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Sínodo. El "conspirador" que hace todo a la luz del sol
19 - 10 - 2015 - SINODOS - 2014-2015

Es Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, uno de los trece cardenales de la carta al Papa. Ejemplo viviente de esa "parresia", es decir, de esa franqueza de palabra y de pensamiento, tan querida por Francisco. Nuevo artículo del por estos días prolífico Sandro Magister. 

En la tormenta desencadenada por la publicación de la carta de los 13 cardenales al Papa, las autoridades vaticanas que gestionan la comunicación – desde Santa Marta más que desde el Palacio Apostólico – han fomentado de hecho los ataques no tanto contra el responsable de la publicación, sino mucho más contra los padres sinodales que firmaron la carta.

Pero se trata de personalidades de primer nivel, de arzobispos de diócesis importantes como Nueva York, Toronto, Houston, Utrecht, Boloña, Durban, Nairobi, Caracas. Por no mencionar a las tres columnas de la curia romana vaticana vieja y nueva como George Pell, Gerhard Müller y Robert Sarah, antes también sus obispos de diócesis como Sydney, Ratisbona y Konakry.

Ha sido tal la agresión mediática contra esta altísima y coral representación de la jerarquía mundial – acusada de "conspirar" contra el Papa desde antes de la publicación de la carta – como para obligar a agregar a las cuestiones planteadas en la carta una cuestión irresuelta en más, respecto a la gestión de la comunicación de lo que sucede en el sínodo.

El hecho es que, a pesar de estas reacciones distorsionadas, la carta de los trece cardenales obtuvo resultados. Y los obtuvo sobre todo luego de su publicación, que permitió conocerla a un número más grande de padres sinodales que se reconocieron en ella, y en consecuencia les permitió ejercer una presión más compacta sobre quien dirige el sínodo, para obtener respuestas más satisfactorias que las dadas hasta allí.

Lo dio a conocer Pell, el cardenal que en la mañana del 5 de octubre entregó la carta al Papa, en una entrevista del 16 de octubre con el vaticanista John Allen, tal como se informó en "Crux":

"Entre otras cosas, Pell dijo que el cardenal italiano Lorenzo Baldisseri, secretario del sínodo, declaró en el aula sinodal que el voto sobre el documento final será hecho 'parágrafo por parágrafo', proporcionando un sentido claro de cuáles serían las posiciones de los obispos sobre los puntos particulares.

"Además, dijo que los miembros de la comisión para la elaboración del documento final prometieron solemnemente que serán fieles al contenido de las discusiones del sínodo, en vez de usar el texto para promover sus puntos de vista".

La composición de esta comisión, no elegida sino nombrada en su totalidad por el papa Francisco, sigue siendo juzgada insatisfactoria por muchos padres sinodales, conscientes de los engaños padecidos en el sínodo del 2014, pero es evidente que los miembros de la comisión se sienten hoy mucho más controlados en su trabajo, precisamente gracias al grito de alarma elevado por la carta de los trece cardenales.

En cuanto a la publicación o no del documento final del sínodo – decisión que corresponde al Papa – Pell dijo que creer que se hará público, entre otras cosas porque está "destinado a aparecer de todos modos".

"Todo lo que queremos – agregó – es que sea lo que sea lo que diga el sínodo, sea bueno, malo o indiferente, se haga en forma pública".

Pell ha sido el promotor de la carta de los trece cardenales. El arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, fue el que con más entusiasmo se asoció a él.

En el cónclave del 2013 los cardenales norteamericanos, entre los cuales estaba precisamente Dolan, estuvieron entre los que votaron a Jorge Mario Bergoglio.

Dolan no es ciertamente clasificable como un "liberal", pero ni siquiera como un rígido conservador. Es expresión de una Iglesia intransigente en la doctrina y que no cede a los cantos de sirena mundanos en la atención pastoral, pero en otros aspectos muy "abierta" y "moderna".

No es casual que él esté entre los protagonistas de este sínodo.

Aquí a continuación presentamos un eficaz retrato, publicado el 17 de octubre en el diario de opinión italiano "Il Foglio", escrito por su corresponsal en Estados Unidos.

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MIRA COMO JUEGA DOLAN

por Mattia Ferraresi


En Nueva York, el cardenal Timothy Dolan agasajó calurosamente a Francisco con su modo informal y televisivo, corriendo incluso el riesgo de robar, aunque más no sea que por un instante, la escena al pontífice que juega de visitante. Su “thanks for stopping by, come back soon!” [gracias por detenerse, vuelva pronto] completado con un gesto de okay, acompañado por los pulgares levantados de un sonriente Francisco, se ha convertido en un meme, tornándolo normal para un cardenal con altísima capacidad de penetración mediática.

En Roma, por el contrario, lo rebajan estrepitosamente al rol de conspirador, oblicuo y hetero directo firmatario de cartas en las que se expresa la preocupación por los procedimientos del sínodo, hecho que se torna sustancial más que de formas, si éstas tienden a favorecer ciertos resultados más que otros. Dentro del aula sinodal se dice sin sombra de ambigüedades que cuando se habla de matrimonio y familia “nuestro deber es seguir a Jesús en el recuperar y restaurar lo que el Padre intentó ‘al principio’”, mientras que el “realismo pastoral y la compasión” vienen después, mucho después. Cuando Dolan se encontró en medio de la “tormenta en un vaso de agua” de la famosa carta, como la ha definido, afrontó la controversia con su estilo habitual, que prescribe avanzar siempre, nunca hacia atrás, hablar abiertamente sin perderse en las desmentidas de los detalles, las cuales dan señales de abroquelamiento defensivo e incapacidad de diálogo.

En la Radio Sirius XM ha narrado el trasfondo de la carta, que tampoco es un trasfondo. Explicó que de una conversación con el cardenal George Pell emergieron las preocupaciones puestas blanco sobre negro, que los trece cardenales firmaron e hicieron llegar al Papa: “Pell, en su buen modo perspicaz, dijo: ‘¿digo bien si sintetizo así algunas preocupaciones?’. Y algunos de nosotros, incluso yo, dijimos: ‘nos parece bien, si enviará una carta al Papa puede contar con nosotros’, y efectivamente la firmé”.

En el sitio web Crux confirmó el concepto: “He dicho: aquí estamos, Padre. Nos ha pedido ser honestos y lo hemos sido. Él respondió a estas preocupaciones. Agradezco que haya prestado atención”.

Y también: “Me parece que para Francisco, y los que lo conocen mejor me lo confirman, esto es parte de la espiritualidad ignaciana: las confusiones, el caos, los interrogantes son algo bueno”, mientras que las cosas “previsibles y muy estructuradas” a veces pueden ser “un obstáculo al trabajo de la gracia”.

Están los que leyeron en estas palabras la admisión que el purpurado estadounidense firmó la carta por presiones del mismo Pell, agregándose al inspirador australiano y convirtiéndose en el firmatario inconsciente de una carta en blanco. Lo cual sugiere, ni siquiera demasiado veladamente, que Dolan no es “his own man”, como se dice en Estados Unidos, sino que en este caso de alguna manera es la víctima de maniobras que lo exceden. Víctima de un complot enclavado dentro de otro complot: la hermenéutica conspirativa es un trabajo agotador.

Para Dolan, más bien, se trata de un elemental ejercicio de "parresía", acción habitual para el cardenal que ha sido definido como el modelo de “conservador abierto al mundo”, teólogo equilibrado y sin arrebatos innovadores, pero que no se pone a la defensiva ni siquiera cuando habla con el New York Times de abusos sexuales del clero. Lo mismo que junto a sus colegas estadounidenses había sido retomado de la Santa Sede por una actitud un poco demasiado locuaz durante el último cónclave, y a los fieles de su diócesis antes de partir no les pidió, franciscanamente, que rezaran por él, sino que le mandaran mantequilla de maní si no regresaba dentro de tres semanas.

Lo que se ha presentado en Roma para el sínodo no es el “doble” del dialogante y desenvuelto pastor neoyorquino, no es el alma rígida, curial, en un cuerpo acostumbrado a los reflectores, a los encuentros de gala, a los diálogos públicos con personalidades alejadas de la sensibilidad de la Iglesia.

Si hay algo que mostró el viaje de Francisco a Estados Unidos, con la fuerza de los gestos y de las palabras, es la irreductibilidad del cristianismo a una cuestión entre conservadores y progresistas, entre republicanos y demócratas, y desde hace tiempo Dolan, en su parábola pastoral, encarna el intento de superar un esquema político difundido en Occidente, pero que en Estados Unidos ha asumido una particular rigidez.

No ha ofrecido misericordia a bajo precio cuando era la hora de dar batalla. Sobre las restricciones dictadas por el "Obamacare" a los cristianos en el espacio público llegó hasta sugerir el camino de la desobediencia civil; le dio a Barack Obama lecciones de derecho constitucional, al definir como “anti estadounidense” su posición restrictiva sobre la libertad religiosa; como cabeza de la Conferencia Episcopal contraatacó sin equívocos el “secularismo reduccionista” del que hablaba Benedicto XVI.

Escribió recientemente que los católicos son la “nueva minoría”. Al mismo tiempo no ha cerrado jamás, sino que por el contrario ha ampliado los espacios de diálogo y evangelización, como lo demuestra últimamente la considerable inversión para la resurrección del moribundo Fulton J. Sheen Center for Thought & Culture, un espacio de encuentro en el corazón de Manhattan, para “expresar la belleza y la profundidad del catolicismo”.

El pastor con la predisposición a la comunicación y un vasto aparato digital juega en el mismo campo de Francisco. Exhibe un estilo marcadamente norteamericano, inevitablemente diferente del latinoamericano y periférico de Francisco. Pero se reconoce en él un mismo modelo compartido en la voluntad caritativa de abrirse y dialogar, sin abroquelamientos ni barreras defensivas.

En la vigilia del sínodo compartió con otros cardenales y obispos algunas dudas sobre los procedimientos, y las expresó: nada más dolaniano que esto. El Papa tomó la palabra en la asamblea sinodal para responder, con algunos matices de irritación: nada más bergogliano que esto.

En las entrevistas y en la intervención en el aula sinodal, Dolan aclaró en forma explícita no solamente que los cambios doctrinarios no están sobre la mesa, sino que ni siquiera deberían estar los cambios pastorales que corren el riesgo, por afirmación de una praxis, de vaciar en el tiempo la doctrina. Su apoyo apasionado a la “sabiduría que quita el aliento” de la Iglesia africana, que ya no está “compuesta por alumnos de primer año”, es una afirmación clara para quien quiere entender, pero no hace de él la caricatura de un conservador.

No existe un conciliador Dolan neoyorqino y un férreo Dolan romano, existe un único cardenal, acostumbrado a hablar con "parresia" al mundo y a la Iglesia.(Sandro Magister-CHIESA)