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¿Quién lleva las cuentas de la bolsa de Pedro?
07 - 03 - 2015 - VATICANO - Organismos

"Los estatutos del nuevo dicasterio económico asignan al cardenal Pell el control sobre los patrimonios de todas las oficinas vaticanas. Pero las propiedades y las gestiones permanecen separadas. He aquí la historia de una batalla que aún no ha terminado", afirma en su habitual análisis Sandro Magister

 Los dos nombramientos más brillantes hechos hasta ahora en la curia por el Papa Francisco llevan los nombres de los cardenales Pietro Parolin y George Pell.

El primero, diplomático de alto nivel, a la secretaría de Estado y el segundo, determinado directivo anglosajón, a la recién creada secretaría para la economía. Ambos forman parte del "C9", el consejo de cardenales que el Papa ha querido cerca de él para reformar la curia.

Y sin embargo, entre ellos no hay entendimiento.

Peor. A sus espaldas, y en detrimento de ambos, ha vuelto a estallar la barahúnda de documentos contundentes, de acusaciones venenosas, de egoísmos corporativos que atormentaron el pontificado precedente. Un pésimo viático para la tan anunciada reforma de la curia romana.

El nombramiento de Pell, hace un año, había estado precedido por un bombardeo de consultas sobre cómo reorganizar la estructura económico-financiera vaticana a sociedades como McKinsey, Promontory, Ernst & Young, KPMG, que son algunas de las más prestigiosas en el mundo pero, ciertamente, inexpertas ante el perfil único que caracteriza a la Santa Sede.

Tampoco daba mucha confianza la comisión vaticana "ad hoc", debido a las más que motivadas protestas que llegaron al Papa contra sus dos exponentes más a la vista, el sacerdote del Opus Dei Lucio Angel Vallejo Balda y la experta en comunicación Francesca Immacolata Chaouqui.

Es un hecho que, después de tantos fuegos artificiales, el Papa Francisco llamó a Pell para que viniera de Australia y lo puso a la cabeza de la recién creada secretaría para la economía sin que aún existiera un despacho, un equipo y ni tan siquiera un estatuto que certificara sus poderes y las competencias.

Lo que se entiende inmediatamente es que la nueva secretaría para la economía absorberá totalmente, o en parte, a dos organismos preexistentes: la prefectura para los asuntos económicos de la Santa Sede y la administración del patrimonio de la sede apostólica, en siglas APSA.

Sin embargo, ambos siguen en vida y tienen como jefes a dos pupilos del tristemente famoso Tarcisio Bertone, los cardenales Giuseppe Versaldi y Domenico Calcagno, los cuales no muestran ninguna intención de querer retirarse elegantemente, a pesar de la manifiesta ineficacia de la prefectura y de los recientes problemas judiciales del APSA en la persona de su contable, monseñor Nunzio Scarano, que acabó siendo arrestado.

Por fin, el 8 de julio un motu proprio papal pone negro sobre blanco que la gestión del patrimonio del APSA pasará a la secretaría para la economía.

Pero el cardenal Calcagno no se da absolutamente por vencido. El 8 de septiembre ve al Papa y le arranca un "Rescriptum ex audientia", con comentarios autógrafos de Francisco, que parece volver a dejar las cosas en el aire.

Toda la junta del APSA se rebela contra Pell; especialmente aguerridos son los cardenales Attilio Nicora y Giovanni Battista Re.

Pero él sigue adelante seguro de sí mismo, fortalecido por el hecho de que no está subordinado a nadie con excepción del Papa el cual, sin embargo, parece decir que sí a todos, con una visible punta de fastidio por el marasmo de una curia que no le ha gustado nunca y de la que prescinde sistemáticamente, decidiendo él solo las cosas que le importan verdaderamente.

Y cuando Pell toma como objetivo la secretaría de Estado, revelando que ha hallado en ella un tesoro de centenares de millones de euros gestionados con el máximo secreto y quiere sacar a la luz también esto, es decir, bajo el propio control, la batalla se generaliza y contra el cardenal australiano se pronuncia también el cardenal Parolin.

De hecho, la secretaría de Estado teme que la pérdida de control sobre los propios fondos y sobre las estructuras administrativas y financieras vaticanas, en favor de la nueva secretaría para la economía, sea sólo el primer paso para una ulterior disminución de sus poderes y, por consiguiente, de la capacidad de representar totalmente a la Santa Sede en las relaciones internacionales.

Todos estos conflictos estallaron en el consistorio secreto del pasado febrero. Pell está apoyado por los cardenales norteamericanos y alemanes, pero en la curia no hay nadie que lo apoye.

El punto débil de Pell es que aún falta el estatuto que establezca los poderes. El borrador que él presentó fue hecho pedazos por el pontificio consejo para los textos legislativos presidido por el cardenal Francesco Coccopalmerio.

El Papa ve, escucha y nadie sabe adónde quiere llegar.(Sandro Magister-CHIESA)