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Francisco: ¡no descarguemos nuestras culpas sobre los niños!
08 - 04 - 2015 - PAPADOS - Francisco

El Papa dedicó la audiencia general a los niños, objeto de tráficos indignos, entrenados para las guerras, víctimas de una economía injusta, de relaciones inmaduras o de separaciones irresponsables. "¡Con los niños no se juega!" enfatizó.

«¡No descarguemos sobre los niños nuestras culpas, por favor!». Papa Francisco dedicó a las «historias de pasión» de los niños la Audiencia general de hoy, continuando con el ciclo de catequesis sobre la familia, en el marco del recorrido sinodal, y recordó a todos los niños «rechazados, abandonados, despojados de su infancia y de su futuro», a todos los que son presa «de los delincuentes, que los explotan para indignos tráficos y comercios, o entrenándolos para la guerra y la violencia», así como a los pequeños sobre los que pesan «los efectos de vidas desgastadas por un trabajo precario y mal pagado, por horarios insostenibles, por transportes ineficientes», o que «pagan el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables»: «¡Con los niños no se juega!».


«Ya hemos hablado del gran don que son los niños –recordó Jorge Mario Bergoglio prosiguiendo la reflexión que había comenzado el miércoles pasado–; hoy debemos hablar desgraciadamente de las “historias de pasión” que viven muchos de ellos. Muchos niños desde el principio son rechazados, abandonados, despojados de su infancia y de su futuro. Algunos osan decir, casi para justificarse, que fue un error hacerlos venir al mundo. ¡Pero esto es vergonzoso! No descarguemos sobre los niños nuestras culpas, por favor! Los niños no son nunca un error. Su hambre no es un error, como tampoco lo es su pobreza, su fragilidad, su abandono: muchos niños abandonados por las calles; y tampoco lo es su ignorancia o su incapacidad: muchos niños que no saben qué es una escuela. Acaso, estos son motivos para amarlos más, con mayor generosidad. ¿Qué hacemos con las solemnes declaraciones de los derechos del hombre y de los niños, si después castigamos a los niños por los errores de los adultos?».



«Cada niño marginado, abandonado, que vive en las calles mendigando y con cualquier tipo de expedientes, sin escuela, sin atenciones médicas, es un grito que sube hacia Dios y que acusa al sistema que nosotros, los adultos, hemos construido», prosiguió el Papa. «Y desgraciadamente estos niños viven dramas que los marcan fuertemente, debido a la crisis de la familia, a los vacíos educativos y a condiciones de vida a veces inhumanas. De cualquier manera, son infancias violadas en el cuerpo y en el alma. ¡Pero ninguno de estos niños es olvidado por el Padre que está en los cielos! ¡No se pierde ninguna de sus lágrimas! Así como tampoco se pierde nuestra responsabilidad, la responsabilidad social de las personas, de cada uno de nosotros, y de los países». Es cierto, prosiguió el Papa, que «gracias a Dios los niños con grandes dificultades encuentran a menudo padres extraordinarios, listos para cualquier sacrificio y cualquier generosidad. ¡Pero estos padres no deberían ser abandonados! Deberíamos acompañar sus fatigas y también ofrecerles momentos de alegría compartida y alegría desenfadada, para que no estén atrapados solo en la rutina terapéutica. Cuando se trata de niños, de cualquier manera, no se deberían escuchar esas fórmulas de defensa legal de despacho, tipo: “Después de todo, nosotros no somos un ente de beneficencia”, o : “En su privacidad, cada quién es libre de hacer lo que quiera”, o: “Lo sentimos, no podemos hacer nada”. Estas palabras no sirben cuando se trata de niños. Demasiado a menudo –denunció el Papa– caen sobre los niños los efectos de vidas desgastadas por un trabajo precario y mal pagado, por horarios insostenibles, por transportes ineficientes… Pero los niños también pagan el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables, son las primeras víctimas; sufren los resultados de la cultura de los derechos subjetivos exasperados, y se convierten en sus hijos más precoces. A menudo absorben violencia que no son capaces de desehcar, y bajo la mirada de los grandes se ven obligados a acostumbrarse a la degradación». «Incluso en nuestra época, como en el pasado, la Iglesia pone su maternidad al servicio de los niños y de sus familias», continuó el Papa. «Lleva a los padres y a los hijos de este nuestro mundo la bendición de Dios, la ternura materna, el regaño firme y la condena decidida. Hermanos y hermanas, piénsenlo bien: ¡con los niños no se juega!».


«Piensen –dijo Bergoglio– en una sociedad que decidiera, de una vez por todas, establecer este principio: “Es cierto que no somos perfectos y que cometemos muchos errores. Pero cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ninguno de los sacrificios de los adultos será juzgado demasiado costoso o demasiado grande, con tal de evitar que un niño piense que es un error, que no vale nada y que sea abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres». El Señor, concluyó el Papa citando el Evangelio de Mateo, «juzga nuestra vida escuchando lo que le refieren los ángeles de los niños, ángeles que siempre ven el rostro del Padre que está en los cielos. Preguntémonos siempre: ¿qué le contarán a Dios de nosotros estos ángeles de los niños?».


Al final de la audiencia, el Papa se dirigió a los fieles de lengua árabe provenientes de Irak y del Medio Oriente, y subrayó que «los niños son a menudo las primeras víctimas de los problemas familiares, de los conflictos, de las guerras y de las persecuciones», y rezó «por todos los niños que sufren, pidiendo al Señor que los proteja de todo mal, que despierte a las consciencias adormiladas y que convierta a los corazones de piedra para que no falten amor y cuidados a ningún niño».(Iacopo Scaramuzzi-VATICAN INSIDER)