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Grave traición: Amnesty afirma que la prostitución es un derecho
02 - 08 - 2015 - DESAFIOS - Escándalos

Quien prohíbe la prostitución «viola los derechos humanos de las personas que venden prestaciones sexuales», es el juicio que busca imponer la poderosa ONG  Amnistía Internacional que desde el 2006 está siendo cuestionada por la corrupción de sus ideales fundacionales.

Hace ya tiempo que Amnesty International había traicionado los valores pro vida y pro familia que le impregnara su fundador, el converso católico Peter Benenson.
En junio de 2007, fue el cardenal Renato Rafaelle Martino, presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, quien lo hizo público en una declaración oficial: «Es supremamente grave que Amnistía Internacional ceda a las presiones de los lobbies. Apoyar la despenalización del aborto representa una traición a las finalidades institucionales de la misma organización. La supresión voluntaria de toda vida humana es siempre un delito y mina las bases del bien común de la familia humana» (Vaticano. Oficina de prensa 13.06.2007).
Unida a otros defensores de la ideología de género, presentes en organismos internacionales, Amnistía Internacional empuja hoy en todo el orbe la agenda pro aborto, el matrimonio igualitario, derechos de adopción para parejas del mismo sexo, derechos de paternidad por vientre de alquiler… y ahora, vincula prostitución con derechos humanos. «Mi cuerpo, mis derechos» es el explícito concepto que defiende la organización (pulse y sorpréndase).
La próxima semana sesionará el Consejo Internacional de Amnistía Internacional. Allí -según denuncia en su edición de este 30 de junio revista Tempi de Italia- la famosa Ong pedirá a sus miembros aprobar una propuesta revolucionaria: reconocer la prostitución como un derecho humano.
En los congresos alentados por Papa Francisco, para hacer visible el drama de la trata de personas y la prostitución, no sólo académicos e investigadores, sino sus propios protagonistas -niñas y niños muchos de ellos-, han puesto de relieve el carácter degradante e inhumano de esta práctica. Es casi imposible, señala la experiencia acumulada en esos foros internacionales, establecer un límite entre la libre decisión de ejercer la prostitución y aquellos (la mayoría) que son sometidos a la práctica desde la trata que alienta este comercio que viola los derechos humanos.
Pero la propuesta de Amnistía Internacional, señalan desde Tempi, no considera esa verdad de quienes son condenados a ser esclavos sexuales. Incluso los dirigentes de AI pedirán, se afirma, que el término «prostitución» sea reemplazado por uno más suave: «trabajo sexual». Así la propuesta de Amnistía Internacional sería que… prohibir o incluso criminalizar el «trabajo sexual» «viola los derechos humanos de quienes venden servicios sexuales» y en consecuencia aumenta «la opresión, la discriminación, la marginación y la violencia» contra ellos.
«Obviamente esta riquísima ONG dice oponerse al «trabajo forzoso, la trata de seres humanos» y la «explotación sexual de los niños». Pero ¿qué tiene esto que ver con la prostitución, o más bien con el «trabajo sexual»? Nada, según Amnistía Internacional» acusa desde Tempi el filósofo y periodista italiano Leone Grotti.
Siguiendo ese razonamiento de Amnistía Internacional que delata el profesional italiano, no sería la prostitución lo que degrada, pone en peligro y quita los derechos humanos a quienes venden servicios sexuales, sino la criminalización de la prostitución que alimentaría los prejuicios contra ellos y la «cultura de la impunidad de quienes cometen abusos». Así visto, apunta Grotti, «la prostitución, de hecho, estaría perfectamente en línea con la defensa de los principios «de la igualdad de género» y no tendría nada que ver con el tráfico sexual»… o la explotación.
La realidad indica que esta propuesta fraguada por Amnistía Internacional podría generar graves daños a los derechos de las personas. Así se concluye también por las declaraciones que sobre el tema han vertido desde la Comunidad Papa Juan XXIII, organización con décadas de experiencia en la liberación y ayuda de personas explotadas en las redes de prostitución.
Legalizar la prostitución o reconocerla como un derecho humano -dicen desde Papa Juan XXIII-, aumenta la demanda y «no permite luchar contra la trata, castigar explotadores, ya que es un gran escudo detrás del cual los traficantes se pueden ocultar. No se reducen además los abusos contra las mujeres. De hecho, el 60 por ciento de las prostitutas que trabajan en los Países Bajos (donde es legal) han experimentado violencia física, mientras que el 40 por ciento de ellas dijeron que habían sido violadas».
Este 28 de julio -cercanos al 30 del mismo mes, Día Mundial contra la Trata- el polémico diario inglés The Guardian reflexiona sobre todo este asunto, y pregunta si acaso Amnistía Internacional no habrá sido ahora «¿capturada por los partidarios de la trata sexual mundial?»
Con motivo de haberse celebrado este 30 de julio, el Día Mundial Contra la Trata, la Organización Internacional de las Migraciones ha entregado un informe cifrando en 500.000 el número de mujeres que entran cada año en Europa Occidental para ser explotadas sexualmente. La mayoría proceden de países en subdesarrollo y su trayectoria desde ellos es degradante. Los encargados de reclutarlas –que pueden llegar a cobrar hasta 500 dólares por cada una– generalmente lo hacen con falsas promesas de empleo como modelos, secretarias o dependientas en un país rico.
En el negocio de la trata con fines de explotación sexual existe un colectivo particularmente vulnerable: niñas y niños. Según UNICEF, hasta dos millones de niños están sujetos a la prostitución en el comercio sexual alrededor del mundo. Pero la trata de menores presenta otras manifestaciones muy graves: la adopción ilegal de niños extranjeros; el tráfico de órganos; el secuestro de menores para ser utilizados en los conflictos armados (menores soldados) o en el ejercicio de la mendicidad, a menudo acompañada de la comisión de actividades delictivas.(INFOCATOLICA)