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La Iglesia ante las nuevas realidades familiares: ¿qué puede cambiar?
12 - 11 - 2015 - SINODOS - 2014-2015

El Sínodo concluyó pronunciándose, entre otras cosas, a favor de un discernimiento caso por caso por parte del sacerdote de los divorciados en nueva unión. Ahora, el Papa debe decidir qué propuestas asumirá. Lo cuenta uno de los participantes argentinos.

En su condición de presidente de la comisión de Pastoral Familiar del Episcopado, monseñor Pedro Laxague, fue uno de los tres obispos argentinos que participó del reciente Sínodo sobre la Familia. El diálogo con Valores Religiosos, compartió su experiencia y trazó un balance.

-¿Cómo vivió el sínodo?

-Llegué a Roma con la certeza de que este Sínodo sería único para mí, no sólo en cuanto es el primero en el que participo, sino por el tema que trataría. En efecto, mi vida pastoral como Sacerdote y ahora como Obispo lo largo de 24 años se centró principalmente en acompañar matrimonios y familias en todas sus situaciones. Además veía la gran repercusión que tuvo a nivel mundial en toda la gente el hecho de que el Papa Francisco convocara a Obispos de todo el mundo a un Sínodo para consultar sobre una temática tan cercana a la vida de todos.

Sínodo significa “caminar juntos”, y de hecho así sucedió. Al comienzo la primera impresión fue que sería difícil para más de 300 personas entendernos debido a la multiplicidad de lenguas, culturas, miradas de la realidad y visiones pastorales muy diversas entre sí. Principalmente participamos del Sínodo obispos católicos de todo el mundo. Pero además estaban presentes sacerdotes, religiosos, matrimonios e invitados de otras confesiones no católicas.

En la primera semana se notó que teníamos que aprender a hacer juntos ese camino, más allá de que cada uno traía su cultura, su mentalidad, sus ideas y argumentaciones propias. Fue programar cómo organizarnos para emprender juntos la marcha.

El Sínodo tenía dos momentos: las Asambleas Generales y las reuniones de los Círculos Menores, reunidos por grupos lingüísticos: italiano, inglés, francés, español/portugués y alemán. Estos grupos fueron formados buscando la mayor variedad posible de procedencia de sus integrantes.

Tuvimos que aprender a conocernos y a comprendernos, cada uno con su lengua particular y eso que parece menor, lleva su tiempo. “¿Qué querés decir cuando decís tal palabra?” Aunque se hable una misma lengua, un término tiene matices y connotaciones diferentes en cada país. El español de Argentina no es el mismo español de España ni aún el español de Méjico, así que hubo que acordar constantemente qué se quería decir con tal o cual expresión.

En el Concilio Vaticano II, esta etapa de organización les llevó casi 2 años antes de poder acordar los términos de los documentos. Después salieron todos juntos. Aquí pasó algo similar.

Se trabajaba mitad del tiempo en los Círculos Menores y mitad del tiempo en Asamblea General, a un ritmo muy intenso.

-¿Hubo discusiones fuertes?

-Es totalmente cierto que hubo confrontaciones apasionadas, pero no hubo peleas. Sería imposible pedir que personas provenientes no sólo de continentes, sino de países distintos tuviéramos homogeneidad de pensamiento. Pero sí teníamos fuerte comunión en el Evangelio. La Palabra de Dios que nos iluminó los 20 días fue la que nos permitió el diálogo respetuoso y fraternal, aún en la discrepancia. Eso fue lo apasionante del Sínodo: la variedad y la diversidad de miradas y experiencias de realidades también diversas.

El Texto Final apunta, como nos había pedido el Papa, a una evaluación exhaustiva y profunda de las situaciones abriendo puertas de posibles caminos de acompañamiento pastoral. Ésta era la finalidad del documento, ya que el Sínodo es un instrumento de consulta del Santo Padre.

-¿Qué pasó con la cuestión de los divorciados en nueva unión?

-Uno de los temas que creó expectativas y que estuvo muy presente en los Medios fue el de la comunión a los divorciados en nueva unión. El Sínodo remarcó que el juicio sobre una situación objetiva no debe llevar a un juicio sobre la culpabilidad subjetiva, esto es, considerar cada caso en particular. Por lo tanto, aun sosteniendo una norma general, que es el Magisterio de la Iglesia, se subraya que debe tenerse en cuenta que la responsabilidad personal respecto a determinadas decisiones no es la misma en todos los casos y las consecuencias de lo acontecido no son las mismas en todos los casos. En algunas situaciones de separados en nueva unión no siempre hay mala voluntad sino que no les queda otra salida. El Sínodo retoma entonces con fuerza la cuestión de la conciencia personal que es “el núcleo más secreto y el sagrado del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla” como lo dijeron los Padres del Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes nº 16. Estas situaciones requieren una a una del discernimiento pastoral, es decir, de la evaluación de la situación de cada pareja con el pastor. La sincera reflexión de cada caso particular puede reforzar la confianza en la misericordia de Dios que no se le niega a nadie.

-Ahora deberá decidir el Papa…

-De todas maneras estas son las líneas que el Sínodo propuso ante la consulta del Papa. La aplicación de todo esto se explicitará en el Documento que se espera del Papa. Tradicionalmente después de cada Sínodo el Santo Padre escribe una exhortación que recoge las proposiciones sinodales.
El Papa Francisco estuvo presente todo el tiempo de las Asambleas Generales, con una actitud serena, de escucha y complacida porque veía que se cumplía aquel pedido de que todos hablaran lo más abiertamente posible, que cada uno dijera lo que sentía. De ahí que las exposiciones fueron muy vivas, a veces apasionadas, y con la impronta de la preocupación que todos traíamos sobre la realidad de la familia hoy.

El Papa todos los días estaba allí desde antes de la hora inicial y a medida que llegábamos nos recibía saludando personalmente a todos dando ocasión siempre a un comentario o una charla.

Francisco siempre andaba como uno más, entre nosotros, con su figura blanca y su carpeta azul. En la pausa del café era muy frecuente darse vuelta y ver que el Papa estaba charlando con alguno. Era uno más entre nosotros, solamente distinguible por vestir de blanco en medio de tantos de negro.

Esta cercanía y la indudable presencia del Espíritu Santo ayudaron a crear un clima de gran comunión y fraternidad, a pesar de las dificultades de la temática y de las diversas opiniones expuestas abiertamente.

-Aunque pareció que no fue fácil llegar a acuerdos…

-Llegamos a puntos de entendimiento, en parte por el trabajo intenso, que se hizo conjuntamente entre todos y por otro lado gracias a las muchísimas oraciones de toda la Iglesia. Creo que la gente rezó más de lo que los pastores fuimos capaces de pedirle, incluso me consta que hubo gente no muy practicante que, a su manera, rezaba por el Sínodo. Hubo una gran expectativa a nivel mundial sobre el hecho de que hubiese una reunión tan larga sobre la familia, un tema tan cercano y central para vida humana; y esa expectativa, en muchos casos se transformó en un rezo.

Logramos entregar al Papa un Documento con varias sugerencias abiertas a que pueda dar pautas para una Pastoral Familiar renovada y eficaz para el mundo de hoy, buscando el bien de las familias y la formulación de propuestas pastorales que manifestaran la misericordia de Dios.

En ningún momento hubo intentos de dejar de lado la doctrina tradicional sobre el matrimonio, como algunos pastores temían y expresaban abiertamente en sus planteos. El mismo Papa viene reiterando en muchas ocasiones desde el Sínodo del año pasado que el Magisterio no se toca.

Otra cosa que me llamó mucho la atención fue la sólida madurez y la comunión que dejaba transparentar el grupo de los obispos de América Latina y el Caribe. Creo que la valoración que se tiene en toda la Iglesia sobre Aparecida, el documento de la Conferencia de Obispos de América Latina y el Caribe firmado en 2007, y la elección del Papa Argentino son expresión de este crecimiento de nuestra Iglesia Latinoamericana.