxia y de praxis debe ser llevada a cabo no por eslóganes, sino bajo el signo de la doctrina y del derecho; donde los obispos no son los miembros de un comité central o los dirigentes de un aparato en manos de un vértice político "democrático".

El congreso eclesial nacional de los días pasados en Florencia ha hecho que se transparentara el compromiso sincero de adecuación de la Iglesia italiana al estilo, plagado de efectos, de este pontificado. Basta pensar en la fórmula de las "cinco vías" llenas de pastoralismo que el congreso ha adoptado (salir, anunciar, morar, educar, transfigurar), en la que no habita Santo Tomás, sino mucho Papa Francisco.

En lenguaje "eclesial", debería hablar de una "alegre, gozosa, agradecida fatiga" de la Iglesia italiana. Pero no es verdad que para todos sea así.(Sandro Magister -CHIESA)