"Todo lo que hacemos se basa en la verdad del Evangelio. La hermosa verdad de que toda vida humana importa, porque toda vida humana es sagrada y creada por el designio de amor de Dios", dijo Mons. Gómez.
“Estamos viviendo en una cultura donde hay mucha confusión y conflicto cuando hablamos del significado de la creación y la vida humana. Incluso ha aumentado nuestra indiferencia hacia la crueldad y la injusticia que nos rodean”.
El Prelado se refirió a los crímenes contra la vida humana como el aborto generalizado, la experimentación con embriones humanos y la eutanasia de ancianos y enfermos.
“En una sociedad sin Dios, el ser humano se convierte en “insignificante”. El valor de la vida humana se mide de acuerdo a su “productividad” o “eficiencia”. “Sin Dios no sabemos quiénes somos o para qué estamos aquí”, manifestó.
Sin embargo, no es suficiente criticar “la crueldad de esta cultura”. “¡Nuestro reto como cristianos es cambiar y convertir esta cultura!”, dijo el Arzobispo y señaló que esta transformación implica “arrancarla de la oscuridad de la muerte y llevarla hacia la luz de la vida”.
“Tenemos que llamar a la sociedad una vez más para que redescubra la santidad, la dignidad y el destino trascendente de cada ser humano, que ha sido creado a la imagen de su Creador”, expresó.
Mons. Gómez también denunció las injusticias de la discriminación racial, el desempleo, las personas sin techo, la contaminación ambiental, las pésimas condiciones de las prisiones y la pena de muerte.
“La fundamental injusticia en nuestra sociedad es el asesinato de los inocentes no nacidos a través del aborto y la matanza a los enfermos e indefensos por medio de la eutanasia y el suicidio asistido”, expresó.
"Si el niño en el vientre no tiene derecho a nacer, si los enfermos y los ancianos no tienen derecho a ser atendidos, entonces no existe una base sólida para defender los derechos humanos de nadie." (ACI)