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Obispo de Shanghái: sueño un apretón de manos entre el Papa y Xi Jinping
23 - 09 - 2015 - IGLESIA - Asia

Thaddeus Ma Daquin difunde un ensayo sobre un posible nuevo inicio para el diálogoentre China y la Santa Sede. Y espera que se lleve a cabo un «encuentro cercano» entre Papa Bergoglio y el Presidente chino «Si estos dos líderes de gran influencia en el mundo se dieran un apretón de manos, no solo yo, que permanezco aquí, pequeño como una hormiga, al pie de la colina de Nuestra Señora de Sheshán, sino todo el mundo se conmovería»

¿Existe la posibilidad de que Papa Francisco y el Presidente Xi Jinping se den un apretón de manos el próximo jueves en Washington? Ambos estarán ese día en la misma ciudad, y el encuentro «americano» entre Papa Bergoglio y Xi Jinping, que plantearon como hipótesis algunos analistas en los artículos «de escenario» publicados antes del viaje Papal a Cuba y Estados Unidos, a pocos días de la gran ocasión es evocado sorpresivamente por una voz muy especial: Taddeus Ma Daqin, obispo católico de Shanghái, ordenado en 2012 y a quien, desde entonces, los aparatos chinos han impedido ejercer el ministerio espicopal. Ayer, en su blog (que tiene muchos lectores), el obispo Ma publicó un breve ensayo sobre las relaciones entre la China Popular y la Santa Sede, y sobre la presencia de la República Popular China en la escena internacional. Un texto denso y articulado, para lanzar un mensaje clave: «Nuestro Presidente Xi Jinping y Papa Francisco -escribe, entre otras cosas Ma Daqin- la oportunidad de encontrarse en Estados Unidos. Pero, ¿se dará el tan esperado apretón de manos? Yo solo espero el momento en el que se dé este apretón de manos».


El caso personal de Thaddeus Ma Daqin es muy conocido: fue ordenado obispo en junio de 2012, con el «consenso paralelo» de la Santa Sede y del gobierno de Pekín -operación que fue posible gracias al trabajo paciente de su predecesor, el obispo jesuita Aloysius Jin Luxian – Ma Daqin, desde el día mismo de la ordenación, fue confinado por los aparatos chinos en el seminario de Shanghái, por haber expresado la intención de abandonar los puestos que hasta ese momento ocupaba en la Asociación Patriótica de los católicos chinos. El Colegio de los obispos chinos (órgano también dirigido por el poder civil y no reconocido por la Santa Sede) ya lo había castigado una vez con el retiro de la autorización para desempeñar su ministerio episcopal y con una suspensión de dos años del ejercicio del sacerdocio. Este «castigo» concluyó en junio de 2014. Desde entonces, la diócesis de Shanghái vive en una situación de «impasse», en la que proliferan las divisiones en el clero diocesano.


En los últimos tiempos, la vigilancia sobre el obispo ha disminuido un poco. Se le ha concedido recibir visitar en el seminario de Sheshán y celebrar misas con grupos de fieles. Pero Daqin, incluso cuando la vigilancia era más rígida, siguió difundiendo sus reflexiones pastorales y espirituales gracias a un blog personal. El mismo en el que publicó ayer el ensayo sobre el deseado encuentro, aunque fugaz, entre Xi Jinping y Papa Francisco. Sus reflexiones también son difundidas mediante sus cuentas personales de WeChat y Weibo, el sitio de micro-blogging chino que cuenta con muchísimos seguidores.


El «sueño» de Ma Daqin, por el momento, parece improbable: un eventual encuentro entre el líder chino y el Sucesor de Pedro habría sido más probable en Nueva York, en la sede de las Naciones Unidas, que recibirá esta semana también a ambos, pero en días diferentes. Como sea, el texto de Ma contiene muchas reflexiones importantes entre las diferentes partes en las que está articulado.

 

«Nuestro presidente Xi Jinping», comienza el ensayo, «ha comenzado una visita de Estado en Estados Unidos. También nuestro Papa Francisco estará ahí, en el mismo periodo, por una visita Apostólica de cinco días. Como chino, me gustaría ver a nuestro Presidente tener éxito en Estados Unidos. Como católico, me alegré ante la noticia de que Papa Francisco iba a visitar Estados Unidos. Y llamó mi atención el hecho de que los dos se encontrarán en Washington el próximo 24 de septiembre».

 

Después, el obispo Ma, en el papel de analista geopolítico, recorre la historia de las relaciones entre Estados Unidos y China, desde la visita del Presidente Richard Nixon a Mao Tse-Tung (1972) hasta el establecimiento de relaciones diplomáticas (1979). Desde ese momento, se lee en el texto, «las relaciones sino-americanas no han sido siempre una ‘luna de miel’, pero la relación en conjunto es bastante estable. Porque ambas partes están conscientes de que en el mundo de hoy prevalecen intereses comunes, relacionados con el desarrollo, pero también se comparten los problemas relacionados con los recursos ambientales». El obispo Ma citó a su profesor Ni Shixiong, de la Fudan University, que lo persuadió de la necesidad de adoptar con los Estados Unidos «una estrategia ‘win-win’, que garantice ventajas para todos, que extienda los ámbitos de la colaboración y favorezca el espíritu de paz en el mundo. Creo que todos podemos desear que entre nuestro presidente Xi Jinping y el Presidente Obama de Estados Unidos haya un apretón de manos amigable».

 

El obispo de Shanghái, prosiguiendo su análisis, reflexiona también sobre las relaciones entre Estados Unidos y la Santa Sede, tal vez con la intención de sugerir comparaciones útiles para los que se ocupan en su país de las relaciones sino-vaticanas. Ma Daqin alude al largo período durante el que hubo entre Washington y los Palacios vaticanos una intensa «relación sin diplomacia». Hace notar que Estados Unidos y la Santa Sede entablaron relaciones diplomáticas plenas en los años ochenta del siglo pasado. Pero desde mucho tiempo antes se habían sentado las bases para contactos fructíferos en el signo del reconocimiento recíproco. Con el paso del tiempo, escribió el obispo católico chino, los Estados Unidos se dieron cuenta del papel que desempeñaba en el escenario del mundo la Santa Sede. Ahora, indicó, «es fácil imaginar que entre Papa Francisco y el presidente Barack Obama haya un buen apretón de manos».

 

Después el obispo hizo un elenco de todas las señales recientes que sugieren un nuevo inicio en las relaciones entre China y la Santa Sede. Insistió en que «el Vaticano no es un Estado en sentido estricto», y también en que participa en la ONU en los trabajos con el estatus de observador permanente, y no como miembro. Pero subrayó también que el prestigio de la Santa Sede, en el contexto de las relaciones internacionales, «está en expansión», incluso en virtud de las posturas sabias que ha asumido ante las emergencias globales y regionales.

 


«Nuestro presidente Xi Jinping y Papa Francisco», declaró el obispo chino, «tendrán la oportunidad para encontrarse en Estados Unidos, pero, ¿se dará el tan esperado apretón de manos? Yo solo espero el momento en el que se dé este apretón de manos». Y después añadió, para dar una profundidad histórica a sus esperanzas, un recorrido por las diferentes ocasiones en las que, durante el curso de la milenaria historia de China, el cristianismo ha entrado al Celeste Imperio. Recorre la expansión en China de la Iglesia nestoriana, la llegada (en el siglo XIII) de los franciscanos con Giovani da Montecorvino, después la epopea de Matteo Ricci y los misioneros jesuitas durante el siglo XVI, que fracasó con la «controversia de los ritos». La última «entrada» del cristianismo a la China imperial, recordó Ma Daqin, «fue antes de haber sufrido la humillación de la Guerra del Opio», con los misioneros que llegaban hasta las filas de los cañones de las potencias extranjeras colonizadoras, por lo que «en el pensamiento de muchas personas en China la Iglesia católica se presenta todavía revestida con un ‘sombrero extranjero’, y es considerada como un instrumento de los intereses de los extranjeros: es una desconfianza crítica que perdura todavía». También por este motivo, concluyó el obispo de Shanghái, el crecimiento del cristianismo en China «ha encontrado muchos factores que lo obstaculizan».

 

Pero hoy «nuestro país está prosperando y, mientras se refuerza, aumenta también la capacidad de comprensión y de confianza hacia los demás… Necesitamos hacer amistades. Cuando entramos en contacto los unos con los otros, el efecto es que el mundo se hace un poco más chico. Mientras las hostilidades hacen crecer las distancias, e incluso los parientes acaban tratándose como extraños». En este contexto, Ma Daqin recuerda las señales de amistad que Papa Francisco ha mandado al pueblo y a los dirigentes chinos desde que fue llamado a la Cátedra de Pedro, desde la carta enviada al Presidente Xi Jinping, después de la elección pontificia, hasta las palabras («¿Que si quiero ir a China? Iría mañana mismo…») pronunciadas durante el vuelo de regreso a Roma desde Corea del Sur. El sucesor de Jin Luxian recordó que China autorizó que el vuelo papal sobrevolara su espacio aéreo. También hizo notar que no se llevó a cabo el encuentro entre el Dlai Lama y el Papa, recordando las indiscreciones del periódico de Hong Kong, «Wenhuibao» (muy cercano al gobierno de Pekín) sobre la reapertura del diálogo sino-vaticano, además de la entrevista del cardenal Pietro Parolin con la revista «Famiglia Cristiana», en la que el Secretario de Estado vaticano expresó el deseo que que se pudiera instaurar un «diálogo respetuoso» con las autoridades chinas.

 

Al final de su articulado discurso, el obispo de Shanghái volvió a proponer su sueño: «Espero que sea un apretón de manos en buena fe, para poder volver a comenzar, con base en esta buena fe, un diálogo constructivo. Este tiempo exige diálogo, se necesita una comprensión recíproca más profunda, debemos comprendernos y unir las fuerzas para salir adelante. El gran escenario del mundo necesita entrar en contacto con China». Ma Daqin recordó también la prioridad de la armonía social y de la lucha contra la corrupción que son parte del programa del Presidente Xi Jinping. Y esperó que China se vea involucrada cada vez más en los procesos de decisión compartidos en el escenario internacional. «Si estos dos líderes de gran influencia en el mundo se estrecharan la mano -concluyó Taddeus Ma Daqin, no solo yo, que permanezco aquí, pequeño como una hormiga, al pie de la colina de Nuestra Señora de Sheshán, sino todo el mundo se conmovería».(GIANNI VALENTE-VATICAN INSIDER)