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El Papa en un tema espinoso: salida al mar para Bolivia
09 - 07 - 2015 - CULTURA - PolĂ­tica

El Papa Francisco se refirió hoy al contencioso abierto entre Bolivia y Chile por el reclamo del primero de una salida al mar, el Papa animó hoy a los bolivianos a abordar los asuntos complejos “sin agresividad, rencor o enemistad” con sus países vecinos.

Lo hizo en la catedral de Nuestra Señora de la Paz de esta ciudad, durante un encuentro con autoridades civiles durante el cual participaron el presidente Evo Morales, políticos, personalidades del mundo de la cultura, del voluntariado y diplomáticos.

Agregando de manera sorpresiva una frase al discurso preparado habló de “evitar conflictos entre pueblos hermanos”, de buscar “soluciones compartidas” y añadió, improvisando: “Y acá me refiero a la salida al mar… ese es mi mensaje”. Según el líder católico una nación que busca el bien común no se puede cerrar en sí misma, porque las redes de relaciones afianzan a las sociedades y el problema actual de la inmigración lo demuestra.

“El desarrollo de la diplomacia con los países del entorno, que evite los conflictos entre pueblos hermanos y contribuya al diálogo franco y abierto de los problemas, es hoy indispensable. Hay que construir puentes en vez de levantar muros. Todos los temas, por más espinosos que sean, tienen soluciones compartidas, razonables, equitativas y duraderas. Y, en todo caso, nunca han de ser motivo de agresividad, rencor o enemistad que agravan más la situación y hacen más difícil su resolución”, agregó.

Bergoglio pronunció un discurso incisivo y variado en sus temas. Indicó a la unidad como uno de los desafíos principales del país sudamericano, cuya historia ha sido oscurecida por la “sombra” de “la explotación, la avaricia y múltiples egoísmos y perspectivas sectarias”. Constató que, al contrario, hoy por hoy Bolivia puede crear “nuevas síntesis culturales” y está llamada a ser “esa multiforme armonía que atrae” en la integración y en su búsqueda de la unidad.

 “¡Qué hermosos son los países que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindos cuando están llenos de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!”, exclamó.

Se mostró preocupado porque la familia está amenazada “en todas partes” por la violencia doméstica, el alcoholismo, el machismo, la drogadicción, la falta de trabajo, la inseguridad ciudadana, el abandono de los ancianos y los niños de la calle, sosteniendo que la institución familiar resuelve en silencio muchos problemas sociales y advirtió que no promoverla es dejar desamparados a los más desprotegidos.

También habló sobre la raíz de la degradación social y de la naturaleza. Constató que los seres humanos se habitúan muy fácilmente al ambiente de inequidad que les rodea, se vuelven insensibles a sus manifestaciones y así confunden, sin darse cuenta el “bien común” con el “bien- estar”, sobre todo cuando son ellos quienes lo disfruta.

Pero ahí desenmascaró el error, argumentado que el bienestar que se refiere solo a la abundancia material pero que, a final de cuentas, tiende a ser egoísta, a defender los intereses de parte, a no pensar en los demás, y a dejarse llevar por la tentación del consumismo. Alertó que, así entendido, el bienestar, en vez de ayudar, incuba posibles conflictos y disgregación social; instalado como la perspectiva dominante, genera el mal de la corrupción que cuánto desalienta y tanto mal hace.

Para el obispo de Roma el bien común, en cambio, es algo más que la suma de intereses individuales, sino que es un pasar de lo que “es mejor para mí” a lo que “es mejor para todos”, e incluye todo aquello que da cohesión a un pueblo: metas comunes, valores compartidos, ideales que ayudan a levantar la mirada, más allá de los horizontes particulares.

Más adelante estableció que si la política se deja dominar por la especulación financiera o la economía se rige únicamente por el “paradigma tecnocrático y utilitarista de la máxima producción”, no se podrán ni siquiera comprender, y menos aún resolver, los grandes problemas que afectan a la humanidad.

Según Bergoglio, para el desarrollo armónico de la sociedad es necesaria también la cultura, de la que forma parte no solo la capacidad intelectual del ser humano en las ciencias y de la capacidad de generar belleza en las artes, sino también las tradiciones populares locales, con su particular sensibilidad al medio de donde han surgido y al que dan sentido. Por eso consideró urgente establecer una educación ética y moral, que cultive actitudes de solidaridad y corresponsabilidad entre las personas.

“El ambiente natural y el ambiente social, político y económico están íntimamente relacionados. Nos urge poner las bases de una ecología integral, que incorpore claramente todas las dimensiones humanas en la resolución de las graves cuestiones socioambientales de nuestros días. Si no los glaciares de esos montes seguirán retrocediendo... y la lógica de la recepción, la conciencia del mundo que queremos dejar a los que nos sucedan, su orientación general, su sentido, sus valores también se derretirán como esos hielos”, sentenció.(VATICAN INSIDER)