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New York Times: «¿Es este el fin del cristianismo en Medio Oriente?»
28 - 07 - 2015 - DESAFIOS - Escándalos

Un largo espacio en la revista dominical dedicado a la dramática situación. En un siglo (de 1910 a 2010) el número de los cristianos e países como Egipto, Israel, Palestina y Jordania ha pasado del 14 al 4% de la población

Los cristianos en Medio Oriente están «mal» o «menos mal», declaró hace algunos días el Patriarca latino Fouad Twal de Jerusalén, y añadió que la condición de los palestinos en Cisjordania es, sin duda, mejor que la que viven los cristianos en Siria y en Irak, sobre todo los que se vieron obligados a abandonar sus casas frente al avance de los milicianos del llamado Estado Islámico.

 


«¿Asistimos al fin del cristianismo en Medio Oriente?», se pregunta ‘The New York Times’ en su revista del domingo 26 de julio (titulada «La sombra de la muerte»).

 

Empezando con la historia de Diyaa y Rana, cónyuges de Qaraqosh, la localidad cristiana iraquí más grande de la Llanura de Nínive (que ocupa alrededor de 1500 millas cuadradas encerradas entre el territorio kurdo y el territorio árabe, y que fue hasta el verano pasado el ‘granero’ de Irak, debido a sus amplios cultivos de cereales, y que también era famosa por sus ganados y actividades comerciales), el reportaje hunde las raíces en los albores de la fe cristiana en aquella tierra. Y, como telón de fondo, los testimonios sobre el terror que acompaña la expansión de las milicias del EI, sobre los pozos que han sido secados (en zonas en donde las temperaturas llegan a más de 43°C), sobre las decapitaciones en masa, sobre la fuga de las personas hacia Erbil (la capital de la zona kurda, a unas 50 millas al norte).

 

La mayor parte de los cristianos de Irak se dicen asirios, caldeos o sirios, nombres diferentes para indicar una raíz étnica común que se fue desarrollando en los reinos mesopotámicos entre el Tigris y el Éufrates miles de años antes de Cristo. Según el historiador Eusebio, el cristianismo habría llegado a la zona durante el primer siglo, pero la tradición indica que Tomás, uno de los apóstoles, habría enviado a Tadeo, uno de los primeros que se convirtieron del hebraísmo, a predicar el Evangelio a Mesopotamia.

 


El cristianismo creció en pacífica convivencia con otras tradiciones religiosas, como el judaísmo, el zoroastrismo y el monoteísmo de los drusos, yazidíes y otros: comunidades en conflicto entre sí y divididas por diferencias doctrinales que todavía persisten en la actualidad. Cuando las primeras tropas islámicas llegaron de la península árabe durante el siglo VII, el paso al dominio islámico se dio sin grandes traumas: los cristianos del Oriente contaban con cierta protección; es cierto que tenían que pagar la ‘yizia’ (el impuesto islámico para los no musulmanes), pero se les permitía lo que para los musulmanes estaba prohibido: comer carne de cerdo, beber alcohol, y los gobernantes musulmanes tendían a ser muy tolerantes con las minorías (frente a sus homólogos cristianos) y, durante alrededor de 1500 años, las diferentes religiones prosperaron hombro con hombro.

 

Hace cien años, dos hechos pusieron en marcha el periodo de violencias más grande en contra de los cristianos la caída del Imperio otomano y la Primera Guerra Mundial. El genocidio que perpetraron las Juventudes Turcas en nombre del nacionalismo (¡y no de la religión!) provocó la muerte de, por lo menos, dos millones de armenios, asirios y griegos, principalmente cristianos. Entre los sobrevivientes, los más educados fueron hacia el Occidente, otros se establecieron en Irak o en Siria, protegidos por los dictadores militares.

 

En el arco de un siglo (de 1910 a 2010) el número de los cristianos en el Medio Oriente, en países como Egipto, Israel, Palestina y Jordania, ha seguido disminuyendo: si al principio del siglo XX los cristianos representaban el 14% de la población, ahora son solamente el 4%. También en el Líbano, el único país de la región en el que los cristianos tienen una presencia significativa, su número se ha ido reduciendo a lo largo del último siglo, del 78% al 34%. Las razones de este ocaso tienen que ver con el bajo índice de natalidad, con el clima políticamente hostil y con las crisis económicas, pero también el miedo es un factor de peso: el avance contemporáneo de grupos extremistas o la percepción de que sus comunidades se están extinguiendo, inducen a las personas a abandonar sus tierras.

 


Desde hace más de una década los extremistas han tomado como blanco a los cristianos y a otras minorías, que son considerados normalmente como emblema del mundo occidental: en Irak, la invasión estadounidense provocó que huyeran miles de personas: «Desde 2003 hemos perdido sacerdotes, obispos y más de 60 Iglesias fueron bombardeadas en Irak», declaró Bashar Warda, arzobispo católico de Erbil. Con la caída de Saddam Hussein, los cristianos se redujeron a menos de 500 mil unidades (en 2003 eran más de un millón y medio).

 

 

La ‘primavera árabe’ sólo empeoró las cosas. Después de las caídas de dictadores como Mubarak, en Egipto, o Gaddafi, en Libia, la atávica protección de las minorías se acabó y ahora el EI está tratando de arrancar las raíces de los cristianos y otras minorías cancelando, con la fuerza de las armas, la antigua historia de la región, con el objetivo de legitimar su empresa milenaria utilizando los medios de comunicación para advertir a la población.

 

Por primera vez el futuro del cristianismo en la región es incierto. «¿Cuánto tiempo más podremos huir antes de que nosotros y las demás minorías nos convirtamos solo en un capítulo dentro de un libro de historia?», se pregunta Nuri Kino, periodista que fundó un grupo de presión para exigir una acción por parte del Occidente. Según un estudio del Pew Institut, los cristianos ahora están viviendo la persecución religiosa más fuerte de su historia. «El EI solo encendió los reflectores sobre un problema de supervivencia», dice Ana Eshoo, parlamentaria demócrata de California, cuyos padres provenían de aquella región, y muy comprometida en la defensa de los cristianos del Medio Oriente.

 

Desde que comenzó la guerra civil en Siria en 2011, Assad ha permitido que los cristianos abandonaran el país: casi un tercio de ellos, alrededor de 600 mil, no tuvieron otra oportunidad.


Durante la primavera, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reunió para afrontar la situación de las minorías religiosas en Irak: «Si prestamos atención a los derechos de las minorías solo después del inicio del dramático genocidio, hemos fracasado desde el principio», declaró Zeid Ra’ad al-Hussein, alto comisionado para los derechos humanos.

 

Ha sido prácticamente imposible, afirma ‘The New York Times’, para dos presidentes de los Estados Unidos (Bush, evangélico conservador, y Obama, liberal progresista) afrontar en serio la difícil situación de los cristianos debido a los temores del «choque de civilizaciones». «Una de las sombras de la administración Bush fue la incapacidad de afrontar este problema, directa consecuencia de la invasión», dice Timothy Shah, director del Freedom Project de la Georgetown University.

 

Recientemente, la Casa Blanca fue criticada por no querer pronunciar el mismo término «cristiano»: cuando, durante el invierno, el EI masacró a los coptos egipcios en Libia, el Departamento de Estado se refirió a las víctimas simplemente como «ciudadanos egipcios». Daniel Philpott, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Notre Dame, indicó: «Cuando se calla sobre el hecho de que el EI tiene motivaciones religiosas y que tiene en la mira a las minorías religiosas, la prudencia de la actual administración parece excesiva».

 

Aunque el EI fuera derrotado, el destino de las minorías religiosas en Siria e Irak sería desolador: «Vivimos aquí como grupo étnico desde hace 6000 años y, como cristianos, desde hace 1799 años -dice Srood Maqdasy, miembro del Parlamento kurdo. Tenemos nuestra cultura, la lengua y la tradición. Si viviéramos dentro de otras comunidades, todo esto desaparecería en dos generaciones».

 

La solución práctica, según algunos, sería la de construir un refugio seguro en la Llanura de Nínive, tal vez administrado por ACNUR como solución permanente. O una solución del tipo ‘no-fly zone’, aunque todavía habría que ver si la apoyaría la comunidad internacional.


Para otros, la convivencia entre las diferentes religiones se ha acabado: «Ya no hay tiempo para esperar soluciones», afirmó el padre Emanuel Youkhana, que dirige el Christian Aid Program en el norte de Irak. Irak es un matrimonio forzoso entre sunitas, chiitas, kurdos y cristianos, y no salió bien. Yo, como sacerdote, prefiero el divorcio».(Marìa Teresa Pontara Penderiva-VATICAN IJNSIDER)