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Sínodo: el tema de las familias emigrantes
21 - 10 - 2015 - SINODOS - 2014-2015

El Sínodo de los Obispos sobre la familia se encuentra en el segundo día de la semana final. Este martes en la Sala de prensa de la Santa Sede, tres cardenales indicaron cómo proceden los trabajos.

Ellos son el arzobispo de Barcelona, el español Lluís Martínez Sistach; el mexicano de Morelia, Alberto Suárez Inda; y el sudafricano de Durban, y vicepresidente del Sínodo, Wilfrid Fox Napier, OFM.

El cardenal Sistach recordó que el camino sinodal se presentaba bastante largo si bien “cuando nos encontramos en la última semana, nos ha parecido corto”. Y reiteró el clima existente “de sinodalidad, caminando juntos”.

El cardenal español consideró importante que además de los desafíos hayan salido otros aspectos. Por ejemplo sabemos que “se casan para ser felices, hay que procurar que sean felices y tengan vida”. Por lo tanto la preparación es importantísima. Y que “hayan tenido un encuentro personal con Jesús”. Otro de los aspectos ha sido “que prevenir es mejor que curar”.

El purpurado quiso indicar que ya ha habido un resultado del anterior Sínodo extraordinario sobre la familia: que sean más ágiles los procesos que estudian si hubo o no nulidad matrimonial. Respetando siempre la indisolubilidad del matrimonio, la fidelidad al magisterio y la misericordia de la Iglesia.

Por ello la sentencia única, si no hay apelación, es definitiva. Además de la cercanía con las personas ya que el proceso es en el propio lugar. Entretanto hizo una precisación no indiferente sobre la nulidad del matrimonio: no es un 'comenzar de nuevo' olvidando lo que ha sucedido, sino que se parte reconociendo que hubo un matrimonio fracasado.

Por su parte, el cardenal Suárez Inda calificó al presente Sínodo, de “experiencia impactante”, porque nos permitió “tocar la realidad en su situación dolorosa” pero también positiva para animar a las familias.

El purpurado mexicano quiso precisar que “es muy importante la doctrina, pero ésta no es teoría”, sino “la visión que Cristo nos permite tener”, con una mirada compasiva, de la marcha de la historia y en particular de las familias heridas.

Y sobre las familias en dificultad recordó la problemática de los inmigrantes, en los que se registran casos de personas imposibilitadas de volver a su patria, o que son repatriados y sus hijos se quedan en Estados Unidos.

Dijo que hay muchas familias bien integradas, pero hay inmigrantes que no pueden tener frecuencia en la visita a los suyos, y no basta con que envíen el dinero, sino que es necesario esa cercanía. Reconoció, que se registran por toda esta situación “muchos casos de infidelidad y de inmigrantes que forman una nueva familia”.

El cardenal recordó los riesgos de perder su identidad cultural, e instó a los que viajan a hacerse miembros de las parroquias “que acogen con mucha generosidad”, y les agradeció porque “reconozco como les acompañan y los servicios que les ofrecen”.

La migración conlleva varias cosas, dijo, una transculturización, el riesgo de acabar con la intimidad de los esposos, que se ven una vez al año si pueden. Si bien indicó que cada vez más se logra que “los jóvenes se casen en Estados Unidos y puedan tener allá a sus hijos”.

Por ello, indicó que “nos toca trabajar juntos con los obispos estadounidenses, con criterios comunes para ayudar a que en ambas partes de la frontera, en nuestros países, los feligreses puedan tener una buena formación”. Y también puedan unirse en asociaciones para defender sus derechos y ayudarse en aspectos de la vida social.

Por su parte, el cardenal Sistach señaló que la gente emigra por necesidad, con muchas consecuencias. Así, recordó que la Gaudium et Spes ya indicaba que era mejor exportar capitales, que exportar personas.(ZENIT)