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Bergoglio, gran diplomático. Con alguna excepción
27 - 06 - 2015 - CULTURA - Política

Con Cuba, Ucrania y China ha sido realista hasta el extremo, incluso a costa de causar dolor a los fieles. Pero después desafía a los países musulmanes sobre la libertad religiosa. Y en la ONU combate duramente contra el aborto y la ideología de género. Análisis de Sandro Magister.

 "No hemos tenido nunca tanto trabajo", asegura el embajador británico ante la Santa Sede, Nigel Baker. "Todos los gobiernos nos piden continuamente informes sobre los movimientos del Papa Francisco".

La encíclica ecológica "Laudato si'", tan armonizada con la Expo alimentaria de Milán y con las cumbres mundiales sobre el clima, es el último golpe maestro de un pontífice que ha vuelto a situar a la Iglesia entre los protagonistas de la geopolítica. Con Vladimir Putin que, en su presencia, besa los iconos y se hace el signo de la cruz (ver foto). Con Simon Peres y Mahmoud Abbas acudiendo juntos para rezar a su lado. Con Raúl Castro que le promete regresar a la iglesia.

El incidente de hace dos meses con Turquía, causado por la denuncia que hizo el Papa Francisco del genocidio armenio enfureciendo a Recep Tayyip Erdogan, no parece haber turbado este idilio universal.

En la secretaría de Estado el cardenal Pietro Parolin, diplomático de alto nivel, vigila para que ningún movimiento impulsivo turbe sus pacientes tramas. Y Francisco casi siempre se adapta, aun a costa de causar dolor entre muchos de sus fieles.

Es lo que sucede en Cuba, donde en el coro general que ensalzaba la distensión propiciada por el Papa según han reconocido Obama y Castro, no se ha oído ni una sola palabra por parte del Vaticano en relación a los mártires del régimen, a los cientos de personas que han muerto en el mar huyendo de la dictadura, a los miles de opositores inocentes que aún están en la cárcel.

Sucede lo mismo en Ucrania, donde millones de católicos de rito oriental, con a la cabeza sus obispos, se han sentido heridos y lo han dicho en voz alta, por la definición de "guerra fratricida" aplicada por el Papa a su defensa de las anexiones y agresiones rusas.

Sucede lo mismo en China, donde el cardenal Giuseppe Zen Ze-kiun se define decepcionado por el silencio de Roma y del Papa sobre los dos obispos que han desaparecido en la cárcel, sobre otro arrestado, sobre las cruces destruidas, sobre la libertad negada, en la vana ilusión de que este silencio pueda reiniciar las relaciones diplomáticas con Pekín.

Y sin embargo hay otro aspecto, menos conocido y más audaz, en la geopolítica del Papa Francisco y de su secretario de Estado, que impide situarlos a nivel de la pura Realpolitick.

A veces Francisco actúa por su cuenta, como sucedió en Turquía, cuando tras haber pisado el freno durante mucho tiempo, por fin se ha rebelado a la cautela dictada por la secretaría de Estado sobre el genocidio armenio, sin preocuparse de los contragolpes que de ello se derivarían.

Pero lo más frecuente es que la acción esté acordada entre el Papa y sus diplomáticos.

Es el caso, por ejemplo, del acuerdo entre la Santa Sede y el Estado de Palestina estipulado el 13 de mayo, ratificado por el gobierno de Ramallah y firmado definitivamente el 26 de junio en el Vaticano.

De hecho, la novedad en este caso no consiste, como han escrito muchos, en la fórmula "Estado de Palestina", ya regularmente en uso en el Vaticano desde el final del pontificado de Benedicto XVI, sino sobre todo en el reconocimiento explícito de la libertad de religión y de conciencia, como también de la libertad de la Iglesia no sólo en los lugares de culto sino también en las actividades caritativas y sociales, en la enseñanza, en los medios de comunicación; en resumen, en la vida pública.

Se trata de un reconocimiento sin precedentes por parte de un país musulmán y podría abrir el camino a avances similares en otros países. No es casualidad que el cardenal Parolin haya viajado la semana pasada a Abu Dhabi para inaugurar una nueva iglesia junto a las más altas autoridades de los Emiratos Árabes Unidos: un mensaje elocuente para la vecina Arabia Saudita, donde la sola posesión de una Biblia sigue siendo un reato gravísimo.

Y después tenemos a la ONU, donde la Santa Sede es de todo menos condescendiente.

Aquí nada ha cambiado desde la llegada del Papa Francisco. Sus representantes en el Palacio de Cristal siguen oponiéndose con todas sus fuerzas a fórmulas del tipo "salud reproductiva", "igualdad de género", "planificación de la natalidad". Cada vez que aparecen en algún documento solicitan que se quiten y si no lo consiguen hacen que se ponga en acta su disentimiento.

En resumen, en la escena mundial el Papa Francisco no ha dejado de defender la vida que nace y la familia natural. El 25 de noviembre de 2014, en Estrasburgo, ante el parlamento europeo, no ha dudado en reprender por los "niños asesinados antes de nacer".

Sobre esto los gobiernos prefieren correr un tupido velo y los grandes medios de comunicación hacen oídos sordos. Pero el hecho permanece.(Sandro Magister-CHIESA)