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Agustín mirado por Francisco
28 - 08 - 2013 - HISTORIA - Antigua

San Agustín, el genial santo autor de la primera gran síntesis de fe y razón, evocado en su día por el Papa Francisco

 En la inauguración en Roma del 184º Capítulo General Ordinario de la Orden de San Agustín el Papa Francisco aceptó presidir la eucaristía de apertura. Eucaristía, junto con vísperas, que tuvo lugar en un lugar de especial significación, como es la basílica llamada de los santos Trifón y Agustín en el Campo Marzio.

Esta iglesia, ubicada en las inmediaciones de la plaza Navona de Roma acoge los restos de santa Mónica, la madre de san Agustín. Puede decirse que ha sido ella la que ha llevado al papa Francisco a presidir este día la misa en San Agustín “Santa Mónica tiene que estar cansada de escucharme, por las muchas veces que entré a rezar ante su tumba

La homilía del papa Francisco fue toda ella una glosa de la que sin duda es la frase más conocida de san Agustín, en las Confesiones: “Señor, Tú nos hiciste para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti
Primero abordó el Papa la inquietud en el sentido de búsqueda espiritual. Hizo ver cómo Agustín fue un auténtico triunfador en el plano profesional, aunque no por ello abandonó la búsqueda en el sentido más profundo: “su corazón no está adormilado; mejor dicho, no está anestesiado por las cosas, por el éxito, por el poder. Agustín no se cierra en sí mismo; no se apoltrona, sigue buscando la verdad, el sentido de la vida”. De esta forma, Agustín descubre que Dios lo estaba esperando. Y el Papa hace la aplicación: el ejemplo de Agustín interpela al hombre moderno, que muchas veces tiene un corazón atrofiado y cerrado a Dios.

Justamente la inquietud es lo que lleva a Agustín al encuentro con Dios. De esta forma descubre un Dios cercano, “más dentro de mí que yo mismo”. Pero tampoco se para ahí: no se limita a regodearse en Dios, como quien ya ha llegado. Agustín sigue caminando. La inquietud se le convierte en deseo de conocerlo cada vez mejor y darlo a conocer a los demás.
La tercera inquietud que analiza Francisco es la del amor. “Al hablar esto dice no puedo no mirar a la madre”. Mónica, como tantas madres hoy, lloran el alejamiento de los hijos. A todas ellas se dirige Francisco: “No perdáis la esperanza de la gracia de Dios”. Y, en Mónica, las elogia a todas: “Mujer inquieta era esta mujer. Agustín es heredero de Mónica: de ella recibe el germen de la inquietud”. A ésta llama Francisco la inquietud del amor, que lleva a buscar sin parar el bien del hermano de carne y hueso.