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«God bless America»; el «sueño americano» de Papa Bergoglio
25 - 09 - 2015 - IGLESIA - América

Querían catalogarlo de «Papa anti-yanky», para después atraparlo en la etiqueta del latinoamericano populista. Por el contrario, Papa Francisco habló en el Congreso como amigo, es más, como hermano americano, «hijo de este gran continente». No recrimina, no condena, no le da de palos a nadie. Entró al corazón de la nación con un discurso lleno de vetas de agradecimiento poético, en el que exalta todo lo grande, fascinante y noble que vibra en el alma y en la historia del pueblo de Estados Unidos.

 Como hizo en Corea del Sur, como hace en cualquiera de los países que visita, Francisco se presenta por la puerta de la projimidad. También usa con la super-potencia global la empatía con la que está listo para reconocer y exaltar los valores positivos que se encuentran en las historias y en los sentimientos de cada pueblo.


Dirigiéndose a la clase política estadounidense, recorre incluso a la «captatio» de identificar cuatro modelos de la grandeza del corazón nacional; cuatro personificaciones indiscutibles del «sueño americano» que le gusta a todos y sobre el que todos están de acuerdo: el presidente Lincoln «guardián de la libertad», Martin Luther King y dos hijos de la Iglesia católica: la sindicalista pacifista Dorothy Day y el monje de la orden del Císter Thomas Merton.


El discurso papal estuvo lleno de frases e imágenes que entusiasmaron el patriotismo de la que Papa Bergoglio, citando el himno nacional, definió «La tierra de los hombres libres, la casa de los valientes». El Papa identifica en el espíritu estadounidense el deseo y el culto de la libertad (empezando por la libertad religiosa, el espíritu «de cooperación» y la apertura a la voz de la fe, que «trata de sacar a relucir lo mejor en cada persona y en cada sociedad»).

 

Bergoglio reconoció también que la democracia «está profundamente arraigada en el alma del pueblo estadounidense». Citó la declaración de Independencia según la cual «todos los hombres son creados iguales» y a los que su Creador ofreció «ciertos derechos inalienables», incluida la libertad y el derecho a la búsqueda de la felicidad.

 

Con estas palabras de largo aliento, sin forzar nada o utilizar tonos ásperos, Papa Francisco puede llamar a los políticos y a la nación estadounidense a ser fieles a la propia historia, para afrontar las emergencias internas, regionales y planetarias. En relación con el tema de la inmigración, recordó que «nosotros, los pueblos de este continente, no tenemos miedo de los extranjeros, porque muchos de nosotros éramos una vez extranjeros. Digo esto a ustedes como un hijo de migrantes, sabiendo que también muchos de ustedes descienden de migrantes».

Citó al estadounidense Martin Luther King y la marcha de hace 50 años de Selma a Montgomery, para recordar el «sueño» de los plenos derechos civiles y políticos para los afro-americanos. Pero después volvió a hablar sobre el presente: «Millones de personas llegaron a esta tierra para seguir el propio sueño de construir un futuro de libertad… Estoy feliz», añadió, «de que América siga siendo, por muchos motivos ‘una tierra de sueños’».

Sobre la emergencia global del trabajo y de la lucha contra la pobreza no propuso recetas de importación, sino la figura de la sierva de Dios Dorothy Day, la fundadora del Catholic Worker Movement, y su pasión «por la justicia y por la causa de los oprimidos», alimentada por el Evangelio y por la fe. Desmintiendo las polémicas sobre el «Papa pauperista», citó el pasaje de la encíclica «Laudato si’» en el que se define la actividad de los empresarios como «una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos», «que puede ser un modo muy fecundo para promover la región en la que sitúa sus actividades».

Papa Francisco recordó a los políticos de Estados Unidos la nobleza del papel al que han sido llamados: si la política debe estar verdaderamente al servicio de la persona humana, por consecuencia no puede ser esclava de la economía ni de las finanzas. Y sobre la paz y las guerras, exaltó con una referencia implícita a las negociaciones con Irán y Cuba, la disponibilidad demostrada para resolver antiguos conflictos, y repitió que «un buen líder siempre opta por iniciar procesos», en lugar de poseer espacios.

Tocó además con mucha delicadeza otra herida abierta en la sociedad estadounidense. Repitió que las guerras son alimentadas por dinero manchado de sangre inocente que deriva del tráfico de armas. Y citando a Thomas Merton, después de haber exaltado el aporte que las diferentes comunidades dan a la convivencia nacional, recordó que «ninguna nación es inmune a formas de desilusión individual o de extremismo ideológico», y que conviene encontrar, todos juntos, el delicado equilibrio que permite «combatir la violencia perpetrada en el nombre de una religión, de una ideología o de un sistema económico», y, al mismo tiempo, defender la libertad religiosa, la libertad intelectual y las libertades individuales.

Con su discurso al alma del pueblo estadounidense, Bergoglio cancela las banalidades ideológicas per-confeccionadas con las que ciertos círculos eclesiástico-mediáticos tratan de dictar la línea de interpretación de su visita a Estados Unidos. El Papa trata de extender los horizontes. No propone volubles listas de «ethical issues» o de «social issues» con los cuales medir los márgenes de convergencia con el liderazgo político estadounidense. No negocia bendiciones o anatemas por espacios de poder. No somete a inquisiciones ético-religiosas a la sociedad secularizada de Estados Unidos. Propone el rostro de la Iglesia «experta en humanidad», abierta a la colaboración con todos, lista para dar valor a todo lo que hay de bueno y noble en la historia de los seres humanos, sin importar su origen.

El Papa sugiere a la Iglesia el criterio que debe mantener en su relación con la política. Indica la vía de una misión sin ideologías, que no se encomienda a métodos o instrumentos de grupos de presión ético-religiosos, sino que se encuentra con los hombres y las mujeres estadounidenses tal y como son, para ofrecer a todos la felicidad prometida por el Evangelio. Una perspectiva misionera que podría desorientar a los sectores del liderazgo eclesial estadounidense, empantanados en una lucha constante en las «batallas ético-culturales», y que durante los últimos lustros se han demostrado en ciertas ocasiones contagiados por la polarización político-ideológica que divide a la sociedad estadounidense.

«Hay otra tentación», dijo Papa Francisco en el Congreso de Estados Unidos, con la que hay que tener cuidado: reducir o analizar todo según «buenos» y «malos», «justos y pecadores». El mundo contemporáneo, que hiere a tantos de nuestros y de nuestras hermanas», añadió el Sucesor de Pedro, «nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos. Sabemos que en el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar». El Papa estaba hablando ante los políticos de Estados Unidos, pero tal vez no se refería solo a ellos.(Gianni Valente-VATICAN INSIDER)