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Psicoterapia al Papa argentino
23 - 10 - 2013 - PAPADOS - Francisco

Ardua tarea la de escudriñar la mente de un Papa que nunca dejó de ser lo que siempre fue pero resuelto dar vuelta todo para que sea como los mejores intencionados hubieran querido que sea y de éstos en primer lugar el benemérito Emérito. Que la Esposa de Cristo trasunte belleza es tarea que tiene responsables de primer orden pero de este cometido nadie está eximido

Del Papa Francisco, desde el inicio de su pontificado (bueno, de su servicio, que tenemos que cambiar con él el lenguaje), son muchas las cosas de las que, con su testimonio, nos ha propuesto.

Y también son muchas las reacciones a la provocación que suponen sus testimoniales propuestas. Se me antojan al menos siete de cada: siete testimonios suyos que son también siete propuestas, y por cada una de ellas, siete reacciones a siete provocaciones.

1.- Humildad: la de un Papa que se inclino hasta rozar el balcón del San Pedro para que fuera el pueblo quien lo bendijese a él y rezase con él, que se autodefine como “principalmente un pecador”, y que no espera, como otros hermanos suyos en el episcopado, a que el chofer le abra la puerta del coche.

2.- Transparencia: la de quien comparte con quienes le visitan o con los MCS, lo que piensa, sin misterios ni ocultamientos absurdos, como cuando les explicó a los periodistas a la vuelta de Brasil las dificultades para ir a Tierra Santa o las dos posibles fechas para la canonización de Juan XIII y Juan Pablo II con las ventajas y las desventajas de cada una de ellas.

3.- Normalidad (antes que austeridad, porque algunos modos anteriores no eran lujosos, pero sí que resultaban un tanto anacrónicos): la de un Papa que lleva sus viejos zapatos de siempre, que necesita vivir “con otros”, que cuando viaja lleva él mismo en una pequeña cartera su breviario y su bolsa de aseo, o que luce un pectoral de hojalata que venden en Roma en bolsas de a diez.

4.- Proximidad con todos: con los responsables de las congregaciones romanas, con quienes despacha por teléfono, que también utiliza para llamar al menos a algunos de los que le escriben, porque se sabe padre y hermano. Su página preferida del Evangelio es la parábola del buen samaritano, no porque sea la que más cita, que también es así, sino porque la vive todos los días.

5.- Misericordia: es su palabra preferida. Dios es misericordia, la Iglesia es misericordia, es más, es como un hospital en el campo de batalla de este mundo. Está para curar las heridas de los hombres, no para hurgar en ellas.

6.- Reforma: no sólo reforma de la curia romana, no sólo reforma organizativa, sino reforma profunda, la de una Iglesia que siempre ha de estar en estado de reforma y que, de vez en cuando, el Espíritu Santo da un sartenazo en la cocina de su historia para dar la vuelta a la tortilla.

7.- Novedad en la continuidad: en todos los puntos anteriores hay una continuidad progresiva con los últimos papas: la humildad de Benedicto, la proximidad de Juan Pablo II, la trasparencia de Juan Pablo I, la reforma de Pablo VI, la misericordia de Juan XXIII. Pero también una novedad: en la aceleración de los cambios, en el estilo, en los acentos, y en el lenguaje.

A su vez, cada una de estas propuestas testimoniales ha provocado (porque son propuestas provocativas) en todo el mundo, dentro y fuera de la Iglesia, reacciones diversas:

· a su humildad, casi todos han con reaccionado con la simpatía profunda, inaudita, y universal;

· a su trasparencia, con una credibilidad inmediata, rendida a su coherencia;

· a su normalidad, con nuevo o mayor interés en su mensaje (los gestos no son tan efímeros como podrían parecer sobre todo cuando algunos de ellos responden a decisiones bien discernidas);

· a la proximidad, con la proximidad recíproca, que en no pocos casos significa reintegración (¡Cuantos se sienten reconocidos y reconfortados! ¡Cuantos “vuelven a casa”!);

· a su misericordia, en muchos agradecimiento, en algunos pocos perplejidad;

· a su talante reformador, en muchos esperanza, en otros temor (terrible y peligroso);

· y a su novedad en la continuidad, en algunos excesiva y sospechosa preocupación por salvar la continuidad, en otros incluso más o menos disimulado o más o menos explícito rechazo, pero en muchos, en casi todos, entusiasta fidelidad a ojos cerrados.(Manuel Bru-Aleteia)