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Quinientos años del “Santo de la alegría”
26 - 05 - 2015 - HISTORIA - Otros

Hoy se celebran los quinientos años de San Felipe Neri, dando inicio al Año Jubilar, con motivo del V Centenario de su nacimiento en 1515 en Florencia, Italia. Presentamos una reseña de su vida y congratulamos a la comunidad oratoriana en Argentina responsable de Cristo Hoy y demás publicaciones.

Si queremos reír mientras leemos la vida de un santo, no tenemos más que tomar en nuestras manos la vida de san Felipe Neri, un hombre que santificó realmente el buen humor.

Después, después...

Tenía gracia y sabía hacer las cosas con humor. Enseñaba y avisaba sin ofender. Y riendo, riendo, introducía las verdades mayores en las almas. Aquel joven -éste es uno de los casos suyos que más se cuentan- era un buen soñador. Felipe le quiere hacer ver la vanidad de la vida, y empieza con sus "después" famosos: -Y ahora, ¿qué piensas hacer, muchacho? -Pues, estudiar fuerte y sacar mi carrera. -¿Y después?... -Después, buscarme un trabajo que me dé nombre y me dé dinero. -¿Y después? -Después, me buscaré mi novia, naturalmente, y que sea buena y bonita. -¿Y después? -Después, me casaré, y a ser feliz. -¿Y después? -Después..., eso que he dicho, a ser feliz toda mi vida con mi mujer. -¿Y después?... -¡Toma! Pues, como todos los hombres. Después, a morir, y ojalá sea de viejo, ¿no le parece?... -¿Y después? -Después, después... -Ya te lo digo yo. Después a presentarte en el tribunal de Dios, a darle cuenta de toda tu vida y a recibir de Él la sentencia que durará para siempre.

Letrado cocinero

Con otro lo hizo de una manera más seria, aunque igual de alegre. Entre sus discípulos del Oratorio tenía uno muy bien preparado, listo y ejemplar. Por luz divina -pues Felipe conocía mucho a las almas- intuye lo que le aguarda a aquel su estupendo dirigido, llamado César Baronio. El Santo, en vez de dedicarlo a los estudios en los que brillaría tanto, lo manda a la cocina y allí lo tiene en humildad y sacrificio durante mucho tiempo. César obedece rendido. Y sin quejarse, y con buen humor, escribe en la pared una frase que se ha hecho muy famosa: -César Baronio, cocinero perpetuo. Cuando César está ya bien entrenado en la humildad y el sacrificio, Felipe lo saca de la cocina y lo destina a los estudios. Vino lo que se esperaba: César investiga, enseña, escribe y se convierte como historiador en una autoridad, de prestigio enorme en toda Europa con su obra monumental Los Anales. Ya teníamos al sabio y santo cardenal Baronio, y no un profesor y un escritor vulgar y vanidoso.

Joven apostólico

Felipe, nacido en Florencia, es mandado por su padre con un tío suyo que le quiso dejar su fortuna, aunque decía: “Le dejaría todo a este sobrino si no rezase tanto”. Y es que Felipe, más que al negocio, atendía a las almas. Se entretenía con los clientes preguntándoles: ¿Ya vas Misa el domingo? ¿Comulgaste por Pascua? ¿Te sabes el Padrenuestro?... A Felipe no le iba el negocio.

San Felipe recibió influencia de los dominicos en su infancia y juventud; de anciano no dudaba en colocar la aureola sobre Sabonarola -el controvertido fraile florentino que luchó con su vida contra

la paganización-; luego en Montecasino la recibió de los benedictinos, con quienes experimentó el gusto por la soledad, el silencio y su primera conversión.

En Roma trabajó de instructor de niños en una familia y cuando se entregó exitosamente a los estudios los interrumpió para poder entregarse más directamente a los hermanos, a las almas, aún antes de hacer efectiva su vocación religiosa.

Felipe se marcha a Roma, y ya no se movería de allí nunca más. Hasta los treinta y seis años, Felipe es un apóstol seglar: visita hospitales, enseña catecismo y atiende a los pobres.

Cofradía de los pobres

En 1548, con la ayuda del P. Persiano Rossa -su confesor que vivía en San Girolamo della Carita y unos 15 laicos- San Felipe fundó la Cofradía de la Santísima Trinidad, conocida como la cofradía de los pobres, que se reunía para los ejercicios espirituales en la iglesia de San Salvatore in Campo. Dicha cofradía, que se encargaba de socorrer a los peregrinos necesitados, ayudó a San Felipe a difundir la devoción de las cuarenta horas (adoración Eucarística), durante las cuales solía dar breves reflexiones llenas de amor que conmovían a todos. Dios bendijo el trabajo de la cofradía y que pronto fundó el célebre hospital de Santa Trinita dei Pellegrini; en el año jubilar de 1575, los miembros de la cofradía atendieron ahí a 145.000 pacientes. Así pues, a los treinta y cuatro años de edad, San Felipe había hecho ya grandes cosas.

Las Indias de San Felipe

Cuando se ordenó de sacerdote, piensa en ir a las misiones de las Indias. Pero recibe este aviso del Cielo: “Felipe, tus Indias están en Roma. No te moverás de aquí”. La obra de san Felipe habría de consistir en reevangelizar la ciudad de Roma y lo hizo con tal éxito, que un día se le llamarían "el Apóstol de Roma".

Así, Felipe será el gran Santo de Roma. Una de sus preocupaciones eran los carnavales en que, con el pretexto de "prepararse" para la cuaresma, se daban al libertinage. San Felipe propuso la santa diversión de visitar siete iglesias de la ciudad, una peregrinación de unas doce millas, orando, cantando y con un almuerzo al aire libre. Horas inacabables de confesonario... Horas y horas con turbas de niños, con los que juega y se divierte, aunque los mayores no entiendían cómo los aguantaba. Pero él contestaba: “Con tal que no ofendan a Dios, si les gusta pueden cortar leña sobre mis espaldas”. Y se dirige a los niños: “¡A jugar y a divertirse todo lo que se pueda!” Lo único que os pido es que no cometáis nunca un pecado mortal...

Felipe y los grandes

Fue amigo de muchos santos de la época entre los que estaba san Ignacio, quien lo invitó a su Orden -cuyo estilo distaba mucho del de san Felipe Neri; mantuvo un altercado con san Carlos Borromeo por no poder atender a sus pedidos de casas en Milán; le profetizó su obra al fundador

de los Camilos, san Camilo de Lelis; era compinche de san Felix Cantalicio de los capuchinos; reyes, cardenales y papas, tenían sus interrogantes sobre el humilde cura más humorista que taumaturgo.

Signos de santidad

Es muy conocido el fenómeno del corazón: sufrió una inflamación tal que le estalló y le dobló dos o tres costillas... Al celebrar la Misa, se quedaba absorto, fijos los ojos en la Sagrada Hostia después de la consagración... El monaguillo se escapaba de la iglesia y lo dejaba solo en el altar. Regresaba al cabo de dos horas, Felipe volvía en sí, y proseguía la celebración...

Dones extraordinarios

El santo tenía el poder de leer el pensamiento de sus penitentes y logró numerosas conversiones. Algunos recibían de penitencia mendigar por alimentos u otras prácticas de humillación. Uno de los beneficios de la guerra contra el ego es que abre la puerta a la oración. Decía: "Un hombre sin oración es un animal sin razón”.

San Felipe tenía el don de curación, devolviéndoles la salud a muchos enfermos. También, en diversas ocasiones, predijo el porvenir. Vivía en estrecho contacto con lo sobrenatural y experimentaba frecuentes éxtasis.

Infaltables detractores

San Felipe tuvo muchos éxitos pero también gran oposición. Uno de estos fue el cardenal Rosaro, vicario del Papa Pablo IV. El santo fue llamado ante el cardenal acusado de formar una secta. Se le prohibió confesar y tener mas reuniones o peregrinaciones. Su pronta y completa obediencia edificó a sus simpatizantes. El santo comprendía que era Dios quien le probaba y que la solución era la oración.

El cardenal Rosario murió repentinamente. El santo no guardó ningún resentimiento hacia el cardenal ni permitía la menor crítica contra este.

Más de una vez intentó el Papa nombrarlo cardenal. Felipe lo rechazaba siempre, pero sin despreciar ni ofender. Cuando se lo comunicaban, tomaba su bonete viejo, lo lanza al aire haciendo piruetas, y exclama riendo: “¡Cielo, cielo, que no cardenalatos quiero!”

Sus últimos años

Sufrió varias enfermedades y dos años antes de morir logró renunciar a su cargo de superior, siendo sustituido por Baronio.

El último día había llegado y san Felipe Neri tenía que morir con el buen humor con que había vivido. Era el 25 de Mayo de 1595. Se levantó, ofició la Santa Misa como de costumbre, se confesó,

rezó, y dió a sus discípulos del Oratorio un brazo. Se acostó otra vez, y preguntó en medio de la noche: -¿Qué hora es? -Las tres. -¿Las tres? Tres y dos son cinco, tres y tres son seis, y a las seis la partida... ¡A las seis se iba al Cielo!

Fue canonizado en el año 1622 por Gregorio XV.. En el Santoral, su onomástico se celebra el 26 de mayo.

REDACCIÓN CRISTO HOY/imagen: oracionesyplegarias.com