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Martin Grichting: un adiĆ³s al matrimonio cristiano
04 - 09 - 2015 - SINODOS - 2014-2015

El secretario de la comisión pastoral de la conferencia episcopal suiza, monseñor Arnd Bünker, y el profesor de teología ética en la facultad de teología de Coira, Hanspeter Schmitt, son los editores, en vista del próximo sínodo de los obispos, de un libro escrito por varios autores que lleva por título: "Familienvielfalt in der katholischen Kirche. Geschichten und Reflexionen [Diversidad de familias en la Iglesia católica. Historias y reflexiones]".

El libro adopta la clásica estrategia del "coming out". Primero se revelan realidades de vida que se desvían del orden vigente, tras lo cual se exige que estas realidades sean reconocidas como normativas por la autoridad competente.

Para este "coming out" se utilizan casos concretos, como el de una pareja de personas divorciadas y casadas de nuevo por lo civil; o el de otra pareja que antes del matrimonio ya había convivido como marido y mujer; o el de una pareja de lesbianas que vive en una casa parroquial en el cantón de Argovia, diócesis de Basilea.

Junto a estas "historias" se proponen unas reflexiones, cuyo tenor general hace pensar que los católicos de Suiza han aceptado ya desde hace tiempo la "diversidad de familias".

Esta "diversidad" sería una "realidad intraeclesial" incluso entre el personal eclesiástico, escribe Bünker. Y Schmitt confirma que tanto en la cultura en general como dentro de la Iglesia las personas se sienten liberadas "de un estado de sistemática exclusión de la diversidad familiar".

Pero en vista del próximo sínodo los autores no están contentos sólo con esto: su objetivo es "que la diversidad familiar no sólo exista de hecho (vorkommen), sino que salga fuera (hervorkommen) oficialmente", como explica el profesor Schmitt, aludiendo precisamente a la estrategia del "coming out".

La intención de los autores es superar la doctrina eclesiástica sobre el matrimonio y la familia, a la que caricaturizan. "Tradicional visión idealista eclesial de la sexualidad procreadora del matrimonio (althergebrachte kirchliche Idealistik ehelicher Fortpflanzungssexualität)", la define Schmitt.

Con esto, los autores consideran que están en la misma línea que el Papa Francisco. "Él no dice al mundo cómo debe ser; él pregunta al mundo cómo debe ser la Iglesia, para que pueda ayudarla", escribe el teólogo pastoralista de Graz, Rainer Bucher.

Sin embargo, casi inmediatamente los autores contradicen al Papa quien, como es sabido, ante situaciones matrimoniales y relaciones de pareja problemáticas pone en el centro la misericordia de Dios; pues bien, los autores rechazan apelarse a ésta porque, según ellos, para la mayor parte de las personas el hecho de volver a casarse civilmente ya no está vinculado a un sentimiento de culpa. Hablar de misericordia en esta situación sería por lo tanto difícil, escribe Eva-Maria Faber, anteriormente rectora de la facultad de teología de Coira y docente de teología dogmática. En el caso de la diversidad familiar heterosexual y homosexual ya no se trataría "de la cuestión de la misericordia, sino de la cuestión del reconocimiento", como resume de manera concisa el objetivo del libro el teólogo moral Stephan Goertz.

Por consiguiente, lo que se propone en libro no es la misericordia, sino el reconocimiento eclesial de las "cualidades humanas del amor sexual incluso más allá del matrimonio y de la procreación" (Schmitt). Como miembros de una comunidad religiosa lo que desearíamos es que ésta nos reconociera independientemente de la situación en la que se encuentra cada uno de nosotros (Faber).

No es sorprendente entonces que con estas tesis de fondo el párroco de la catedral de San Galo, el padre Beat Grögli, diga que está listo para bendecir en la iglesia a parejas del mismo sexo. O que el párroco de Aesch, diócesis de Basilea, el padre Felix Terrier, que también ha sido entrevistado, ya imparta estas bendiciones y que añada la cuestión sobre "si en realidad el sacramento del matrimonio debe ser administrado una sola vez". O que el vicario judicial de la diócesis de San Galo, Titus Lenherr, pida -siguiendo la línea trazada por el cardenal Walter Kasper-, un simple procedimiento eclesiástico para la legitimación de un "segundo matrimonio" civil.

Todas estas peticiones deberían satisfacerse desde el momento en que la sexualidad no debe cumplir un fin natural. La ética de la Iglesia "bloqueada por el derecho natural" (Schmitt) debería, por lo tanto, ser superada. Habría que rehacer desde el principio la moral sexual y considerar a la sexualidad como algo que se expresa en una relación basada en el respeto recíproco. Esto valdría tanto para los heterosexuales como para los homosexuales (Goertz). Por consiguiente, lo que a este propósito ya sería una realidad pastoral debería ser también "reconocido oficialmente por la Iglesia" (Schmitt). Se debería "adaptar" la posición de la Iglesia sobre matrimonio, moral sexual y anticoncepción "para que el profundo foso entre doctrina y praxis hodierna no se ensanche aún más" (Grögli).

Eva-Maria Faber prevé una emigración desde la Iglesia "de dimensiones enormes" si estas peticiones no son satisfechas. Y su colega de la facultad teológica de Coira, Schmitt, profetiza que "la emigración interior y exterior desde la Iglesia" se "difundirá y perdurará en el tiempo". Ante este tono de alarma es comprensible que las corporaciones de derecho eclesiástico de los cantones de Zurich, Argovia, Lucerna, Nidvaldo y Basilea Campiña hayan apoyado la publicación del libro "con generosas aportaciones económicas", más de cincuenta mil euros. De hecho, como órganos autorizados para el cobro de los impuestos eclesiásticos, están interesados en una Iglesia que siga estando bien considerada por gran parte de la sociedad, aunque sea en detrimento de los propios contenidos y principios. También la diócesis de San Galo ha apoyado económicamente este proyecto.

De los capítulos de este libro emerge tanto un profundo complejo de inferioridad hacia la hodierna sociedad poscristiana, como el deseo de querer ser como los otros. Evidentemente, los autores ya no creen que Jesucristo sepa lo que hay en el hombre (Jn 2, 25). Ni que tampoco la Iglesia, como cuerpo de Cristo, lo sepa. Temas como la relación viva del bautizado con Cristo que lo sostiene en su matrimonio, o la confianza en la gracia y en la promesa de Dios recibidas con el sacramento del matrimonio no son ni siquiera mencionados.

Por lo tanto, este libro representa un adiós a la identidad cristiana como fuerza que plasma la vida del individuo y de la sociedad. Y es también un adiós al mandato misionero de la Iglesia de ser la sal de la tierra. De hecho, debemos preguntarnos cuántos paganos habrían conocido a Cristo en Suiza si los monjes irlandeses del primer milenio hubieran compartido con Schmitt la pretensión de "que las realidades de vida existentes ya no deben ser desacreditadas en los textos del magisterio y en la enseñanza de la Iglesia católica".

Romano Guardini, en su libro "El ocaso de la edad moderna", resaltó que mediante la revelación divina surgen en el hombre fuerzas que, aun siendo en sí naturales, no se desarrollan fuera de este contexto. Por lo tanto, con la ofuscación de la fe en Dios las "cristiandades secularizadas" serían rápidamente declaradas un sentimentalismo y apartadas.

En relación a la institución del matrimonio, esto significa que dicha institución, por su naturaleza ya orientada hacia la unión indisoluble entre hombre y mujer, se convierte en algo concretamente factible en un contexto de vida cristiana. Es decir, bajo el "arco" de la fe cristiana -como lo llama Guardini-, lo que es en sí natural se convierte verdaderamente en realizable. Pero si falta esta fe cristiana, el hombre no es capaz de vivir aquello hacia lo que está orientado el matrimonio ya a nivel natural. Efectivamente, en las sociedades del mundo occidental, siempre más alejadas de Dios, la fe cristiana está gravemente ofuscada. El resultado es una disolución que aún no ha concluido sobre el significado del matrimonio.

Este desarrollo da trágicamente la razón a Guardini. Sin embargo, le habría sorprendido, y probablemente asustado, el hecho de que no sólo en la sociedad, sino también en partes de la Iglesia católica suceda un grave oscurecimiento de la fe en Dios, ocasionando -tal como demuestra el matrimonio en cuestión- que el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer sea considerado también en algunos sectores de la Iglesia como un sentimentalismo superado: el matrimonio se encontraría, por lo tanto, camino de ser considerado un "sacramento relegado en un ángulo"; es más, tal vez sea ya un "residuo de la historia de la Iglesia" (Bünker).

El volumen "Diversidad de familias" demuestra también claramente que quién sostiene en la Iglesia el punto de vista de la sociedad poscristiana no quiere tampoco oír hablar de la misericordia de Dios predicada por el Papa Francisco, porqué representaría solamente una limosna que no lleva al reconocimiento oficial de la diversidad de familias en la Iglesia. Y tampoco quiere que la Iglesia reconozca en los "que se han vuelto a casar" por lo civil únicamente casos individuales poco comunes, como auspiciado por el cardenal Kasper.

Por lo menos sobre esto el secretario de la comisión pastoral de la conferencia episcopal suiza y el profesor de teología ética de la facultad teológica de Coira, junto a los coautores, han sido inequívocamente claros.

Así nadie podrá decir que no ha podido valorar el verdadero alcance de lo que hay en la agenda del sínodo de los obispos del próximo otoño.
(Fragmento de un artículo publicado por Sandro Magister en http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1351124?sp=y)